Capítulo 8

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Típico de mí, entrar en pánico frente al sufrimiento y hacer tonterías. Llamar a Daniel había sido un error, cabe mi propia tumba y ya no podía revertirlo. Dijo que no se demoraría más de treinta minutos, los cuales use para: Depilarme, ponerme algo bonito, arreglar mi cabello y maquillarme con labial rojo; la idea era pedirle a Daniel que me llevara a un centro nocturno para bailar, beber y distraerlo por completo. No podía acostarme con él.

El citófono sonó y mi estómago se apretó, no sentía las piernas, pero aun así pude llegar a la sala para contestar. El conserje me anunció la llegada de Daniel, le pedí que lo dejara entrar y que le diera las indicaciones para estacionarse.

Tomé el bolso más pequeño que tenía y lo arreglé con las cosas necesarias. Me puse los tacones que usaba para salir a bailar por la comodidad y altura que me brindaban.

Cuando el timbre sonó me miré una vez más al espejo antes de abrir la puerta.

─Natalie...─me observó de pies a cabeza, sorprendido. ─Creí que te había pasado algo, por el tono de tu voz...

Ahora era mi turno de recorrerlo con la mirada. Estaba vestido de manera casual, con unos jeans y un suéter delgado, llevaba unas zapatillas y una chaqueta de cuero en las manos. Nunca lo había visto así.

Me sentí culpable. Me las ingenié para distraerlo, para que no quisiera acostarse conmigo, y él sólo venía con la intención de comprobar que estuviera bien.

─Creí que querías hablar...

Me sonrojé.

─Entra. ─susurré.

Lo invité a sentarse y le ofrecí algo para beber.

─Tengo jugo, gaseosa y cerveza. ─dije mientras miraba el frigorífico.

─Cerveza.

Saqué dos y las abrí. Me senté a su lado y lo observé mientras le daba un gran sorbo a su bebestible.

Nos quedamos en silencio, lo miraba en ocasiones y cuando desviaba la vista él me observaba, luego de algunos minutos ya comenzaba a ser un ritual.

─ ¿Te gustaría salir? ─ Mi voz sonó fuerte al romper el silencio. ─Quiero distraerme.

─ ¿No quieres contarme qué te pasó? ─me miró mientras bebía su cerveza.

─Quizás en otro momento.

─ ¿Segura?

─La verdad... No quiero hablar de ello, por lo menos no ahora. Quiero distraerme.

Sonrió de esa manera natural que producía cosquillas en mi estómago.

─ ¿Quieres ir a un bar? ─arqueó una ceja. Siempre lo había encontrado guapo pero lo natural le quedaba bien.

─A un lugar donde se pueda bailar. ─sonreí.

─No soy bueno en eso.

─No te pido que lo seas. Sólo acompáñame y veamos qué pasa. ─bebí el último sorbo y me levanté. ─ ¿Qué dices?

─Bien...yo conduzco. ─dejó lo que quedaba de cerveza en la mesa de centro.

La mayoría de las veces había visto a Daniel serio y seductor, cuando su expresión se volvía natural no duraba más de un minuto. Jamás me lo imaginé en un centro nocturno, riendo a carcajadas por cómo los chicos coqueteaban con las mujeres que bailaban.

Le pidió otra gaseosa de cola al chico de la barra y me dejó elegir lo que deseaba beber.

─Un vodka naranja. ─le dije al barman. Ya era el tercero.

DesobedienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora