Capítulo 25: Impulsiva Chiquilla

21 2 0
                                    

El día después de conocer a las personas que trabajarían conmigo en S-Tar, Matías me llamó. Su gruesa voz denotaba preocupación.
–¿Les mencionaste que ya tenías autor?
Me pellizqué la pierna, avergonzada. ¿Como había podido olvidar algo así?
–No...
Se escuchó un pesado suspiro del otro lado de la línea.
–Pero; lo harás, ¿verdad? Larissa, necesito el dinero. Pronto.
Me pregunté por qué necesitaría dinero pronto, si el parecía estar forrado en billetes, pero decidí que ese no era el mejor momento para investigar.
Le prometí vigorosamente que haría lo posible por incluirlo en mi equipo y; después de despedirnos, colgué.
Él había aceptado ayudarme con las partituras a cambio de dejar que él fuera el autor de mi música original; sin embargo, el Sr. A me había puesto a toda una planta de personas para asegurar mi éxito y, desafortunadamente, el de Natalie en nuestro CD.
Mark me había hecho prometer que no pelearía ni rechazaría de forma evidente a mi nueva co-cantante, pero cada vez que la veía en las lecciones de baile; que eran 4 días a la semana por 3 horas consecutivas, hacía algo que me enfurecía.
La segunda clase, se había asegurado de que Art pasara un muy mal rato. Cada vez que mi nuevo amigo se equivocaba o hablaba para preguntar sobre algún paso, ella y su séquito de palillos robóticos se burlaban descarada y ruidosamente de el.
La tercera, se burló continuamente sobre el ungüento blanco en mi nariz para su recuperación y del cabello verde de Arthur como "luz de disco barata". Y cada clase hacía que tanto el bailarín como yo, nos sintiéramos mal con nosotros mismos.
Deseé poder contarle a Jenn o a Lindsay todo lo que había pasado en esa semana, pero no quería interrumpir sus vidas con mi drama y la montaña rusa que eran mis emociones. Además; seguramente ellas tenían sus propios problemas, aunque no hubiera escuchado de ellos.
Me levanté del sofá donde había pasado la mañana haciendo tarea y evitando pensar en todo, cogí mi teléfono y subí a mi habitación.
Y, ¿por qué no hablaba con mi madre?
Ella y yo siempre habíamos sido unidas; aunque últimamente estuviera muy ocupada para verla, supe que mi madre haría lo que fuera para ayudarme.
Suspiré, me senté en la cama y decidí mandarle un mensaje a Art.
Issa22: Hey, ¿practicaste los pasos para la clase de mañana?
ArtisticArthur: Hola, sí pero aún no me salen :(
Sonreí con ternura imaginando al joven de cabello neón bailando con dos pies izquierdos pero exigiéndose perfección.
Issa22: Ya, a mi tampoco...
ArtisticArthur: Creo que no es nuestro destino el convertirnos en bailarines, jaja.
Issa22: Aunque sería agradable aprender mejor a bailar... para el futuro, claro..
Después de ver mi mensaje, se desconectó. Me tumbé en la cama, pensando en mi vida.
Quería ver a Mark. El siempre lograba que me sintiera mejor solo con una de sus gloriosas sonrisas.
Marqué sus dígitos y esperé.
-¿Hola?
-¡Hola!-respondió mi aguda voz. Sonreí al escuchar la suya.
-¿Pasó algo? ¿Todo en orden?
-Sí, todo está bien.–me retorcí el cabello nerviosa–Me preguntaba si querrías... ir a pasear o algo. Claro, si no estás ocupado.
Se escuchó un suspiro pesado.
–Estoy hasta el cuello de trabajo, Larissa. Pero si me desocupo antes, te llamaré.
Acepté con poco entusiasmo y colgó.
Resoplé irritada.
Siempre estaba ocupado. Cada vez que nos veíamos era porque necesitaba hablar conmigo sobre S-Tar. ¿ No se suponía que éramos... algo? Me detuve a mi misma de pensar en el día en que me rompieron la nariz, en el camerino del Club Sweety Cup, o cuando tomó de mi mano para entrar al edificio de S-Tar. Sonreí sin poder evitarlo. Éramos algo, ¿no? Algo más que manager y clienta, algo más que amigos o compañeros de trabajo. Y, si no, sus besos ¿qué significaban?
Quizá; para el, solo era una chica más. Un juego. Una clienta.
La sonrisa se borró de mi rostro y mil pensamientos negativos me inundaron. Entre toda esa nube de frustración; impotencia y enojo, me decidí a llamar a alguien que pudiera poner celoso a Mark. Quería que me buscara.
Marqué dígitos una vez más y él respondió en dos tonos.
Hola, qué sorpresa escucha...
No le di tiempo de terminar su frase egocéntrica.
-¿Te veo en el centro comercial junto al colegio en 20 minutos?
Escuché una voz femenina y la de Patrick respondiendo negativamente.
Mejor en 10.–dijo con clara emoción.
Colgué; me cambié de ropa por unos pantalones ajustados y un top que dejaba ver parte de mi vientre y salí de casa, decidida a tener una buena tarde.
^-^-^-^-^-^-^-^-^-^
Mark
Colgué el teléfono con pesar.
Quería verla.
Pero el Sr. A tenía otros planes.
-"La chica necesita atención del público. Tu noviecita ya tiene seguidores en YouTube y muchas más visitas desde que la trajiste, puede permitirse unas semanas sin tu ayuda."
Al principio había querido negarme a dejar a mi... clienta. Me necesitaba y, la verdad, no quería que pensara que la relación entre nosotros no había sido nada. La quería. Pero un vistazo a la esposa del jefe me había advertido que no lo contradijera.
Había asentido y me había retirado con un nudo en la garganta.
-¿Mark?–Natalie tocó mi hombro suavemente–¿Me escuchaste?
La miré a los ojos. Tan manipuladores y sensuales como el primer día en que la conocí. Sólo que ahora no producían más que repulsión de mi parte.
Sonreí con mucho esfuerzo.
-Lo siento, Nat, creo que estoy un poco cansado.
Ella me dio un beso en la mejilla y subió las piernas a las mías. Mi departamento ya había visto esa escena en el pasado, pero nunca me había visto tan incómodo en esa posición.
Ella se colocó el cabello a un lado del rostro y recordé el tiempo en que ese gesto me hacía querer tomarla entre mis brazos al dormitorio. El tiempo en que pensé que me quería.
Me puse tieso, negándome a dejar que esta mujer volviera a hacerme caer en sus trampas.
–Extrañaba esto... te extrañaba. Yo sé que pasaron cosas muy feas, pero me alegra que hayas decidido perdonarme.
Asentí de manera robótica. Jamás la perdonaría.
–Aunque... pensaba que te gustaba aquella chica nueva. Ya sabes, con la que voy a hacer otro debut. ¿Cómo se llamaba?
Mi cuerpo reaccionó a la mención de Larissa, me tensé y fruncí los labios.
–Larissa–respondí.
Natalie asintió evaluándome.
–Pero era para ponerme celosa, ¿verdad?–preguntó juguetona, aunque percibí cierta desesperación en su voz.
Quería gritarle que los sentimientos de Larissa eran más reales de los que los suyos jamás fueron, que ella era más honesta y humilde de lo que ella jamás sería. Pero me callé.
Me levanté y fui a la cocina por una taza de café. Natalie se quedó recostada en mi sillón café de cuero y murmuró algo sobre lo buena que era en danza.
Puse los ojos en blanco.
Ella no solía ser así de centrada en si misma. Solían preocuparle los demás al punto en que la consideraba una mujer abnegada. Recordé un tiempo en el que ella y yo íbamos al cine, al parque, a la feria e incluso una época en la que veíamos departamentos juntos. Y luego...
Me rodeó la cintura con los brazos.
–¿Qué haces?–preguntó de manera cariñosa. Traté de no fruncir el ceño.
–Necesito algo que me despierte. Estoy exhausto.
Ella bajó un poco las manos, colocándolas en mi entrepierna. Las aparté, quitándomela de encima y generando una mirada de estupefacción de su parte. La miré con el ceño fruncido.
Se recobró de manera casi instantánea y fingió arrepentimiento.
–Es que dijiste que necesitabas algo que te despertara y... quizá yo pueda ayudarte en eso. ¿No?
Negué con la cabeza, molesto, y suspiré de forma ruidosa.
–Mira;–empecé– aún no me siento cómodo haciendo cosas así desde lo que pasó. Porque no vamos a evitar el tema, ¿de acuerdo? Fue una situación extremadamente... desfavorable para nuestra relación.
Ella asintió mirando al suelo. Me volteé, ella tomó su pequeño bolso rosado de mano y murmuró una excusa para poder irse lejos de un ambiente tan hostil. Supuse que iría a los brazos de algún joven dispuesto a limpiarle las lágrimas.
Resoplé, pensando en cuándo me había vuelto tan cruel. Después de todo; tampoco había sido completamente su culpa, pero no podía dejar de odiarla.
Tenerle resentimiento por romper mi corazón.
Me tomé el café y miré la hora; eran las 10:30 p.m., justo a tiempo para terminar el trabajo del día siguiente y tener un día con Larissa.
Había estado trabajando doble esa semana para poder tomarme un día para mí. Un último día con ella. Saqué el papeleo y me dispuse a trabajar.

Sólo si te vas [En Edición♡]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora