Ambas chicas caminaban por los pasillos de la escuela, Yui con la mirada baja y los labios apretados, distraída. Y Rin con los ojos entrecerrados, observando cada movimiento que la muchacha hiciese.
Rin se asustó cuando la encontró tirada en medio de su balcón, pero ella había despertado casi al instante, diciéndole que no se preocupara, y que probablemente se tratase de anemia. Pero Rin era más perspicaz que eso, y las actitudes de la rubia de mejillas calientes no eran las mismas. Parecía más pensativa de lo normal.
—¿Segura que estás bien? —volvió a reiterar. Yui —como ya había hecho—, le sonrió y asintió un poco halagada. No estaba mal que de vez en cuando se preocupen por ella, le hacía sentirse bien tenerla como apoyo en esa casa que ahora debía llamar hogar.
Rin volvió a resoplar frunciendo los labios, deteniéndose en medio del lugar.
—Está bien, luego hablaremos. —levantó una mano en signo de despedida y caminó de regreso a su clase. Laito ya le había molestado lo suficiente como para no saltarse ni una más, no quería que Reiji volviese a sermonearla por horas.
—Oye, tú. —le llamaron, haciéndole sonreír —. No te he visto desde que ese niñito rico te secuestró.
—¿Olvidé agradecer el rescate? —ironizó, sacándole una sonrisa a Yuma—. Yo también te extrañaba, grandote.
—Estaba yendo a ver mi huerta, te sorprenderías con lo nuevos vegetales que sembré.
Rin hizo una mueca. No podía faltar a clases teniendo al chismoso de Laito como compañero.
—No puedo, quizás en algún otro receso.
Yuma arqueó una ceja listo a molestarla por su nueva actitud dedicada a los estudios, pero el timbre de inicio de clases se le adelantó.
—¡Nos vemos, titán! —salió corriendo como una niña acabando de hacer su travesura más grande. Dejando a Yuma farfullando sobre su altura.
Al llegar, su clase ya había empezado y ya todos estaban ocupando los lugares, Rin se mordió el labio evitando pensar en lo peor.
—¡Aquí, koneko-chan! —gritó una voz melosa. Ella cerró los ojos suspirando, no le quedaba de otra—. Te guardé el mejor asiento de la clase —contó cuando se acercó al fondo del salón—. El que está frente al mío, obviamente.
Terminó guiñándole un ojo. Ella rodó los suyos y se sentó desganada, oyendo algunos gemidos y gruñidos del porcentaje femenino de su aula. ¿De verdad podían sentirse atraídas por alguien como Laito? Era un pervertido con todas sus letras.
Ese día tenían Literatura clásica, su profesor narraba y contaba sobre diversos libros que Rin sinceramente ya había leído. Aunque le gustaba, sólo que no podía estar precisamente concentrada con una persona como Laito susurrándole obscenidades cada dos por tres. Eso sin contar a Kanato que no hacía nada más que hablar mal de ella con su osito Teddy, eran insoportables.
Sin poder aguantar más estiró su mano atrayendo la atención de toda su clase.
—Disculpe mi interrupción, profesor. Pero necesito ir a los tocadores femeninos.
El profesor, algo sorprendido por su educación, asintió permitiéndole lo pedido. Dejando a los alumnos quejándose entre susurros, ya que no estaba permitido salir al baño durante clases, para eso estaban los recesos. Pero aquella alumna había sido tan educada que se convertía en un acto imposible el negarse.
La rubia salió lo más rápido que pudo dedicándole una última mirada al chico de ojos lima, que fruncía los labios fastidiado, le habían quitado su juguete.
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❦ Hilos del Destino ❦ Diabolik Lovers
Fanfiction⊱ Sinopsis La venganza no es más que una satisfacción morbosa, un juicio propio que uno decide efectuar con sus propias manos, sin importar que estas puedan mancharse. ¿Hasta qué punto puede llegar alguien para satisfacer esta oscura emoción...