Capítulo 24: ¿Mi nuevo equipo?

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Mis adoloridos pies me llevaron de vuelta al departamento de Matías. Había estado caminando durante más de tres horas; después de haber pasado a mi casa donde no había nadie y haberme puesto algo de ropa.
Dentro de mi había surgido la pequeña esperanza de que Lindsay siguiera ahí y pudiera quedarme con ella en su hogar o algo parecido. No sabía qué hacer. Mi mente era tal caos al punto en que había decidido tararear una de mis canciones para no pensar en nada más. Porque no quería hacerlo. No quería pensar en absolutamente nada.
Llegué a la puerta del departamento y; antes de tocar el timbre, me detuve. ¿Qué harían al verme llorosa? ¿Qué tal si Mark seguía ahí y tenía que hablar de lo ocurrido? Me senté en el pasillo, temblorosa, y tarareé de nuevo la canción que me había llevado a todo esto mientras nuevas lágrimas salían de mis ojos.
Para mi sorpresa, alguien empezó a cantar la letra. Miré a mi derecha; desde donde la voz venía y caminé a las escaleras afelpadas en su dirección. Había una mujer lavando el interior de un departamento mientras una niña de unos 12 años veía un vídeo junto a la puerta. Era mi vídeo. Era mi rostro en su pantalla, mi voz en sus audífonos y mi canción en su teléfono.
Antes de que ella pudiera levantar la vista, retrocedí y me escondí detrás de la pared para evitar ser reconocida. Me daba demasiada pena.
Ella estaba viendo a mi pasado ser jovial y despreocupado, no dejaría que viera a mi presente ser patético.
Así que volví a mi posición inicial junto a la puerta de Matías.
Se me ocurrió llamarle para saber si Lindsay y Mark seguían con el, pero decidí llamar a mi amiga en su lugar.
Contestó dos tonos después.
–¿Lari? ¿En dónde estás? ¡Me dejaste sola en el departamento de tu amiguito hace como 4 horas! No sé ni por qué te sigo esperando.
–Estoy afuera...–murmuré apenada. Sabía que haberla dejado ahí había sido una tontería pero mi impulsividad había traído sus propias consecuencias.
Después de unos segundos; la puerta abrió, dejando ver a una molesta muchacha.
Me levanté apaciguadora y colgué el teléfono.
–Mira, sé que estuvo muy mal pero surgió algo de último minuto y resulta que no habían clases de solfeo hoy; además soy una tonta y lo siento muchísimo.
Mi expresión pareció haber revelado algo; porque en lugar de enfado, su rostro ahora mostraba preocupación.
–¿Qué ocurrió?
El nudo en mi garganta se apretó, pero me negué a dejarlo ganar. Sonreí de forma forzada.
–Sólo un trabajo. Nada de qué preocuparse. Pensé que apreciarías más quedarte en un sitio cómodo que en un... Parque.
Ella negó con la cabeza y suspiró rindiéndose.
–¿Y ahora? ¿Qué hacemos?
Miré el reloj en mi teléfono. Eran las 7:39 pm.
–Supongo que podríamos ir a casa. Te traeré otro día para las clases, ¿de acuerdo?
Ella asintió, su cabello corto moviéndose con ella.
–Hay que despedirnos antes.
Miré al suelo apenada pero entré con ella; me despedí de Matías, quien me dijo que Mark me esperaba mañana frente a mi casa para lo de S-Tar, y nos fuimos.
Todo el trayecto estuve escuchando a Lindsay hablar sobre lo maravilloso que era Matías y sus ensoñaciones con algún día tener una carrera y un hogar así.
Asentía cuando era propio y hacia expresiones cuando debía, pero mi cabeza estaba en otro lado.
En cómo sería capaz de levantarme al día siguiente y fingir que todo seguía siendo normal. En como ocultaría el hecho de que había pasado algo de esa magnitud. Habían tratado de violarme.
Reprimí más lagrimas, molesta conmigo misma por ser tan débil.
Llegamos a casa de Lindsay, pero no me atreví a preguntar si podía quedarme con ella. Me sentía demasiado avergonzada por la situación de ese día y no me apetecía mucho hablar con nadie.
Cada acción era mecánica, calculada y automática.
Pagar el taxi, abrir la puerta de mi casa, saludar a mi hermano y entrar a mi habitación. Y solo ahí, me permití dejar la máscara de normalidad y desmoronarme.
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El sonido del teléfono rojo junto a mi cama me sacó de un sueño pacífico y relajante en donde todo era negrura y no había dolor. Gruñí, levantando mi cabeza y tomando el aparato.
–¿Hola?–Pregunté adormilada.
–Hola. Soy Mark, solo quería avisarte que llegó en cinco o diez minutos.–mi mente se despertó recordando el comentario de Matías. ¡Iría a ver a mi equipo en S-Tar ese día!–Ya estás lista, ¿verdad?
Y, sin responder, colgué el teléfono y me fui a duchar a una velocidad endemoniada. Tan aprisa hice todo que; cuando Mark tocó el timbre de mi casa, ya habían gotas perladas de sudor en mi frente. Las limpié con la manga de mi suéter rosado y sonreí.
–¡Hola!
El chico imitó mi gesto y se acercó a mí con intenciones de abrazarme. Retrocedí instintivamente, de lo que me arrepentí casi al instante. Él permaneció impasible y me sujetó de la cintura hasta el auto donde Will nos miraba con sospecha.
–¿Por qué nos miras así?–preguntó mi manager elevando una ceja.
–No, por nada–El joven chofer sonrió con sarcasmo y luego dirigió su mirada hacia mí–¿Vas a subir?
Asentí abordando el auto con ambos chicos y nos dirigimos al edificio corporativo.
Cuando ya estábamos cerca, le pregunté al atractivo bombón junto a mí si tenía alguna razón para estar nerviosa.
–No. La gente a la que vas a conocer van a representar tu imagen y a ayudarte a hacer CD's y canciones que se hagan populares, no es como si fueran a comerte.
Lo miré sonriendo, más nerviosa por la pregunta que iba a hacer que por conocer gente nueva.
–Y si me hago famosa, gracias a ellos... Todo mi pasado saldría a la luz, ¿verdad?
Él asintió, borrando la sonrisa que antes adornaba su enmarcado rostro.
–Y, ¿qué pasaría si tuviera cosas feas en mi pasado?
Miré a mis pies sin lograr contener la tristeza que se formaba en mis facciones.
–¿Es algo de mucha importancia?–preguntó un rato después.
Suspiré, evaluando lo que podría pasar si dijese que si, y negué con la cabeza.
–Entonces no deberías preocuparte por eso, lo cubriremos muy bien para que te sientas más segura. ¿De acuerdo?
Asentí.
Unos minutos después, aparcamos frente al edificio y Mark volvió a guiarme tomada de la mano por los silenciosos pasillos. Pasamos por la gigante puerta de cristal que iba a la oficina del señor A. Sólo que esta vez; en lugar de Natalie, había una joven de cabello café y gafas grandes recargadas en su nariz. No se veía ni de cerca tan  antipática como la anterior recepcionista, lo que logró simpatía por mi parte.
Llegamos a una puerta de madera y Mark la golpeó dos veces pidiendo permiso para pasar. Un hombre con barba, lentes y una prominente barriga nos abrió. Me miró de arriba a abajo y sonrió.
–¡Llegó la chica!–anunció con una voz chillona. Me tomó de los hombros, arrebatándome del lado de Mark y me hizo pasar a una estancia alfombrada con puertas en cada pared, sillones blancos con apariencia suave y una mesita de centro en donde varios cafés y tentempiés descansaban. Sonreí de manera nerviosa. Habían al menos 30 personas ahí, sin incluirnos a Mark y a mí.
Una mujer de mediana edad, delgadísima y con una actitud materna se acercó a mí y me tendió la mano. La estreché.
–Yo soy Laura, querida. Soy la editora en jefe.
La miré con curiosidad. Sus ojos marrones dejaban ver experiencia y cansancio pero mucha energía cuando se combinaban con su sonrisa.
–Y, ¿qué haces?
Ella sonrió de manera más amplia.
–Transformo, junto a nuestro equipo, a una chica común en una artista profesional.
–Oh... Mucho gusto, Laura.
Ella habló sobre lo maravilloso que era trabajar en S-Tar, qué tantas veces había ganado premios por la música que cambiaba, lo genial que eran las personas en mi equipo y luego me felicitó por haber hecho tan bien trabajo en mi canal de YouTube. Ocasionalmente le echaba vistazos a Mark, quien charlaba animadamente con el hombre de gafas que nos había abierto la puerta. Su cabello negro se veía tan suave y su rostro angelical...
–¿Te sientes bien?
Centré mi atención nuevamente en la mujer.
–¿Disculpa?
–¡Tu cara se puso roja! Espero que no estés resfriada o algo así.
La preocupación de Laura me dio ternura. Negué con la cabeza, agradecí su interés y le hice preguntas sobre el resto del staff.
Tenía un grupo de tres o cuatro personas que haría la portada de mi primer CD, otro de dos que se encargaba de lograr mi ropa, otro de mi rostro y así consecutivamente. Todos tenían un trabajo tan específico y aparentemente laborioso que me hizo preguntarme por qué me había dejado arrastrar en todo esto.
Luego de un rato, mi editora en jefe mencionó el dueto con Natalie y me dijo que solo tendrían que ser unas cuantas canciones del álbum.
–¿Por qué no tiene ella un álbum por sí misma?–pregunté de mal humor.
Laura hizo una mueca.
–Escuché que la pobre tuvo uno. Pero alguien robó todo el contenido y lo imitó, dejándola en la ruina. Aunque hay rumores sobre el Señor A.
Ella se detuvo, invitándome a pedir más sobre el jugoso chisme.
–¿Qué ocurrió con él?
Ella pareció satisfecha.
–Dicen que tuvo un romance con padre e hijo, haciéndolos pelear y logrando que la despidieran tanto a ella como al chico.
–Pero...
En ese momento; un atractivo muchacho llamó la atención de Laura, quien se despidió y me dejó sola con mis conjeturas.
Mark había tenido algo con la chica. ¿Y si él era el hijo del Señor A? El solo pensamiento me hizo estremecer. ¿Acaso el maravilloso y dulce Mark era producto de los jefes de S-Tar?

Sólo si te vas [En Edición♡]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora