¿Una boda?

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Una tos se hizo presente en aquella sala donde intentaba acabar una historia un hombre.

-Papa, toma agua. –Dijo una de sus hijas dándole una botella.

-Ya estoy viejo para hablar tanto. –Wendy sonrió un poco triste. –Sonríe pequeña, no te preocupes por este viejo lobo. –Cogió el vaso que le ofrecía y le acarició poniéndole bien el pelo. –Tienes casi el mismo corte de pelo que ella.

-Tenemos en mismo pelo, pero diferente color. –Dejo al anciano beber y luego le retiro el vaso. –Dejaste la historia muy interesante.

-Losé, pero me obligaron a descansar. –Suspiro y se acomodo en la cama. –Estoy cansado de estar aquí.

-Nos diste un buen susto. –Le cogió la mano. –Papa... no vuelvas a asustarnos así. –El hombre vio como los ojos de su pequeña se volvían brillantes.

-Perdón, perdóname. –Apretó su mano y la otra la llevo a su cara. –No más sustos, ¿vale? –Se miraron y Wendy le abrazó. –Estás muy mayor, pero siempre serás la pequeña. –Ambos sonrieron.

-Papa, no me digas eso que me siento más joven y no lo soy. –Con sonrisa divertida le recrimino a su padre.

-Siempre seremos jóvenes, da igual la edad.

-Eso es lo que le dijiste a mamá cuando encontró su primera cana. –Sonrieron al recordarlo.

-Siempre era muy activamente escandalosa. –Entró su otra hija quien admiraba a sus familiares, le invitaron a sentarse a la silla del lado. –Papa, porque no continúas. –Dijo un tanto emocionada.

-Ya has descansado, ¿no? –Siguió Wendy cogiendo la mano de su hermana para darse fuerzas, cosa que amabas necesitaban y así poder ocultar lo que sentían tras una sonrisa cálida dirigida al hombre de pelo azul que reposaba.

El padre de ambas sonrió. Aun no sabía cuánto podían soportar viéndole de la forma en la que estaba.

-Los hombres estás descansando con los niño, ya casi todos saben la historia... -Quiso continuar pero algo la detuvo.

-Nosotras seremos tu público, sigue papi. –Wendy notó el lamento de Meredy al no poder acabar.

-Si mi público me reclama... -Sonrió y volvió a pensar. –Por donde estábamos....

Ya recuerdo...

En casa con Erza diciendo una frase que me dolió un poco, noté como una llaga se creaba en mi corazón.

-Eres mi primer amor. –Respiro profundo y me miró. –Pero eso no tiene nada que ver con lo que hace Jellal en mi vida.

Todo mal se me esfumo y noté como algo crecía en mí de nuevo, solo mirarla ya sabía que era...

-Simon, lo nuestro fue bonito y a veces muy doloroso... pero en su tiempo te quise y nunca lo podré olvidar. –Su mirada se centraba en los dos hombre y en como sonreía Simon.

-Al menos estoy en tus recuerdos. –Erza asintió.

No sabía que decir, estaba feliz y aliviado, pero algo dentro de mi quería alzarse pero ella termino...

-Estarás en mis recuerdos siempre... pero por desgracia lo malo tan bien. Tenía muchas heridas abiertas y más lo que te paso... -Se centro en relajarse y mirar sus manos. Erza abría su corazón para que pudiese entender de una vez como se sentía ella. – Me sentí herida y muy sola, me hiciste creer que ya no era mujer suficiente para algún hombre. –Sonrió. –Pero Jellal, me enseño que no era así, tengo que decir que fue un pesado muy insistente... -Sonreímos ambos. –Estaba harta de todo lo que me creía ser y cierto lobo obsesionado conmigo, me enseño a sonreír de nuevo, él me enamoró como nadie había hecho. Aunque suene como si fuese la típica frase... para mi, para definir a Jellal le viene muy bien.... –Me miró. –Eres el que me dio el sentido del amor y por eso creo que eres el amor de vida. Me ayudaste muchísimo y nunca te alejabas, tus idioteces me hacían entender cuanto quería perdonarte y volver contigo...

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora