1O ❧ Sensibilidad mundana

847 74 13
                                    

    Brisa gélida.

    Hacía un clima más frío de lo normal. Todas las plantas se veían opacas, inertes... Incluso la pequeña huerta escondida de Yuma lucía deplorable. Como si hubieran abandonado el lugar, como si su vitalidad se habría extinguido en el momento en que su cuidador dejó de cuidarlas, aunque esas hipótesis tampoco se alejaban mucho de la realidad.

    Con un nuevo suspiro, Rin escondió su rostro entre sus piernas, abrazándose a si misma, y sintiendo un agobiante vacío dentro de su pecho. Últimamente le dolía la soledad que ahora la envolvía.

    Era nuevo, esa molestia no la había experimentado antes, pues de la forma que sea, su padre jamás permitió que Shin se alejase de ella, por protección. En cambio ahora... Incluso Yui parecía más distante, ya que todo su tiempo giraba en torno a Ayato. Yuma no aparecía sin importar las veces que visitaba su huerta. Y Shu... Esa historia era diferente.

    Aunque aún sentía la opresión de pinchazos de culpabilidad en su pecho debido a su pésima actitud, peor aún, teniéndola con el Sakamaki que más le importaba, a decir verdad.

—Fufu~ —un sonido cantarino inundó su sentido auditivo—. Quién diría que terminarías extrañándome hasta ese punto, Ai-chan*.

    Rin levantó su cabeza sobresaltándose. «Esa voz...»

—Shin —musitó con un nudo en la garganta.

    Sobre ella, en la parte superior del muro que separaba la escuela nocturna del exterior, unos profundos y juguetones ojos dorados la observaban con picardía.

    Al instante, y sin importarle su alrededor, una capa dorada brotó de su piel, cambiando su apariencia juvenil por la de un águila, desbordante de elegancia y delicadeza.

    Ella amplió sus alas, agitándolas para lograr alcanzar al murciélago de ojos dorados, y ambos se dirigieron a un lugar mucho más cómodo.

    Luego de volar lo más alto que sus alas y el viento les permitía, se dejaron caer bajo un grande árbol viejo. Y a penas tocaron el frío césped, volviendo a su apariencia original, la chica de cabellos rubios saltó hacia el pelirrojo que la acompañaba, envolviéndolo en un abrazo lleno de sentimiento.

—Shin —susurró nuevamente, como si no lo creyera aún—. Shin —sus brazos apretaron más su cuerpo, asegurándose de que no se esfumaría—. Shin, eres tú. De verdad.

    Con una risita de sorpresa y satisfacción, Shin correspondió con gusto el abrazo de su pequeña Ai-chan, levantándola y apegándola todo lo que podía a sí mismo.

—Sabía que no soportarías mucho tiempo sin mí. —se mofó, alejando su delgado cuerpo un poco para poder mirarle a los ojos, sonriéndole con diversión. Al contrario con la mirada que ella llevaba, que era de suma tristeza—. Oye, Rin.

    Ella simplemente volvió a acercarse todo lo que pudo al extrañado cuerpo de su tío. Aunque más que tío, Shin era como un hermano para ella, —tomando en cuenta su inmadurez en muchos casos— y ciertamente, le había echado de menos.

—Oye —susurró Shin, ahora con un tono más cuidadoso y preocupado.

—...Te extrañé...

❦ Hilos del Destino ❦ Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora