Capítulo 2

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Me miré al espejo mientras acomodaba la cadena en mi cuello, si tuviera el cabello negro azabache luciría idéntica a Katherine, pero yo prefería mi color cobre natural.

Cuando niñas éramos como dos gotas de agua, a mamá le encantaba vestirnos igual y que lleváramos el mismo peinado, parecíamos el reflejo de la otra. De adolescentes, tomamos estilos diferentes y nuestras personalidades se hicieron cada vez más opuestas, éramos la misma por fuera, pero por dentro ella era Katherine y yo Natalie. Pese a estas diferencias éramos muy unidas y confiábamos la una en la otra, no nos ocultábamos secretos, nos apoyábamos y nos consolamos mutuamente cuando nuestro padre falleció, algo difícil para dos niñas de doce años.

Las lágrimas recorrieron mis mejillas y lograron que mi reflejo luciera triste, sin esperanza, sin su otro yo, sin su hermana.

Toqué la K de la cadena y comencé a recordar: << Te tengo un regalo. ─dijo Katherine mientras entraba a mi habitación con las manos en su espalda. ─ Si piensas bien nuestros apodos sólo difieren en una letra, así que compre esto. ─me mostró las cadenas, una con una N y la otra con una K. ─ Si las dos tenemos nuestras diferencias fuera, entonces somos iguales. ─Rio por su enredado acertijo. >>

Teníamos dieciséis años, su regalo nos unió más e hizo que nuestra relación fuera indestructible.

En su mesita de noche se encontraba la foto que nos habíamos tomado ese día del paseo a la playa: Ambas con una sonrisa radiante y el mar de fondo. Recordé el sonido de las olas y nuestras risas en una guerra de agua, éramos felices, Katherine aún era feliz.

''Tengo psicosis paranoica''. Escuché como su voz hacía eco en mi cabeza con esa frase.

─Naty. ─Jocelyn estaba en el umbral de la puerta, no me había percatado de su presencia.

Le sonreí y le hice un gesto para que entrara, pero no se movió. Estaba muy asustada, pálida y con los ojos llorosos. Llevó su mirada a un punto del techo, donde se encontraba un gancho, entonces lo entendí todo.

─Lo vamos a sacar ¿sí? ─me acerqué a ella y la abracé.

─Ese día fuimos donde mis abuelos, le rogué a Katy que nos acompañara, pero ni siquiera abrió la puerta. ─explotó en un llanto desconsolado que incluía gritos de rabia.

Acaricié su cabello para intentar calmarla y que se relajara un poco, contuve las lágrimas para mostrarme fuerte y asegurarle que todo estaría bien. Mi madre nos observaba desde las escaleras, sus ojos estaban llenos de lágrimas y en sus manos sostenía el juego de llaves de nuestra casa.

Llevé a Jocy a su habitación para que durmiera un poco, eran las cuatro de la tarde, pero le haría bien descansar y soñar con cosas de niñas. Cuando salí, mi madre me esperaba, aún tenía los ojos llorosos e intentó fingir una sonrisa.

─Es mejor que la habitación de Katherine permanezca cerrada. ─dijo mientras guardaba las llaves en su bolsillo. ─No quiero que sea más duro para tu hermanita.

Asentí sin mirarla a los ojos. Quería revisar todas las cosas de mi hermana para sentirme cerca de ella, pero mi madre tenía razón.

─ ¿Ella la encontró? ─dije en voz baja, pero en un tono suficiente para que mi madre escuchara.

─Cuando llegamos subió corriendo las escaleras para ver a Katy, abrió su puerta y... ─respiró profundo y empuñó la mano para controlar su enfado. ─No debí dejar que ella viera eso.

Me acerqué y la abracé con fuerza, le dije que no podía controlar el destino, que las cosas ya habían sido así y que ahora debíamos preocuparnos por Jocelyn que sólo era una niña.

DesobedienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora