Capítulo 11

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Traté de no apartar mi mirada del cappuccino, Daniel no dejaba de observarme y eso me intimidaba más de lo que dejaba ver mi expresión. Escuchaba el bullicio alrededor, los hombres de la mesa de junto hablaban de negocios y las chicas de la esquina se reían de manera exagerada, la mitad de la cafetería se volteaba a verlas y suspiraban con desagrado o se contagiaban con su felicidad. Mientras, yo trataba de no hacer contacto visual con mi compañero, esa mirada provocaba demasiado en mí: Nervios, miedo, excitación, cosquilleo en mi estómago, en mi entrepierna.

No había dicho nada desde que llegamos, sólo le daba pequeños sorbos a su expreso sin despegar los ojos de mí, ni siquiera sabía la razón por la cual estábamos aquí, lo bueno es que no podía hacer nada como tocar mis piernas y llegar a mis puntos débiles en un lugar tan concurrido, ¿Verdad?

La mesera volvió a invadir nuestro espacio y preguntó por tercera vez si deseamos algo más, aparté la mirada de la taza y me percaté como sus ojos brillaban al ver a Daniel, claro era guapo, pero por alguna razón hoy lucía mejor que otros días, más natural y radiante, pero no podía ocultar sus nervios y ansiedad.

─No, gracias. ─dijo en seco, entonces la chica se retiró. A juzgar por su rostro, estaba un poco decepcionada.

Entonces nuestras miradas se cruzaron.

─Me dejaste.

─ ¿A qué te refieres? ─me hice la desentendida.

─Cuando desperté, no estabas. Te fuiste sin siquiera decir adiós. ─tomó una galleta dulce y la mastico con furia.

Demonios, estaba enojado. Sentí escalofríos al recordar lo que hacía cuando le molestaban mis actitudes.

─No quería despertarte, parecías cómodo en el sofá. ─traté de no reírme, no quería ponerlo más furioso.

Entrecerró los ojos y tomó otra galleta, esta vez la partió con sus manos.

─Eso se ve un poco psicópata. ─dije apretando los labios para verme seria.

Sus ojos ardieron en llamas y su rostro se puso tenso. Sabía perfectamente lo que eso significaba: Castigo.

─Trato de guardar la compostura y no arrastrarte hasta mi coche para llevarte a mi casa y cogerte bien duro.

Uno de los hombres que estaba junto a nosotros se volteó al escuchar las palabras de Daniel, me sonrojé y le di una patada al depravado.

─Habla más bajo.

─Me estas provocando, Natalie. ─tomó un sorbo de café y terminó con un suspiro. Entonces su expresión se relajó. ─Vamos al punto. ¿Por qué te fuiste? ─me miró a los ojos.

─Tenía asuntos que atender. ─dije un poco molesta, ¿por qué tenía que darle explicaciones?

─Mientes.

Lo fulminé con la mirada.

─ ¿Qué sabes tú? No me conoces, no sabes lo que hago con mi vida en los días libres. Además, no eres nadie para darte explicaciones.

Me miró con los ojos muy abiertos. Hacía tiempo que no salía esa parte de mí que lo despreciaba.

─Impredecible como siempre. ─susurró.

Traté de respirar hondo y relajarme. Hice que la parte de mí que quería verlo se arrepintiera y se diera cuenta de lo mal que estaba todo esto, pero ella seguía deseando el cuerpo de Daniel. Quería que la amarrara de ambos brazos y la azotara con fuerza, que la penetrara como él quisiera. Entonces la parte razonable de mi mente amenazó con matar a la ingenua.

DesobedienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora