Capítulo 1

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No veo nada, sólo oscuridad. Hay un olor húmedo. Escucho el sonido metálico de algo subiendo. Algo como un ascensor.
A mi lado distingo una figura humana, por las curvas de su cuerpo supongo que es una chica.
El ascensor se para, se abren unas puertas y la luz entra en esta especie de caja.
Un chico, que tendría unos dieciséis años, bajó.
- ¿Qué clonc...? - susurró. No entendí lo que había dicho.
Por detrás se oían voces de más chicos diciendo cosas como: "Es para mí."
Me di cuenta de que en mi espalda había algo, lo cogí y enseguida me di cuenta de qué era. Abanicos. Dos abanicos. Los abrí y parecían bastante afilados. El chico que abrió la puerta bajó a este "ascensor" y por instinto le apunté con las hojas de los abanicos.

- ¿Qué es este lugar? - pregunté sin apartar los abanicos.

- Eh, eh. Relájate pingaja. No te vamos a hacer nada.
Era un chico alto, rubio y con expresión dura.

- Que qué es este lugar. - Le repetí, sintiendo el enfado recorrer mi cuerpo.

- Esto es el Claro. Y baja eso. - Dijo señalando los abanicos. - ¿Te acuerdas de tu nombre?

- Sí, _____. ¿Y tú eres...?

- Gally. Sube fuera. ¡Eh cara fucos, ayudadme a subir a la otra y llamad a los mediqueros!

¿Mediqueros? ¿Cara fucos?
Salí del ascensor este y otros dos chicos bajaron para coger a la otra chica, que estaba desmayada. Alcé la vista y vi a unos cincunta chicos, más o menos, con su vista fija en mí.
Un chico negro de piel se acercó a mí.

- ¡Volved a vuestro trabajo! - Gritó y todos los demás obedecieron. - Hola, novata.

- Hola... No me llamo novata. - Él se rió y me dedicó una sonrisa.

- Perdona, soy Alby. Ven, acompáñame, te enseñaré esto.

Vacilé durante un segundo, pero al final le seguí.
Me dijo qué era cada cosa. Excepto una cosa: el interior de unas enormes puertas de piedra que rodeaban todo. Tampoco pregunté, tenía intriga pero me limité a escuchar lo que me decía.
En un silencio me di cuenta de que me había preguntado algo y no me había enterado.

- Perdona, ¿qué decías? No me he enterado. - Le dije.

- Que si estás de acuerdo con nuestras reglas.

- Eh... Dímelas otra vez por favor...

- Primera: pon de tu parte, no queremos pingajos que pierden el tiempo.
Segunda: nunca hieras a un clariano.
Y tercera, y la más importante: nunca cruces esos muros. - Miré hacia esos enormes muros.

- ¿Qué hay detrás de esos muros? - Él no respondió.

- Llamaré a Chuck y que te haga compañía. - Y se fue.
Me quedé durante un rato mirando hacia aquellos muros. La curiosidad que sentía era muy grande. Una voz que me llamaba llamó mi atención.

- Tú debes de ser _____, la nueva. La otra chica ha caído en coma... - Era un niño regordete, bajo y con los mofletes rosados.

- Sí, soy _____. Tú eres Chuck, ¿verdad?
- Sí, soy Chuck. ¿Tienes hambre? Podemos ir a comer algo si quieres.

- No... No tengo hambre...

Hubo un silencio en el que ninguno de los dos hablamos.

De repente Chuck habló.
- ¿Sabes? Cuando la otra chica y tú habéis llegado y Gally... - no llegó a terminar la frase porque le interrumpí.

- ¿Ese de antes se llama Gally?

- Sí.

- Ah, vale. Sigue diciéndome lo de antes.

- Que me ha extrañado mucho que sea así de amable contigo. Quiero decir, con Thomas no fue así...

- ¿Quién es Thomas?

- Ya le conocerás. Sinceramente, cuando vi que érais dos chicas las que subíais en la Caja temí lo peor por parte de Gally.

Sonreí sin motivo alguno. Tal vez porque me hacía gracia oír a Chuck hablar así.

- Te haces amigo de la gente muy rápido, ¿eh? - Le dije aún con mi sonrisa.

- Supongo. Pocos me aguantan.

- No digas eso. Seguro que muchos aquí te tienen cariño. - Le dije intentando sonar lo más amable posible.

Otro silencio. Se escucharon pisadas por detrás de nosotros y Gally apareció. Me dedicó una sonrisa breve y se fue. Miré a Chuck y me di cuenta de que me miraba con la boca abierta y expresión de sorpresa.

- T-Te ha sonreído...
- Sí... Eso creo... ¿Qué es tan raro? - Él soltó una leve risa y volvió a hablar.
- Nunca ha sonreído a nadie. Casi todos le odiamos, excepto sus amiguitos. ¡Y te ha sonreído!

<< ¿Y qué contesto yo a eso? >>

- ¿Acabo de ver a Gally sonriendo? - dijo un chico moreno de ojos marrones que se acercaba a nosotros. - ¡Eh pingajos! ¡A Gally le gusta la verducha! - gritó y todos los clarianos le escucharon y se dieron la vuelta, incluyendo Gally, que se acercó hasta Thomas con cara de enfado.

- Repite lo que acabas de decir. - Le dijo Gally a Thomas amenazadoramente.

- Que la verducha te gusta... Esa sonrisilla que le has echado te delata. - le contestó Thomas con aire vacilón.

- No me gusta pingajo. Sé quién es. Idiota. - Gally me miró durante unos segundos antes de volver a encarar a Thomas.

- ¿Cómo que sabes quién es? ¿A qué te refieres? - espetó Alby poniéndose al lado de Thomas.

- Cuando pasé por El Cambio la vi.

<< ¿El Cambio, qué es eso?>>

- Bueno, pues di quién es. - Dijo Thomas impaciente.

- Ella es mi hermana.

EL CLARO | [Newt y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora