Capítulo 13: Asimilar los riesgos

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Treinta y tres horas de vigilia

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Treinta y tres horas de vigilia.

Los brillos del fuselaje azul y púrpura de la Nostradamus creaban un crepúsculo de metal dentro del hangar del centro de operaciones. La sombra de Enzo se grabó en la superficie de la nave, y desde abajo, Norak veía la silueta del empresario, que estaba de pie sobre la monstruosa ala de color morado. Villalobos se sentó con las piernas colgando al vacío.

—¿Estamos todos?

Enzo miró al grupo, y contó en su mente cuántos miembros había. Se dio cuenta al instante de que faltaba Astridia.

—¿Dónde está la doctora Orbon? —preguntó con preocupación.

—Por favor, que nadie responda que está guardando reposo después de la borrachera —dijo Qeri en un macabro tono—. Ya sabemos todos lo que eso significa.

—Se nota que no conocéis a Astride —replicó Norak.

—No la conocemos tan bien como tú, por lo que parece. —Kurtis sonrió a su amigo de una forma sospechosa, y eso intrigó a Qeri—. Anda, Norak, que ya ha pasado mucho tiempo, ¿cuánto? ¿Ocho años? Y aún se te queda esa carita cada vez que hablas de ella.

—Nueve años —murmuró Norak.

Kurtis soltó una risotada, y le dio un codazo.

—Acepto que digas eso porque sé que no va con malas intenciones. —La expresión de Norak se volvió seria, y señaló con el dedo a Kurtis de forma amenazante—. Pero no me hace ni puta gracia.

El ambiente se tensó por un momento con un silencio incómodo e inoportuno. Norak incluso pensó que estaba a solas con Kurtis, y se tomó esa broma de su amigo de una manera tan ofensiva, que olvidó la presencia de todos esos oídos que también habían comprobado su enfado al respecto. Carraspeó su garganta, y cambió el tema de manera radical. Hizo el intento de parecer sereno, pero tenía ganas de pegarle un puñetazo a la pared.

—Lo siento. No pretendía incomodar a nadie, pero no me gusta mezclar el trabajo con la vida personal. Esto es una situación seria.

—Tienes toda la razón del mundo, Ryder —dijo Enzo de brazos cruzados—. Si no supone un problema para ti, te pido por favor que busques a la doctora Orbon. Quiero explicaros cómo funciona el sistema de carga que he diseñado, y necesito que ensayemos la operación.

—De acuerdo —afirmó Norak.

Descabezado iba a acompañarle, pero Norak le hizo un gesto con la mano para que se quedara allí con los demás. El robot hizo un entrañable sonido de protesta, pero él estaba tan enfadado que lo ignoró. Cuando abandonó el hangar, sintió paz al encontrarse en solitario caminando por los pasillos del centro de operaciones. Lo primero que hizo fue buscar el baño, se echó agua en la cara, y se dio unas cuantas palmadas para espabilarse. Quería poner su atención en otra cosa diferente a la discusión que acababa de ocurrir. Desvió su mirada del espejo que estaba encima del lavabo para eludir su aspecto enfermizo, y se dio la vuelta. Se quedó frente a la pared de azulejos negros y bastante sucios del baño comunitario. Sin pensarlo, le dio un puñetazo a la superficie para exteriorizar su rabia. Sintió las uñas clavándose en la palma de su mano por la presión, le ardían los nudillos, y sus dedos se quedaron bloqueados por el dolor pasajero del impacto contra. La marca de su puño retiró gran parte del polvo de un par de azulejos que estaban a la altura de su rostro, la cerámica oscura le permitió vislumbrar el reflejo de sus ojos. Se arrepintió de observar su propia mirada. Enferma, encolerizada, como si fuera un monstruo que pidiera a gritos ser sacrificado.

Insomnio: Primeros Confederados | SC #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora