Setenta y cuatro horas de vigilia.
Sí que había visto esos ojos, solo entonces estuvo seguro de haberlos contemplado antes. Nedi recordó lo que había sucedido hacía tan solo unos minutos. Cuando escaló la pared y desde el vacío se encontró con ella. Halló la mano que le ayudó a ascender y la mirada que le dio un trozo más de las esperanzas que perdió durante el viaje.
Pero ese recuerdo no era del todo nítido. Parecía vacío, perdido en un limbo. Era algo similar a esos sueños maravillosos que tenía pero olvidaba a lo largo del día, aunque solo bastaba con el detalle más insignificante para reencontrarse con ese sentimiento que alcanzaba al vivirlos. Él sintió lo mismo que aquella vez en el pasado.
Se sintió a salvo.
—Doctora Orbon, ¿quién soy?
La identidad de Nedarien era tan desconocida para ella como para él.
Astridia cerró los ojos. Creía que durante el lapso de ese parpadeo viajaría a otra dimensión o se desvanecería para ahorrarse responder esa pregunta. Pero cuando volvió a abrirlos se encontró de nuevo con Nedi Monter, y su idéntica expresión que pedía ayuda a gritos.
No era el momento para recordar lo que sucedió. No era el lugar idóneo para que ella le mirase a la cara y le dijera la verdad. Tampoco había tiempo suficiente para explicar el sentido de toda una vida. Él siempre estuvo perdido. Parecía imposible que la única manera de encontrar su camino fuera en aquel sitio dejado de la mano del hombre, o del Dios en el que antes creían. Solo había una dirección para volver a casa. La única manera de encontrarla era echando la vista hacia atrás.
Nedi agarró a la doctora de la mano.
—Por favor.
Astridia iba a cometer el mismo acto sucio que realizó tantas veces con Norak:
—Toda esta presión y el cansancio me habrán jugado una mala pasada, Nedi. Olvídalo, ¿vale? Creo que me he equivocado.
—Está mintiendo, doctora —dijo Monter.
Los pasos de Enzo aproximándose hacia ambos les obligaron a permanecer en silencio.
—Tenemos los diez minutos extra. Epicuro me lo acaba de confirmar. Si ya has terminado, Astridia, podemos marcharnos en cuanto tú lo digas.
—Ya está todo —contestó la científica.
Villalobos asintió, y retrocedió hasta colocarse en el filo de la sala. Desde allí veía el techo de la nave y al resto de sus compañeros esperándole. Dedicó una media sonrisa al novato y a la doctora, se colocó su arnés y saltó un par de metros hasta que la cuerda frenó su caída.
Nedi se dispuso a repetir el mismo proceso. Enganchó el aplique de metal en el cinturón de su arnés, pero la doctora Orbon le detuvo justo antes de bajar.
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Insomnio: Primeros Confederados | SC #1
Bilim Kurgu¿Te atreves a cerrar los ojos? Si duermes, mueres. - Primera parte de la Saga Confederados. - La Tierra. Año 3510 d.C. El planeta llega a un nivel de contaminación elevado, y para prevenir una catástrofe causada por la polución, la humanidad inventa...