ꕥ Condesa, cuidado ꕥ

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Omnisciente.

Los gritos de ambas mujeres se escucharon por los pasillos de la mansión.

Sebastian, con una mirada rápida de Ciel, corrió a investigar lo que sucedía. En uno de los salones privados, encontró que la señorita y su ayudante se habían subido a uno de los sillones, y se agarraban de las manos con miedo.

— ¿Qué sucedió?

— ¡Hay una araña! — exclamó Maya. El pelinegro movió una de sus cejas, confuso por tan exagerada reacción a un animal tan pequeño — ¡No me mires así, esta araña no es normal!

— Sí — siguió la de ojos azules —, tratamos de quitarla pero corre demasiado rápido, y cuando intentó matarla comenzó a moverse raro, puedo jurar que escuché algo, y ellas no hacen sonidos.

— Bueno, estoy seguro que las arañas huyen de ser aplastadas — musitó al ver varios cuchillos en el suelo y enterrados también.

— ¡Mayordomo tonto, ya te dijimos que no es normal! — insistió la castaña — ¡Mátala, has algo!

Sebastian se agachó para recoger al insecto del suelo, pero se detuvo al ver un pentagrama en ella. ¿Cómo no reconocerlo? Si cada demonio tenía una marca única, y este en especial tenía espacio para su desgarado.

La tomó rápidamente, antes de que pudiera escapar.

— Ahora vuelvo — les dijo, y abandonó la habitación.

Afuera, aventó la araña al suelo y pasó sus guantes por el saco, quitando suciedad imaginaria por lo que había tocado. Al volver su vista, ahí yacía un mayordono alto, de complexión delgada, ojos dorados que resaltaban en su mirada estoica y desalmada, y cabello castaño peinado hacia atrás, Claude Faustus.

— ¿Qué crees que hacías? ¿No dijiste que le prepararías algo a tu amo? — cuestionó Sebastian.

— Debí desviarme — contestó, ajustando sus gafas —, quería comprobar quién más estaba en la mansión. No conté con que ellas me vieran.

— No se puede esperar mucho de ti.

— ¿Quiénes son, invitadas?

Sintió algo de ansias, no quería que supiera quién era la señorita. No quería que se involucrara.

— No te incumbe, no van a quedarse aquí, y por eso no deberían saber los asuntos de la mansión.

— Un mayordomo debería tratar a sus invitados con amabilidad.

Sonrió, triunfante — Y un invitado debería comportarse.

La puerta se abrió de golpe, a la cabeza iba Maya, quién al ver al otro sujeto hizo una expresión confusa. Era parecido a Sebastian, o al menos, tenían algo en común a lo que no podía describirlo con palabras.

— ¿Quién es usted?

— Mi nombre es Claude Faustus — hizo una breve reverencia —, mayordomo del joven Trancy.

— Ah... cierto, tendrían invitados — musitó — Bien, sigan con lo suyo... — dijo insegura, ojeándolos con sospecha, ninguno se veía contento — Nosotras ya nos iremos.

Se dio la vuelta, para entrar nuevamente.

— ¿Se van? — preguntó el pelinegro. Claude de dio cuenta de la rapidez con la que lo hacía.

¿Esa sirvienta escondía algo?

— Sí — contestó de malas— Esta reunión secreta de mayordomos que están haciendo, por favor, háganla en otro lugar, no a plena vista.

𝕬𝖒𝖔𝖗 𝕸𝖔𝖗𝖙𝖎𝖋𝖊𝖗𝖚𝖒  //𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂𝒏 𝑴𝒊𝒄𝒉𝒂𝒆𝒍𝒊𝒔//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora