ꕥ Mayordomo, y condesa ꕥ

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Al despertar temprano, por los recurrentes terrores nocturnos, la joven condesa Phantomhive aguarda a que su sirvienta le visite para iniciar su día. Ella misma abrió las cortinas, dejando pasar salvajemente los rayos de luz que iluminaron toda su amplia y carmín habitación. Sacudiendo su blanquecino vestido de noche, se detuvo un momento a mirar por la ventana, solo observando sin una emoción en particular el vívido jardín de gigantescos árboles y peculiares arbustos; sus monótonos ojos zafiro recorrieron los marcos de roble que enmarcaban el cristal, desinteresada en la vista que se le ofrecía más allá de estos.


— Joven ama. — la gruesa voz de aquella mujer resonó fuerte y clara por el lugar — Buenos días, veo que ya despertó.

— Hola.

La mayor la observó detenidamente, sus ojos, pese a que eran de un verde intenso y brillante, siempre parecieron no tener alma. Maya, cuya actitud era tan fría y recta con los demás, tenía hacia su ama un especial afecto que nadie parecía comprender.

— Espero haya descansado lo suficiente. Por favor, acompáñeme.

Ambas se dirigieron al cuarto de baño, donde una vez desvestida, TN disfrutó de calidez del agua. Nada era mejor que bañarse para quitarse la suciedad del día a día, y de la noche a la mañana. Si fuera aceptable, tomaría duchas tres veces al día.

Finalmente al acabar su rutina, su mucama le viste con un vestido de algodón color verde, ajustado ligeramente en la cintura y dejando un poco de espacio en las hombreras, así brindándole una figura acentuada. Para la joven eligió unas botas marrón con poca altura, dándole una apariencia más seria y madura. Su cabello oscuro fue atado en una media coleta, liberando su rostro de mechones que pudieran cubrirlo.

Su pesada expresión cambia a una más relajada en cuanto Maya se inclina hacia ella, recordándole con solo un toque en su hombro el como debía lucir ante su familia, alegre, y optimista.

Ambas partieron hacia el comedor principal, su sirvienta, de piel morena, le sigue despacio y sin prisa por los confusos pasillos de su mansión. El uniforme, contrario de la otra mucama de la casa, consistía en un vestido largo y negro, con el delantal y sin una diadema tan vistoza como la de la pelirroja. Tomando su lugar el la mesa vacía, le pasa a su querida ama el periódico que dejaron horas antes en la entrada.

Pasados unos minutos en agobiador silencio, por fin, su hermano Ciel llegó con ella; tras de él su mayorodmo de peculiar aspecto, un hombre de increíble elegancia y maliciosa sonrisa que hacían suspirar a más de una dama y caballero cuando sus carnosos labios se curvaban hacia arriba, sus cabello, tan oscuro como la maldad misma, cae en su frente y mejillas haciendo enmarcar su ya delgada cara, como último detalle, aquellos ojos carmesí que podían acaparar la atención de hasta la reina más casta.

— Buenos días.

— Buenos días, señorita TN, Maya.

— ¡Buenos días a los dos! — exclamó, dando un sonoro aplauso — Espero hayan descansado, qué bueno verlos. ¿Listo para comenzar el día, hermano?

— Es como si comieras azúcar. — murmuró, apenas teniendo tiempo de asimilar su pereza — No hasta que tenga qué comer.

— Me tomé la libertad de preparar sus entradas. — la mujer no perdió ni un segundo para hablar, sin molestarse por saludar con palabras a los caballeros, pero no era de extrañarse que una simple reverencia hablara por ella — Son pequeños muffins, una nueva sensación, estoy segura que será de su agrado.

Cuando el primer tentempié se hubo servido y degustado, ambos esperaron nuevamente a qué el chef a cargo traiga el platillo principal.

— Recordé que el duque Maorth vendrá de visita. — suelta de pronto — Ya sabes que dice que quiere conocer la compañía, pero creo que es a ti a quien quiere conocer.

𝕬𝖒𝖔𝖗 𝕸𝖔𝖗𝖙𝖎𝖋𝖊𝖗𝖚𝖒  //𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂𝒏 𝑴𝒊𝒄𝒉𝒂𝒆𝒍𝒊𝒔//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora