PROLOGO

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Ella se miró al espejo mientras se quitaba la goma con la que tenía atado su pelo en forma de coleta. Cepilló su cabello con los dedos y soltó un suspiro resignado.

¿Que tan malo puede ser estar casada con un hombre al que no amo?

Siguió mirándose al espejo: Sus ojos azules se llenaron de lágrimas. El sacrificio al que querían someterla sus padres era muy grande.

—Anastasia, la comida está servida—dijo su madre desde el otro lado de la puerta.

—¡¡No tengo hambre!!—Respondio enojada.

Odiaba que su madre no se preocupe de ella.

—Ven a comer niña, vas estar en los huesos de aquí al momento que sea la boda.

Ella quiso mandar a la mierda pero se reprimió.

—Ya voy mamá—respondio fingiendo educación.

—Apresurate que la comida se te va enfriar.

—¿Cocinaste tú?—Sabia que su madre detestaba la cocina.

Por supuesto que no—

Puso los ojos en blanco y volvió a soltar otro suspiro.

Sólo espero que un milagro me salve de esa maldita boda.

— ¡Anastasia, ven a comer!— Insistió su madre al ver que su hija no salía de la habitación.

Con rabia ella abrió la puerta y con un fuerte portazo cerró la puerta después de salir.

— ¡Por dios!¡Por poco y tiras la puerta...¿Que demonios te sucede?!—

Ella quiso gritarle en la cara todo lo que sentía pero decidió reprimir su ira.

— Perdón— respondió mientras bajaba la mirada— vamos a comer que estoy hambrienta.

Ella pasó caminando por el lado de Carla. No dijo nada, bajó las escaleras. Sólo quería llorar pero nuevamente se reprimió.

Sólo anhelo mi libertad ¿Es mucho pedir? Si tuviera que pedir un deseo sería escaparme de todo y de todos.

  ***

Ya era medianoche y ella estaba en su habitación mirando la luna. Esa luna llena se veía enorme desde su ventana. De repente pasó una estrella fugaz y sin pensarlo pidió su deseo.

Deseo librarme de José Rodríguez y conocer el verdadero amor.

Soltó una risita y pensó: ¿Que estoy haciendo? Pedir un deseo a las estrellas fugaces sólo es un mito en realidad no existe. Nada ni nadie podrá impedir que me case con un hombre que no amo.

Necesito que alguien me escuche, tal vez el reverendo del pueblo me escuche y pueda aconsejarme.

— Buenas noches— dijo ella mirando la luna llena, antes de ir acostarse no sin antes preguntarse ¿Existirá un hombre para mí?

No pido mucho sólo un caballero que pueda amarme y hacerme feliz.

SALVAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora