Capítulo 21: Empezando a bailar

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–No.
–¡Claro que si! Si este acorde no es Re, entonces ¿cuál es?
Re menor.
Matías me miraba con severidad. Le sonreí apenada.
–Lo lamento, es solo que me cuesta identificarlas cuando no puedo cantarlas. El piano no es lo mío.
Me levanté del banquillo de cuero frente al enorme instrumento y caminé al sofá donde Mark descansaba.
En cuanto me senté, me rodeó los hombros con el brazo.
Matías se viró aún sentado y me miró.
–Puede ser lo tuyo si te esfuerzas lo suficiente–. Le gruñí–. No todo va a ser imitar las canciones que hagamos como perico. La empresa busca un ruiseñor.
Mark rió.
–Pero, ¿de qué sirve aprender acordes si podría hacer una canción de acuerdo a lo que mis dedos quieran?
Repliqué acalorada.
–¿De verdad prefieres seguir órdenes que tus propias decisiones?
Contraatacó.
Hice un puchero.
–No.
–Entonces vuelve aquí y sigamos con la lección.
Se volteó y esperó a que me reuniera con el.
Le di un beso en la mejilla rápido a Mark y fui apesadumbrada a seguir con mis lecciones.
Ya había pasado una semana desde el accidente. Mi nariz aún dolía pero era capaz de respirar más normal.
–¿Qué acorde es este?
Mi maestro tocó una tecla que sonó grave.
–¿Fa?
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Ella tocó la puerta al estudio del Sr. A. Después del percance que había ocurrido en esa habitación, ya no se le ocurría entrar sin hacerlo.
–¡Pase!– gritó la voz del hombre.
Ella entró con todo el cuerpo tenso. Odiaba ese lugar.
–Nathan.
Saludó con voz fría.
El apenas reconoció su presencia, pero a ella no le importó. Ya estaba acostumbrada.
–Quería hablar contigo de la nueva clienta. Larissa Perwell.
El asintió de manera apenas visible; para ella, eso fue muestra suficiente para saber que podía acercarse un poco más.
–Su accidente impide que sea útil cantando para la campaña navideña, así que se me ocurrió que podrías colocarla en clases de danza mientras se recupera.
El dueño de la compañía la miró por primera vez en semanas. Un estremecimiento la recorrió desde la espalda.
–¿Por qué?–Murmuró con la vista aún fija en ella. La mujer no se inmutó, aunque por dentro una voz le gritaba que corriera.
–Porque no hay lugar donde sea útil.
El asintió y la intentó correr de la estancia con un movimiento de mano. Ella se quedó.
–Hay algo más que quieres decir, ¿no es cierto?– Preguntó él.
Ella asintió.
Esta pregunta probablemente le costaría unos gritos, pero si así podía ayudar a esa chiquilla...
–La anterior chica...–empezó, sintiendo la sorpresa que emanaba del hombre frente a ella– ella también tiene un contrato.
Supo que el Sr. A había entendido su insinuación cuando se levantó de su silla de cuero y caminó de manera acompasada hacia ella.
–¿Por qué?– Dijo con un tono aún más amenazador.
Ella frunció el ceño ligeramente.
–No necesito decirte mis razones. Sólo te digo lo que es.
Su esposo deslizó dos dedos por la cicatriz que recorría su cara, provocando que la piel de ella se pusiera de gallina y que el miedo volviera a aparecer en su estomago.
Por favor... pensó.
Se miraron largo rato a los ojos, firmes en su posición. Pero cuando ella aumentó la fiereza en el lenguaje corporal, él volvió a su silla.
– Dile a Natalie que empiece a colocar anuncios en la página por un puesto como asistente personal.
Y dicho esto, la Sra. A salió del despacho y se permitió un suspiro de alivio mientras las lágrimas recorrían su rostro desfigurado. Un recuerdo de su desobediencia.
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–Adiós, Matías.
–Los veré mañana.–respondió antes de cerrar la puerta de su departamento.
Mi maestro había terminado las clases cuando Mark mencionó que al día siguiente tendría examen de matemáticas.
Íbamos en la limusina con Will contándonos una historia sobre sus inicios en S-Tar, cuando el teléfono de mi mánager empezó a sonar.
Él respondió y después de saber quién era, se colocó una máscara de frialdad.
¿Quién sería?
Murmuró palabras afirmativas y colgó.
–¿Qué?–pregunté con curiosidad.
El suspiró.
–Mañana por la tarde empiezas con lecciones de baile.–
Su voz no me indicaba nada, así que no supe cómo reaccionar. ¿Era algo malo o bueno?
Malo porque tendría menos descanso; pero por otro lado, siempre había querido aprender a bailar.
Sonreí.
Los ojos azules del chico se enfocaron en mi e imitó el gesto.
–Pasaré por ti a la escuela, ¿de acuerdo?
Asentí, deseando con todo mi ser que pudiera besar al chico en ese momento. Pero claro, eso no pasó. Como siempre...
Su cuerpo estaba ahí, pero él estaba fuera de mi alcance. Su cabeza era un lugar en el que yo no podía inmiscuirme. Así que me erguí y me metí en mi propia cabeza, hasta el cuello de teorías del por qué querrían que yo estuviera en clases de danza.
Después de todo, sólo soy una de tantas en la compañía.
Suspiré. Mark tomó mi mano. Sonreímos.

Llegué a casa con todas las intenciones de un baño caliente y meterme a la cama, pero un invitado sorpresa arruinó eso.
En cuanto entré por el umbral, escuché las voces de mi madre y mi padre. Parecieron advertir de mi llegada, ya que cuando los vi en el sofá con una joven, me miraron estupefacientes .
Me quedé quieta, sin saber cómo reaccionar y con la mirada fija en los dientes perfectos de una mujer a quien yo desconocía.
Mi madre carraspeó.
–¿Hol...a?
Ella elevó los ojos, seguramente pensando en lo mal que se me daban esas situaciones.
–Querida, ve a tu habitación. Mañana tienes un día pesado.
Asentí y subí las escaleras a mi habitación.
–¡Duerme bien, Lari!–gritó mi padre. Respondí lo mismo y entré al cuarto.
Así empezaron mis especulaciones.
¿Quién era esa mujer? ¿Por qué estaba en mi casa tan tarde? ¿Algún pariente lejano había muerto y decidido dejar su fortuna a nuestra familia?
Sentí que había una respuesta en la punta de mi lengua, pero no podía atraparla.
Y si te preguntas, ¿cómo es que una invitada arruinó tu descanso?
Verás, mis padres habían estado teniendo problemas económicos y peleas al menos tres veces a la semana o al día, dependiendo de las cartas que llegaran. Así que el que una mujer de traje, probablemente en horas de trabajo, llegara a casa para hablar con ellos no me tranquilizaba. Es más, lograba plantar pánico en mi cabeza.
Gracias a eso, estuve en vela hasta las 2 a.m. Por lo que mi descanso fue únicamente de cuatro horas.
Quizá eso logre explicar lo terriblemente mal que me fue en mi primera clase de baile y por qué no fue mi culpa.
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Siento el retraso, en serio!
Les agradezco ahora más que nunca su paciencia con Larissa y conmigo. De verdad, gracias por seguir leyéndome y estando aquí.
En fin... Gracias por darle a la estrellita, compartir con sus hermosos amigos a quienes quizá les interese la historia y comentar qué les pareció el POV de la Sra. A! Hasta la próxima!

Sólo si te vas [En Edición♡]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora