Capítulo 2: Rumbo al caos

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Johannesburgo, Sudáfrica

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Johannesburgo, Sudáfrica. Veinte minutos antes del atentado.

Vera solía levantarse justo cuando sonaba la alarma a las seis de la mañana. El pitido accionaba un resorte en su cuerpo, y de forma automática, se desperezaba con una sonrisa por vivir un día nuevo como presidenta mundial. Aquel día su felicidad era mayor. Estaba convencida de que su mundo se convertiría en un lugar mejor para todos.

La presidenta miró el paisaje. Vio el cielo despejado, y los colores del amanecer dejaban el monótono gris de siempre como un mal recuerdo. Pensó que la máquina dio resultado, y aquello le hizo sonreír otra vez más. Su reflejo se quedó grabado en el cristal de la ventana durante un instante. Observó la cara de la salvadora del planeta.

Fue al salón de conferencias de la Bona Wutsa, que estaba vacío a esas horas. La ausencia del ajetreo que acostumbraba a tener cada mañana le agradaba. Disfrutaba cuando pasaba el rato a solas antes de que la sala se llenara con su equipo u otros trabajadores, y se quedaba sentada en su confortable sillón negro, presidiendo la larga y rectangular mesa. Solía tomar su desayuno mientras aprovechaba la tranquilidad, aunque también leía las noticias y su correspondencia diaria. La rutina era la misma día tras día, pero todo cambió justo cuando encendió el proyector. Quería ver las imágenes que el dron aéreo grababa desde la Antártida, pero encontró algo distinto.

Unas extrañas interferencias hicieron parpadear las imágenes. La cámara mostró un vídeo desenfocado, pero se volvió nítido poco a poco. La retransmisión mostraba el interior de la máquina de limpieza atmosférica, y Vera comprobó que las aspas estaban paradas.

—¿Qué está pasando...?

Asustada, tuvo la intención de llamar a su equipo por el intercomunicador para alertarles de que la máquina estaba apagada, pero una voz distorsionada y metálica se oyó, como si procediera del interior de una caverna.

—¿Ha dormido bien, señora presidenta? Tardará en volver a hacerlo...

La cámara giró, y enfocó a un hombre enmascarado en un primer plano. Su cara estaba cubierta por un casco negro, y la parte de los ojos tenía un cristal negro opaco. Su ojo derecho estaba oculto por una especie de monóculo con ribetes de acero y luces brillantes. La zona de la boca llevaba tres rendijas para respirar. Nadie podía ver sus labios, pero cualquiera podía intuir que sonreía de manera triunfante.

—¡¿Quién es usted?! —gritó Vera—. ¿Cómo ha conseguido entrar en la máquina? ¡Eso es imposible! ¡Habría muerto en el intento!

La cámara retrocedió, y Vera se dio cuenta de que debió haber dicho aquella frase en plural. Un grupo de enmascarados se encontraba detrás de él. Todos vestían capas y atuendos negros. Estaban de brazos cruzados detrás de su jefe, victoriosos y expectantes. El miedo tenía una cara, y era la que se escondía tras sus máscaras.

—Seremos su peor pesadilla, señora presidenta —dijo el enmascarado.

—¿Qué quiere decir...? ¡Responda! ¡Sigue sin decirme cómo ha entrado ahí! ¡¿Y con qué propósito?!

Insomnio: Primeros Confederados | SC #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora