O3 ❧ Calor y frialdad

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    Un melodioso tarareo inundaba los pasillos de la mansión. A falta de sueño, Rin había decidido salir a observar con más profundidad el lugar en donde se quedaría a partir de ese día.

Deteniéndose en cada cuadro y objeto que le pareciera interesante, sin embargo, sin dejar de tararear una de sus favoritas melodías.

Yui se había cansado a penas a las tres de la madrugada, debido a su cuerpo humano. Y Rin aún deseaba conocer más a fondo esa misteriosa mansión.

—Qué mujer más ruidosa.

Escuchó una voz quejarse a sus espaldas. Pero al voltear no había nadie, por lo que Rin siguió tarareando y observando un cuadro pegado a la pared. Ignorando aquella interrupción.

—Te dije que molestas. Cállate de una vez.

Rin volteó nuevamente decidida a caminar hasta encontrar el dueño de esa voz, pero tropezó y cayó torpemente... sobre alguien.

—Tsk... Ruidosa, molesta e indecente. Además con mucho valor como para abrazarme de esa manera.

Los ojos de Rin se abrieron de golpe, dejando de sobar su cabeza para observar quién le hablaba con tanta falta de educación. Encontrándose con el chico de ojos añiles.

—Deja de decir ese tipo de cosas. No te vi. —replicó en su defensa, mirándole fijamente a los ojos, sin importarle la cercanía de sus rostros.

El rubio sonrió de lado, al parecer admirado ante su falta de temor.

—Qué audaz.

Ignorando sus palabras, ella entrecerró los ojos admirando cada fina y delicada facción de su rostro, innegablemente era atractivo. Incluso para ella, que no se fijaba mucho en el aspecto físico.

—No deberías observar tan directamente el rostro de una persona. —recriminó. Cerrando los ojos, como acomodándose para volver a dormir.

Ella iba a responderle nuevamente, pero al sentir presión en su cintura comenzó a removerse, ahora debajo de unos fuertes brazos, intentando quitarlos, pero él ya la había rodeado, y aunque ambos fueran vampiros, él era el primer descendiente del rey de los vampiros, por razones obvias poseía más fuerzas que ella en ese momento.

—Suéltame. —exigió, comenzando a enfadarse por la actitud de Shu.

—Estoy demasiado cansado. Deja de ser una molestia y quédate quieta. —se excusó vagamente, sin mover ni un milímetro de su cuerpo.

—Claro que... Si me ofreces tu sangre, quizás podría recuperar fuerzas.

Rin dejó de removerse al escuchar esas palabras. Shu había cometido un grave error.

La mandíbula de la joven comenzó a contraerse, ella estaba apretando sus dientes tan fuerte que parecía que los rompería. Y haciendo que Shu la viese con una ceja arqueada, como si fuera un experimento del cual esperaba ver su reacción. Mas eso no fue lo que le sorprendió de ella.

Sus ojos, que antes eran de un dorado acaramelado, dulces. Comenzaron a brillar, como si estuvieran a punto de explotar, resplandeciendo hasta el punto de obligarlo a voltear la cabeza.

❦ Hilos del Destino ❦ Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora