ꕥ Condesa, baila conmigo ꕥ

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T/N.

Hoy era uno de esos "maravillosos" días en donde tendríamos que asistir a un baile. Mejor dicho, fiesta de disfraces.

Ah... es lo mismo. 

— Señorita — habló Maya —, ¿y que llevará?

— No lo sé, la invitación llegó hace hace dos días, y no tenemos nada preparado.

— Eso no es muy cortés de parte del anfitrión...

— Seguramente se perdió en el correo — suspiré —. Debemos ir a la ciudad por unos. Ahora parece adecuado.

Nos dirigimos a la oficina de mi hermano, al entrar, como sospeché, lo encontré de oscioso. Estaba tratando de hacer una torre con las cartas.

— Recuerda tu agenda — le dije —, ¿o es que ya tienes un disfraz?

— Esperaba que Sebastian fuera a conseguirlo — el mencionado asintió.

— ¿Qué no vendrás?  — sonreí de lado — No me digas que tienes mejores cosas que hacer.

— No quiero — musitó tomando más cartas.

Rodé mis ojos — Maya y yo nos vamos, Sebastian, puedes acompañarnos.

Tanto ella como Ciel levantaron sus cabezas, con fuego saliendo de sus ojos. Ah, ¿pero que necesidad con su odio?

...

El viaje no fue tan largo, incluso tranquilo.

Caminábamos en dirección de la tienda, de vez en cuando hacíamos una pequeña plática con las cosas que veíamos. Sebastian simplemente estaba a mi lado, pero pude ver claramente como Maya llegaba a empujarlo para ella estar en su lugar.

— ¿Ya tiene una idea, señorita? — me preguntó, con su sonrisa particular.

— Algo no trillado... — rasqué mi mentón en lo que pensaba, pero fue gracias a una tienda de peluches que se me vino la idea — ¡Pues es otoño! — exclamé — Un animal característico sería bueno.

— ¡Ah, que gran idea! — se giró a Sebastian, que lo había dejado atrás — Oye, mayordomo, ¿no se vería muy linda? 

— Usted ya es una muy bella — dio unos pasos al frente, empujándola ahora — No creo que necesite un disfraz.

Tomó mi mano con delicadeza, y depositó un beso en ella. Sentí como un color carmín se apoderaba de mi rostro.

—  Gracias — sonreí.

— ¡Ejem!

— ¿¡Qué!? — exclamé, ya que había interrumpido la atmósfera.

— Hay que avanzar, para que no haya contratiempos.

— ¿La invitación decía algo de que los sirvientes llevaran algo? 

Maya sacó la invitación del bolsillo de su delantal y leyó un momento — Sí, pero que sea discreto.

— Ah... bien, entonces pueden buscar algo que les guste. 

Una vez dentro de la boutique conocida por la familia, los empleados se ofrecieron a ayudarme con lo que quería, y también me ofrecieron galletas.

𝕬𝖒𝖔𝖗 𝕸𝖔𝖗𝖙𝖎𝖋𝖊𝖗𝖚𝖒  //𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂𝒏 𝑴𝒊𝒄𝒉𝒂𝒆𝒍𝒊𝒔//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora