Capítulo 8

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Abrí mis ojos a causa de la luz. Me senté somnolienta en la cama y me asomé por la ventana. Se veían unos pocos clarianos que se dirigían a la cocina de Alby, y un grupo pequeño de corredores que ya se dirigían a la entrada del Laberinto, esperando que se abriera. Decidí levantarme y darme una ducha, ya que en lo que llevaba viviendo en el Claro, no me había duchado.
    Cogí algo de ropa y entré al claustrofóbico baño. Dejé la ropa encima del váter, me quité el pijama, la ropa interior y me metí en la ducha. Encendí el grifo y solté un pequeño grito cuando el agua helada calló sobre mí.
– Madre mía, que fría.
   Me lavé el pelo y el cuerpo. Pero cuando iba a salir me acordé de algo.
– Ay madre, la toalla...  
   Salí y en unos segundos dejé el suelo empapado. Barrí el baño con la mirada, pero no encontré ninguna toalla. Andé con cuidado hacia la puerta, y como me esperaba, me resbalé. Me sujeté del lavabo y no me caí, pero por poco.
Me acerqué a la puerta y la abrí. En una esquina cerca de la puerta, vi una pequeña mesa que pasé por alto el día anterior. Cogí el pijama y tapé un poco mi cuerpo. Me acerqué con cuidado de no resbalar a la mesilla y abrí un cajón en el que había una toalla. La cogí, tiré al suelo el pijama y enrollé la toalla en mi cuerpo. Entré al baño de nuevo, me sequé y me vestí. Cogí un poco de papel para secar el suelo. Al acabar salí, doblé el pijama y lo dejé encima de la cama, y la ropa interior usada la dejé en el lavabo para lavarla después. Me peiné y salí afuera.
Busqué con la mirada a Chuck, Clint o Gally, pero no los encontré. Al final fui a la cocina a coger algo para desayunar. Le pedí a Fritanga una manzana, y me senté apoyando la espalda en un árbol. Al cabo de un rato Chuck se acercó a mí y se sentó a mi lado. Giré a verlo y por su cara deduje que acababa de levantarse.
– Buenos días – me saludó bostezando. Solté una pequeña risa y le devolví el saludo. -¿Has dormido bien en tu casita? - me preguntó con un ligero toque de ironía.
- Pues sí, muy bien.
    Me acabé la manzana y busqué una papelera para tirar el corazón, pero no encontré ninguna.
- Hay una bolsa donde tiramos esas cosas y luego hacemos abono para las plantas, puedes tirarlo allí - me gritó Chuck desde donde estaba sentado.
- Vale, ¿ y dónde está?
- Ven, yo te acompaño - se levantó, se encaminó al bosque y yo le seguí.
  El bosque me daba mal rollo, porque el sol no pasaba por las copas de los árboles y el bosque estaba en penumbra. Nos fuimos adentrando en él, pasamos por un cementerio hasta llegar a un pequeño espacio con tres bolsas gigantes. Tiré el corazón de la manzana y volvimos por donde habíamos venido.
- Voy a ver si está Clint en la Hacienda - le dije a Chuck y me alejé. En la entrada vi a Newt hablando con Alby. Me sonrío cuando pasé a su lado. Le devolví otra sonrisa, y entré en la Hacienda. Subí a la sala de los mediqueros. Allí encontré Jeff, que ni me miró al entrar ni me dijo nada.
- Buenos días - le saludé, pero hizo como si no me hubiera oído. Al cabo de uno o dos minutos salió de la habitación.
- ¿Qué le pasa a ese? - pensé en voz alta. Clint entró en la habitación y me saludó. Le devolví el saludo y le pregunté por Jeff.
- Déjalo, está así desde que peleamos. Ya se le pasará - me contestó.
  Un pitido inundó la habitación.
- La Caja, ya sube. Acompáñame, ______.
  Salimos de la sala y fuimos junto con los demás clarianos hacia la Caja. Bajamos los dos y cogimos dos cajas de cartón que contenían utensilios médicos. Volvimos a la sala de la Hacienda y dejamos las cajas en el suelo. Comenzamos a sacar las cosas de su interior y las colocamos junto a las demás.
Durante toda la mañana no vino nadie que necesitara nuestra ayuda, y por la tarde sólo vino un cocinero que se había hecho un corte en el dedo con un cuchillo. Cuando las puertas del Laberinto se cerraron, abandonamos la sala y bajamos junto con los demás a cenar. Busqué a Chuck, y lo encontré con otro chico. No había hablado demasiado con él, pero si no mal recordaba se llamaba Thomas.
- ¿Quieres venir conmigo a cenar? - pregunté a Clint. Me caía bien y me gustaba estar con él, así que pensé que a lo mejor le gustaría estar con Chuck, Thomas y yo aunque fuese sólo ese día.
- ¿Vas a estar con aquel par de dos, no? - me preguntó de vuelta con una ligera sonrisa dibujada en su rostro.
- Sí. ¿Vienes?
- De acuerdo.
  Sonreí y me acerqué a Chuck y Thomas, seguida de Clint.
- Pensaba que no vendrías, pingaja - me dijo Chuck. - No te he cogido un bocata por eso. Te toca ir tú a por él. Ah, hola Clint, no te había visto. - Éste le saludó también. Me encaminé a la cocina para coger un bocata y cuando lo recogí volví junto a Chuck y Thomas. Me senté con ellos, y a mi lado se sentó Clint. Cenamos mientras hablábamos y me contaban anécdotas de la gente antes de que viniese al Claro.
Cuando vimos que la gente empezaba a irse a dormir, nosotros decidimos irnos también. Clint me acompañó hasta la puerta de mi cabaña, y cuando llegamos me giré para despedirme de él.
- Buenas noches - me despedí sonriendo.
- Buenas noches, ______ - me dijo, me dio un corto beso en la frente y se fue.
Entré a la cabaña, me puse el pijama y me metí en la cama. Me quedé pensando en Clint y en el beso que me había dado, y me dormí con ese recuerdo.

EL CLARO | [Newt y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora