Capítulo 20

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Cuando vi su sombra frente a mí, empujé las puertas hacia él y traté de correr para alejarme lo antes posible, pero fue inútil. Elías tomó de mi cabello con fuerza y me jaló hacia él, rápidamente hizo una maniobra que me dejó inmóvil en el suelo.

─ ¡Ya basta! ─me gritó. Tomó mi pierna derecha y comenzó a moverla. ─Veamos cuanto puedes correr con una pierna rota. ─desplazó mi extremidad hacia un lado hasta que algo sonó, sentí un dolor punzante e intenso.

Se lanzó encima de mí y despejó mi rostro apartando cada cabello con delicadeza. Secó mis lágrimas mientras me observaba con tristeza.

─Yo no quería hacerte daño, Natalie, pero tú me obligaste

En respuesta sólo se escuchaban mis quejidos por el dolor que aún vivía en mi cuerpo. Estaba completamente lastimada, no sólo físicamente, también emocional y psicológicamente. ¿Cómo Katherine pudo soportar esto por tanto tiempo? Era valiente, lo fue en cada momento que vivió lo más horrible que alguien pudiera vivir. Hasta que no resistió...

─Tú la mataste. ─susurré.

─ ¿Qué dijiste, preciosa? ─ahora sí tenía su atención.

─Tú la mataste. ─repetí muy segura de lo que decía

Sonrió malévolamente y negó con la cabeza.

─Ella se mató. Yo no hice nada.

Que no sintiera culpa por la muerte de mi hermana, me colmó de una rabia que me hizo más fuerte, era un maldito bastardo que debía pagar por todo lo que había hecho. Con mi pierna izquierda lo golpeé en su parte débil, consiguiendo que se me quitara de encima.

Esta vez no quería escapar, me abalancé sobre él y traté de golpearlo, enterrarle mis uñas, descargar toda la ira que tenía dentro. Elías me empujó hacia la pared, golpeándome nuevamente en la cabeza, pero esta vez quedé mucho más aturdida. Sentí como si me faltara la respiración y mi vista se nublaba a momentos. Vi que el hombre se ponía de pie y me observaba con desprecio.

El rostro de Elías estaba sangrando debido a mis golpes y por la cien le corría un hilo de sangre debido al porrazo que le di con la llave de tuercas.

Intenté levantarme, pero mi pierna estaba destruida y mi sistema de coordinación era un fiasco. Era toda mi lucha, ya no me quedaba más que esperar a la policía y estar viva para mostrarles todas las evidencias.

─Eres una perra, igual que tu hermana. ─me tomó de un brazo y me levantó, dejándome apoyada en el marco de la ventana. Ya apenas tenía fuerzas para gritar o sollozar por el malestar que sentía. ─ ¿Quieres estar con ella? Yo me encargaré de que eso sea pronto. ─gritaba mientras escupía en mi cara. ─Te irás al infierno junto a Katherine.

Sólo podía llorar y lamentarme por permitir que este hombre entrara en nuestras vidas, por darle la oportunidad de que le hiciera daño a mi hermana, y por caer en su juego para que me hiriera.

Lo miré a los ojos, una fuerza entró a mi cuerpo y sentí que no podía dejar que arruinara mi vida, ni la de Jocelyn, ni la de mi madre.

─Creo que el infierno al que tú irás, Mauro, arde más fuerte.

Dio unas carcajadas y puso sus manos en mi cuello, comenzó a apretar con el objetivo de que me faltara la respiración.

─Violaste a muchas mujeres. ─logré decir con mi último aliento.

─Demasiadas. ─dijo con una sonrisa. ─Pero lejos, la mejor, fue Katherine. ─comenzó a reír, disfrutando mi agonía.

Deslicé mi mano hasta la ventana y logré quitarle el seguro para abrirla de par en par. Las cortinas se alborotaron por la extraña brisa y comenzaron a enredarse en la cabeza de Elías, en ese momento intente alejarme, pero él sujetó fuertemente mis brazos. El viento cambió su dirección y el cortinaje comenzó a arrastrarnos hacia la ventana. Jalé fuerte de mis extremidades, logrando librarme al fin de sus manos. Aun así, el hombre me buscó nuevamente para aferrarse a mí.

DesobedienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora