Capítulo 9

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Me desperté dando un respingo. Intenté volver a dormirme, pero no podía. Todavía era de noche, aunque un leve rayo de luz del sol dejaba ver que pronto amanecería. Como no podía dormir, decidí levantarme. Me quedé un rato de pie, sin moverme, pensando en qué podía hacer. Al final decidí ordenar la habitación.
Puse la mesita donde encontré las toallas a los pies de la cama. Abrí los tres cajones que tenía. Dos tenían toallas, el primero dos grandes, que supuse que eran para el cuerpo. El segundo toallas pequeñas, que pensé que eran para el pelo. El tercero tenía dos pequeños botes, en uno ponía gel y en el otro champú. Cogí de la caja con la que vine las compresas y eso y lo guardé en el tercer cajón. Saqué la poca ropa que había en la caja, la doblé con cuidado y la ordené por montones, pantalones por un lado y camisetas por otro. Las toallas pequeñas las puse en el primer cajón, y la ropa interior la puse en el segundo cajón. Me asomé por la ventana y vi que ya había amanecido.
Me levanté, y justo en ese momento noté un líquido cayendo por mi entrepierna.
-- Mierda...
Cogí rápidamente un tampax y ropa y me metí al baño. Me quité el pijama y las bragas manchadas, y al ir a lavarlas, vi en el lavabo la ropa que dejé olvidada el día anterior. Suspiré y las dejé en el suelo. Me puse el tampax, me extrañó saber cómo usarlo y que no me diese cosa hacerlo, pero ignoré ese sentimiento. Me vestí lo más rápido que pude y lavé la ropa que había en el lavabo. Cuando acabé lavé las bragas, y las dejé junto con la ropa extendidas en el lavabo y el váter para que se secaran. Salí del baño, hice la cama y dejé el pijama debajo de la almohada.
Salí de la cabaña, pero no fui a desayunar porque la barriga me dolía horrores. Me dirigí a la Hacienda directamente, y por el camino vi a Newt.
-- Buenos días -- me saludó con una sonrisa.
-- Buenos días, ¿qué tal va tu herida? -- pregunté, ya que no había tenido antes oportunidad de hacerlo.
-- Muy bien, ya no me duele. Oye, tengo que irme, después hablamos -- me sonrió y se fue.
-- Adiós -- le dije, pero no estaba segura de si me oyó o no.
Retomé mi camino hacia la Hacienda. Entré a la sala de los mediqueros, y, como de costumbre, me encontré con Clint.
-- Hola -- me dijo alargando un poco la "a".
-- Hola. ¿Tampoco viene hoy Jeff? -- le pregunté divertida.
-- Dudo mucho que venga. Por si te interesa, hoy nos hemos vuelto a pelear.
-- ¿ En serio? -- le pregunté riendo levemente.
-- Sí. Decía que a lo mejor dejaba de trabajar conmigo. Que como parecía ser que te prefiero, que él se iba y tú te quedes.
-- ¿Lo decía en serio?
-- No, qué va. Creo que está celoso -- me contestó riendo. -- Aunque si te soy sincero, prefiero hablar contigo a solas que con él de por medio molestando.
Sonreí ante su comentario, y sentí un pequeño cosquilleo en la barriga. El dolor se me había olvidado, pero en cuanto me acordé la barriga volvió a dolerme. Esa mañana tampoco hubo mucho que hacer. Sacamos todo el material para ordenarlo. Como eso nos llevó tiempo, comimos en la sala. Al acabar nuestro trabajo, yo me senté en una silla y Clint en la cama. No dijimos nada, nos quedamos en silencio, cada uno mirando hacia un lado. Pasó un buen rato, y pensaba que Clint se había dormido. Giré a verlo y seguía despierto. Nuestras miradas chocaron, pero ninguno dijimos nada.
Winston entró con una herida en la muñeca que le hizo un cerdo al morderle. Le curé la herida y se la vendé, bajo la revisión de Clint, que me corregía si hacía algo mal. Cuando Winston se fue, volvimos a nuestros sitios en la silla y en la cama. Cuando estuve incómoda me senté en la cama, al lado de Clint.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? - le dije sentándome.
- Claro - dirigió su vista hacia mí.
- ¿Por qué prefieres que esté yo a que esté Jeff?
- Por esto - contestó reclinándose hacia mí. Antes de poder reaccionar me besó. Me sorprendí, pero aun así no me separé. Escuché la puerta abrirse y los dos nos separamos al instante y nos giramos hacia la puerta. Gally estaba allí de pie.

- Perdón, ya me voy - dijo, y en su voz escuché un deje de enfado. Cerró con un portazo y lo oí marcharse. Noté que mis mejillas se teñían de rojo. Miré a Clint y nuestras miradas chocaron. Me reí suavemente y él hizo lo mismo. El día trancurrió normal, hasta que salí de la Hacienda y me encontré con Gally. Se acercó a mí y vi en su cara el reflejo de un cabreo.
- ¿En serio? ¿Con ese gilipullo? - me dijo enfadado.
- ¿De qué hablas? - le contesté haciéndome la tonta, pero sabía perfectamente a qué se refería.
- A Clint. Ni se te ocurra volver a besarte con él.
- ¿Por qué? - me puse a la defensiva. Él se limitó a bufar y se alejó. Me quedé mirándole hasta que lo perdí de vista.
Giré para ir hacia mi cabaña, y me encontré con Newt, que se dirigía hacia donde Gally se había ido. Me miró durante un segundo, pero apartó la mirada cuando se cruzó conmigo.
<<¿Por qué parece que ahora todo el mundo está enfadado conmigo?>>
Llegué a la cabaña. Me puse el pijama y me tumbé en la cama mirando al techo. No tenía nada de sueño, y no podía quitarme de la cabeza el enfado de Gally. La rabia invadió mi cuerpo y me cabreé yo sola. Me dije a mí misma que ya no volvería a hablar con Gally, que pasaría de él, y luego me vino a la cabeza Newt.
- Ojalá estuviese aquí la otra chica y pudiera hablar con ella - pensé en voz alta.

EL CLARO | [Newt y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora