ꕥ Araña, fallo ꕥ

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TN era la impostora, así se sentía ella, una usurpadora ocupando el lugar de Alois Trancy, anteriormente amigo suyo. Su casa, sus muebles, su comida, todo le pertenecía a ella ahora sin quererlo. Aún peor, no podía recordarlo.

Dos semanas ha estado en aquella oscura mansión, solo pudiendo anhelar algo que diera fin a tan incómoda situación en la que se vio enredada por algún capricho demoníaco. Si Alois y ella eran amigos, Claude debió conocerla alguna vez, y por alguna razón la eligió a ella como próxima víctima, como una futura presa.

— ¿Se encuentra bien? — preguntó la mujer, inclinándose a ella — No ha tocado su comida.

Claude solo podía observar desde su lugar. Su preciada reina le había ordenado cambiar lugares con Hannah, desplazándolo, según él, de su posición como mayorodmo a cargo, ahora era tan importante como los trillizos. Envidia, molestia, las emociones humanas que golpeaban su pecho hacían su sangre hervir. No entendía por qué su ama había preferido a Anafeloz en lugar de a él.

Lentamente, TN empezó a comer. Su apetito había desaparecido, pero no podía negar la exquisitez de los platillos preparados, así como su perfecta presentación.

— Siéntate. — le dijo a morena, gesticulando a la silla vacía de su lado derecho.

— La servidumbre no debería hacer eso, mi lady.

— Mi casa, mis reglas. — con las apagadas palabras de su señora, la mujer hizo caso a su petición — No me gusta el silencio, así que habla, por favor. 

— Yo... — insegura de cómo empezar, empezó a hacer un esfuerzo por recordar algunas de las palabras de Alois, específicamente, los gustos que pudiera tener — Así que... Esta tarde, ¿le gustaría pintar?

— Puedo pintarte un retrato.

— ¿A mí? — por primera vez, desobedeciendo las órdenes de Claude, la miró a los ojos — ¿Quiere pintarme a mí?

— Sí. Ya he pintado retratos tuyos, ¿por qué te sorprende?

La pequeña sonrisa de la demonio se esfumó rápidamente. TN confundía las cosas otra vez, seguramente hablaba de Maya, a ella la había pintado. Cada vez le resulta más clara la relación que esas dos tenían, no era una común relación entre sirvienta y maestra, comenzaba a creer que Maya era más una amiga. ¿Y si estaba mal anhelar algo parecido? ¿estaba mal querer ser su amiga también?

Al comedor, los tres hermanos entraron en silencio, el de en medio sosteniendo una caja envuelta en terciopelo. Susurró al mayordomo algo, ojeando rara vez a tan extraño paquete.

— My queen. — dijo Claude — Es un regalo para usted, no hay remitente. Si me permite, creo que se trata de una trampa.

— Ábrelo.

Acató la orden, secretamente molesto porque sus advertencias fueron ignoradas. Nuevamente, el lazo que une se contrato se vio amenazado, cada vez se volvía más distante.

— "Es un libro especial, creo que te hará pensar muchas cosas, espero sea de tu agrado"  — leyó la pequeña nota que se en la tapa. Él mismo leyó unas de las líneas del pequeño libro, nada que resaltar, solo se trataba de un cuento de bodas — No veo por qué pensaron en un regalo así...

— Un regalo jamás se desprecia. — dijo ella, quitándole el objeto — Eso es todo, ya terminé aquí.

Se retiró del lugar antes de que alguien pudiese decir algo más.

La joven condesa subió las escaleras mientras sus manos se meneaban flojamente a sus costados, a la vez, un simpático silbido era expulsado de sus labios, por un buen humor que le vino de repente. Un nuevo libro significaba menor aburrimiento, menor incomodidad de su día a día, aquel misterioso regalo en realidad podría llegar a fascinarle.

𝕬𝖒𝖔𝖗 𝕸𝖔𝖗𝖙𝖎𝖋𝖊𝖗𝖚𝖒  //𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂𝒏 𝑴𝒊𝒄𝒉𝒂𝒆𝒍𝒊𝒔//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora