18 ❧ Alianza

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El grito asustado de Christa la obligó a despertar.

Shu tenía contra la pared el cuello de Subaru, apretándolo con tanta fuerza que su hermano menor no podía ni si quiera formar una palabra.

Agitando la cabeza para volver en sí, Rin saltó preocupada a detenerlos. Tocando las rejas que los separaban.

—¡Detén...!

Todo sucedió tan rápido que ninguno pudo evitarlo.

—¡El sello! —gritó la madre de Subaru. Pero ya era tarde.

Electricidad pasó por todo su cuerpo. Ahogando un grito, Rin se dejó caer al concreto con un terrible dolor mortificándola hasta los huesos.

Sin pensarlo ni un poco, Shu soltó a Subaru y abrió la celda tan fácilmente que cualquiera podría decir que nunca había tenido un sello. Para después tomar el delgado cuerpo de Rin entre sus brazos.

—Tonto. —musitó con una mueca en el rostro, por el punzante dolor que aún sentía—. ¿De verdad crees... Que podría si quiera mirar a otro hombre que no seas tú?

Rin levantó un poco el rostro, rozando su nariz con el cuello del vampiro inconscientemente. Sintiendo ahora su embriagador aroma a bebé inundando sus fosas nasales, tan suave, tan dulce, había sido mucho el tiempo que no lo tuvo de esa forma, tan cerca. Y cuando sus ojos encontraron los profundos ojos azules de Shu, que parecían estar observando el más hermoso secreto del universo —por su brillo y anhelo—, un pequeño jadeo se escapó de sus labios.

Ella lo había extrañado tanto.

Una media sonrisa se formó el los labios de Shu. Las palabras ya no hacían falta.

—Es demasiado obvio, ¿no? —susurró Christa al lado de Subaru. Para ese entonces, ellos estaban muy ajenos al momento que la joven pareja compartía.

Subaru chasqueó la lengua y apartó la mirada de ellos para después posarla en su madre. Le molestaba no entenderse a sí mismo, él en un principio fue a abrirle los ojos a su hermano mayor para que viniera por Rin, pero cuando los veía así, tan excesivamente enamorados, un ligero malestar se formaba en su estómago, parecían incluso ganas de vomitar.

Él sacudió su cabeza y volvió a concentrarse en su madre, que por primera vez en mucho tiempo, estaba fuera de esa oscura celda.

—Tú... Saliste. —afirmó tontamente.

Christa le miró, y como madre que era, no tardó mucho en comprender. Acarició el rostro de su pequeño niño —para ella—, y le sonrió de la amorosa forma en la que una madre siempre hace con su hijo.

Pero era la primera vez que Subaru veía una sonrisa así.

—Eres joven, Subaru, ella puede ser una mujer asombrosa... Pero esa mirada, es de esas que ni la misma muerte podría cambiar.

Ella ya está perdida en otro corazón.

Subaru aún no lo aceptaba, por lo que apartó la mirada de su madre y se puso de pie.

—No entiendo de lo que hablas.

•••

Varias horas habían pasado.

Y ahora un silencio invadía la habitación que tiempo atrás Subaru dañó. Shu estaba sentado en un diván marrón, con los ojos cerrados, pero con una expresión intranquila. Subaru y Christa estaban de pie al lado del ventanal, mirando el anochecer en silencio. Y Ayato junto a Yui estaban cómodamente sentados en la cama del mayor de los Sakamaki, nadie los había llamado, pero la pequeña rubia al enterarse de que Rin estaba bien no tardó en entrometerse, y, por su puesto, su "protector" chistó mil y un excusas para no dejarla sola. Igualmente ellos mantendrían el secreto, de eso Shu se aseguró con leves amenazas antes de permitirles la entrada.

❦ Hilos del Destino ❦ Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora