E p í l o g o

722 44 22
                                    

Un mes después

    Un ambiente cálido invadía las afueras de la nueva mansión Sakamaki, después de la batalla a muerte en la que se enfrentaron su heredero y la descendiente del Rey demonio —vencedores del poder—, contra KarlHeinz. La mansión había quedado destrozada, y ninguno poseía tan buenos recuerdos en ese lugar como para querer reconstruirla, por lo que tomaron como mejor decisión mudarse.

    Muchas cosas habían pasado en esa trágica noche. Una de las más sorprendentes; el perdón de Carla Tsukinami. Rin, por encima del triste dolor que le trajo la pérdida de dos hombres que quería, había valorado aquella prueba de amor que su padre le obsequió frente a todos, pues sin importar lo degradante que siempre recalcó era para él el arrodillarse ante alguien, él lo había hecho ante ella, e incluso, depositando un casto beso en su frente.

Sosteniendo dos rosas blancas en el pecho, Rin suspiró mirando el hermoso lago que tenía en frente. Si bien era cierto, con ayuda de Shu y los Sakamaki, ella había podido superar de alguna forma la partida de Yuma y Shin, en una cuarta parte. Mas se le había hecho costumbre honrarlos a su manera, desprendiéndose de dos bellas rosas blancas una vez por semana, tirándolas al lago pensando en lo feliz que alguna vez le hicieron, y rogando por su perdón.

Empero, este día era más que especial.

    Un día como este extrañaba aún más a ese par.

—Rin-san... —esa delicada voz despertó a la rubia de sus pensamientos. Quien se giró levemente, encontrándose con una muy guapa Yui. Llevaba un lindo vestido de seda rosa, en un tono muy claro que resaltaba ventajosamente el bello color de sus ojos rubíes.

    Ella le sonrió dulce. Yui llevaba en sus manos un ramo grande de rosas blancas, con ligeras chispas de brillo dorado, recordándole aún más lo que estaría a punto de ocurrir en un par de horas.

    Su boda.

    A los ojos de Yui, Rin se encontraba perfecta. Aquel vestido le acentuaba sus mejores atributos, ya que aún llevaba un mes y medio de gestación y no tenía pancita alguna. Haciéndole ver tan hermosa que sentía no existía calificativo que pudiese describirla. Y en su cabeza llevaba una corona de rosas, que se enroscaban con su cabello cenizo, dándole un aspecto más suave y delicado, justo como era ella.

—¿Te encuentras bien? —preguntó la pequeña rubia, aún preocupada por su amiga.

    Rin levantó las rosas, dejando que el viento se las llevase pétalo a pétalo, acompañadas de otro pequeño suspiro por su parte.

—Cómo podría no estarlo... si ha llegado el día en el que me uniré por completo al hombre que amo. —musitó dándole la espalda a Yui, observando como aquellos pétalos se alejaban de ella.

    Pero la pequeña rubia de ojos rubíes sabía que aunque Rin no quisiera admitirlo, no podía encontrarse totalmente feliz, ya que dos sombras le bloqueaban.

—Aún no sé... —comenzó a compartir apenada—. Si algún día llegaré realmente a poder vivir con esta pena.

    Una de sus manos llegó inconscientemente a su pecho. Y Yui se mordió los labios, lamentándose tanto por lo opaca que se veía su amiga en un día tan especial como aquel.

    Mas un par de manos se posaron en la boca de la pequeña rubia, sorprendiéndola pero al mismo tiempo no permitiendo que hiciera ruido alguno.

❦ Hilos del Destino ❦ Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora