Capítulo 3: Imprevisible

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[Hoseok]

¿Iba a hacer lo que pensaba que iba a hacer? De veras que este niño no tenía ni pizca de decencia o pudor. ¡Que nos podían pillar, por dios! Claro que esta idea se me había pasado por la mente, pero en ningún momento pensé en hacerla realidad, como era de esperarse. Ninguna persona normal y razonable se pondría a hacer tales cosas en medio de un restaurante, aunque claro, estábamos hablando de Taehyung.

De todas formas volví a insistir en que saliera, levantando ligeramente el mantel e indicándole con disimulo que abandonara su propósito, pero para mi desgracia justamente en ese momento se acercó Jewong, con su amable sonrisa de siempre, y por si fuera poco al mismo instante sentí como Tae colocaba sus manos en la cremallera de mi pantalón.

- ¿Todo bien por aquí? – Preguntó antes de echar un vistazo más largo, probablemente buscando a mi acompañante, el cual se encontraba debajo de la mesa encargándose de cierto asunto sin mi permiso.

- Taehyung fue al... baño – respondí antes de pudiera preguntarme, acompañándolo de una confiada sonrisa e intentando que mi voz no me delatara, pero el que el mencionado hubiera comenzado a besarme cierta zona por encima de los bóxers no ayudaba, lo único que hacía era aumentar mi deseo de llevarlo al baño.- Todo está... – tosí al sentir un leve espasmo, acallando lo que en otro momento habría sido un gemido-...está perfecto.

Recé para que se marchase cuanto antes, porque sabía que Taehyung no tenía intención de detenerse, de hecho cuando bajé la mano para apartarle, lo único que hizo fue introducirse dos de mis dedos en su boca y comenzar a lamerlos, agrandado inimaginablemente mi excitación. Este niño era un peligro.

- Ya era hora que trajeses a tu novio. En todos estos años jamás has aparecido con ninguna de tus parejas. Pensé que terminaría haciéndome viejo sin conocer a la persona especial de mi "Hoseoki". – En otro momento habría rodado los ojos al escuchar tal apodo, pero ahora tan solo podía limitarme a asentir y sonreír fingidamente. Jewong era un buen hombre, pero había ocasiones en las que me trataba como si aún siguiera en mis catorce. Seguí sonriendo, y cuando vi como se inclinaba para hablarme más de cerca, casi me da un salto el corazón, temeroso de que se diese cuenta de la situación. Me junté más a la mesa, tapando con el mantel todo lo que fuera posible, cuando noté como Tae me mordió suavemente por encima de la tela. Mordí con fuerza mi labio inferior e inspiré, reprimiendo todo los impulsos que sentía en ese instante.- A decir verdad pensé que tu acompañante sería una linda jovencita. Nunca te imaginé en ese bando. – Seguí asintiendo, más concentrado en lo que la boca de Taehyung me hacía sentir que lo que soltaba la de Jewong.- Aunque tampoco me desagrada ese chiquillo. Parece tan inocente y lindo.

- Sí... inocente.

- Espero que no le estés corrompiendo, Hoseok.- juntó levemente las cejas, en señal de advertencia.- Es todavía muy niño para el mundo de perversiones que guardas ahí dentro.- añadió señalando mi cabeza.

- N-no, no, tranquilo – tragué saliva, intentando concentrarme en las palabras. Taehyung estaba acariciando mi muslo sin dejar de rozar con sus labios mi erección sobre la tela de los bóxers. Era tan irónico mantener este tipo de conversación en este momento. Solo era necesario levantar el mantel para hacerle ver la poca inocencia que guardaba el "lindo tae" en su interior. Aunque obviamente no iba a hacerlo.

- Eso espero – sonrió y vi con desánimo que iba a seguir hablando, pero para mi suerte y la de todos en ese momento me sonó el móvil, que estaba sobre la mesa. Era Jimin. Lo cogí y señalé, en señal de disculpa, y él volvió a alejarse educadamente, sin borrar esa sonrisa.- Claro, responde sin problema. Yo volveré al trabajo.

Seguí dejando que sonara el móvil hasta que estuvo lo suficientemente lejos como para no verle y luego corté la llamada. Ahora no estaba en mi mejor momento para hablar.

Como si Tae hubiese notado la ausencia de Jewong, liberó finalmente mi erección y sin previo aviso la introdujo de lleno, provocando que casi tirara toda la cubertería al suelo. Tapé mi boca con una mano, rezando para que nadie nos visitase en los siguientes minutos, y me apoyé sobre el espaldar del sofá, sintiendo como el castaño succionaba, lamía y besaba cada parte a su gusto, proporcionándome un placer tan grande que un pequeño gemido salió de mis labios, los cuales terminé mordiendo para impedir otro desliz como ese. Cierto que nadie nos veía, pero de seguro que mis gemidos en la sala no pasaría desapercibidos.

En una ocasión, mucho antes de que saliéramos, me hizo una demostración de lo bien que podía chupar un polo, obviamente guiado por su inocencia y sin dobles pensamientos, al contrario que yo, quien me empalmé con solo ver como se introducía toda la extensión del helado de una vez. Nunca pensé que fuera a probarlo en mis propias carnes, y todo había que decirlo, Taehyung podría ser todo lo inocente que quisiera, pero por algún motivo cada cosa que hacía era delirantemente placentera.

Siguió lamiendo toda la extensión, estremeciéndome por completo, sintiendo como su boca me envolvía y torturaba hasta hacerme probar el dolor más agradable existente. Fui a avisarle de que iba a venirme, pero él sujetó mis manos por debajo de la mesa, impidiéndome tocarle y siguió con su cometido, aumento aún más el ritmo, perdiendo por completo mi cordura.

- ¡Joder...- susurré en voz baja, sintiendo como me descargaba por completo. Cubriendo mi boca con las manos para no soltar ningún otro sonido. Noté como volvió a lamer toda la extensión, probablemente limpiando cualquier zona, deteniéndose en el extremo y provocándome otro escalofrío. Finalmente depositó un beso y volvió a colocarme cada prenda, terminando por abrochar el cierre del pantalón. Gracias a Dios que cuando salió no había nadie, porque ni se molestó en mirar para comprobarlo. Se sentó a mi lado y me mostró esa divertida e inocente sonrisa suya, igual que la que podría un niño al recibir un cumplido por su trabajo.

- No te creas que vas a comerte toda la pizza – agarró un trozo y lamió sus comisuras, limpiando cualquiera rastro que quedase de lo que había hecho segundos antes.- Hobi está rico, pero aún me muero de hambre.

Y mordió la pizza, despreocupadamente, mientras yo no dejaba de observarle, observar a esa persona de sonrisa rectangular a la que jamás podría acostumbrarme, ni yo ni nadie. El castaño era una constante caja de sorpresas, sin reglas o indicaciones, y sabía de sobra que nunca me cansaría.





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