Capítulo 1: El planeta cadáver

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Moscú

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Moscú. Un día antes del atentado.

El tiempo tenía el poder de cambiar el mundo, pero los humanos disponían de la tecnología para destrozarlo. Algunos países del planeta Tierra eran todavía habitables en el año 3510; otros, como Rusia, se habían convertido en territorios destinados al olvido.

Era de día en la Europa del este, pero el cielo estaba casi negro. Las nubes grises y la ligera neblina cubrían los pocos rayos de sol. La tierra estaba tan seca que había que caminar despacio para no tropezar con las grietas. Ese paisaje no parecía propio de un paraíso invernal como era Moscú. La nieve que acostumbraba a tener en esta época del año se había sustituido por arena y polvo.

Norak Ryder se encontraba en una de las numerosas Zonas Hypoxigenadas del mundo. La contaminación se había convertido en el problema principal del cuarto milenio. Apenas había concentración de oxígeno en esas secciones geográficas, y la capa de ozono se encontraba disminuida. Ese efecto traía consecuencias bastante malas para la población, desde enfermedades y hambrunas hasta la imposible posibilidad de vivir ahí. Los puntos más afectados eran el este de Estados Unidos, Rusia, China, Argentina y algunas ciudades concretas del oriente de Europa. La causa del problema se remontaba a siglos anteriores. La industralización sin límites parecía que solo traía ventajas para esos países y sus gobiernos. La vida diaria de sus habitantes era más cómoda si se contaba con la ayuda de las máquinas, pero la vida de la especie humana acabaría antes de lo previsto por el exceso de tecnología. Cuando se dignaron a buscar soluciones para revertir la contaminación, era demasiado tarde. Aquellas ciudades de ensueño se convirtieron en un infierno. La mayoría del planeta se encargó de aislar estas zonas, pero el gobierno mundial enviaba sus grupos de paz para ayudar a aquellos que vivían en esas pésimas condiciones. Norak formaba parte de uno de esos grupos, y le gustaba su trabajo, aunque odiaba llevar el incómodo uniforme del Sindicato.

Para caminar por una Zona Hypoxigenada sin riesgos de enfermar era necesario tomar precauciones, y el Sindicato no se quedaba corto. Los sindicalistas llevaban un mono con tejido aislante que, a la larga, era bastante caluroso. Llevar una máscara que filtrara el aire contaminado tampoco resultaba agradable, y el tinte oscuro que tenía el visor del casco provocaba una sensación agobiante.

Norak reconoció a Kurtis mientras custodiaba a unos refugiados rusos para subir a la nave.

—Estos son los últimos —informó Kurtis.

—Bien —aprobó Norak, y se giró para señalar la estructura que tenía enfrente—. ¿Reconoces ese edificio?

—Y pensar que eso fue el Kremlin... —agregó Kurtis en un tono apagado.

Ambos observaron la decadencia del palacio de Moscú. Antes, cada ladrillo que lo formaba relucía con esplendor por toda Rusia. Había sido el hogar de emperadores y políticos, pero se transformó en un edificio fantasma. Estaba tan desierto como el resto de la ciudad.

Insomnio: Primeros Confederados | SC #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora