ꕥ Condesa, pasado ꕥ

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T/N.

En la fría madrugada salí de la mansión, pedí a Mei-Rin que guardara silencio, pues no me tardaría, y en ese caso, dijera que fui con unas amigas.

Maya me llevó al cementerio a visitar a mis padres y Madame Red. Puede que se escuche malo, pero ella me provoca más nostalgia que mis propios progenitores.

— Estoy bien, tía — le dije al juntar mis manos —. Espero que tú estés bien también, y que... estés descansando.

Tomé aire, en lo que se me ocurría que más decir.

— Recibí una carta de un joven noble de Francia, quería conocerme pero, de igual manera lo rechacé. Recuerdo que me dijiste una vez que los franceses no eran de fiar, y que olían mal — sonreí un poco, recordando su tono de voz y expresión — Mm... ¿Me estaré volviendo vieja? Aún no quiero casarme, no con ellos, yo ya tengo a alguien en mente.

A veces creo que es tonto hablarle a una lápida, pero me daba algo de paz.

— Ah, también retomé la arquería, y mi tiro es muy preciso, he mejorado muchísimo desde la última vez que salimos de paseo.

Y silencio. Coloqué las flores blancas que le traía sobre el césped.

Escuché unos pasos detrás mío, pensé que quizá era Maya, pero al girar mi cabeza vi a alguien que no creí volver a ver.

— Grell... — murmuré — ¿Qué haces aquí?

Sonrió levemente — Traje esto — alzó un ramo de rosas rojas, para variar.

— ¿Vienes a visitarla? — pregunté confundida.

— De vez en cuando — se encogió de hombros —, no lo hago a menudo. Me gusta este ambiente.

Claro, es un cementerio.

Sentí una gota de sudor recorrer mi frente.
Se sentó junto a mí, adoptando mi posición, incluso de mis manos.

— Honestamente, pensé que me gritarías — me dijo, acomodando su cabello que había sido movido por el viento.

— Trato de no hacerlo — respondí, cerrando mis ojos —, pero ganas no faltan.

Colocó las flores junto a las mías.

Me dijeron que él la asesinó, y pese a que él lo confesó cuando nos vimos, no puedo estar enfadada por siempre. Más bien, siendo eso como una traición. Sé que no fue a propósito, por lo menos eso me consuela.

— Sabes — comenzó —, había visto tu nombre en las libretas de la muerte... una vez.

— Sí — bajé mi cabeza —, pero sigo aquí — murmuré, recordando aquella vez que me posaba en el techo de la mansión roja —. Estoy bien ahora.

Escuché que hizo algún sonido gutural, como si pensara que decir. Tenemos cosas de que hablar, pero se sigue sintiendo incómodo.

— ¿Acaso así te peinas normalmente? — preguntó, apuntando a mi cabello. Traté de acomodarlo hasta que al tocarlo me di cuenta que estaba flojo, seguramente se veía mal.

— Mm... ¿no? — traté de sonreír.

— Deberías cortarlo — me dijo, y se puso de pie — Te quedaría bien, créeme — me guiñó el ojo.

No hay rencores entre nosotros. ¿No los tengo?

Curvé mis labios hacia arriba, ignorando esos pensamientos — Lo voy a considerar, gracias.

— ¡Debo irme! — exclamó, dando un aplauso. Ahí volvía su actitud excéntrica y alegre — ¡Bye~! Espero verte luego~ ¡Death!

— Adiós — le despedí con mi mano — Igual yo.

𝕬𝖒𝖔𝖗 𝕸𝖔𝖗𝖙𝖎𝖋𝖊𝖗𝖚𝖒  //𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂𝒏 𝑴𝒊𝒄𝒉𝒂𝒆𝒍𝒊𝒔//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora