Una noche de verano

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Tumbados sobre el depósito de agua, que había a las afueras del pueblo nos encontrábamos él y yo.

Era una como tantas otras noches de verano que mi amigo y yo contemplábamos el oscuro techo, del que pendían luminosas llamas, recordando pequeñas hazañas.

Y es que habíamos vivido toda la vida juntos, no se que haría sin él, lo conocía desde que aprendí a andar y nuestras conversaciones habían empezado nada más aprender a hablar.

Esa cálida noche, como cualquier otra, hablabamos de cosas sin sentido, murmullos que apenas se oian y sonrisas que sacabamos el uno al otro, que brillaban más que la luna.

Estaba a punto de dormirme, con el viento que acariciaba mis mejillas y movía mi pelo de un lado a otro cuando el dijo esas palabras, unas palabras que nunca olvidaría y que tanto él como yo sabíamos que lo cambiaría todo.

Suspiros sobre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora