Capítulo 4

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En cuanto las puertas se cerraron y dejé de ver el Claro, todo a mi alrededor se esfumó por unos segundos. No sabía qué hacer. Tal vez no hubiera nada que hacer, simplemente sentarme y esperar la muerte.
<< No, no puedo hacer eso, no puedo rendirme tan fácilmente.>>
Sonidos metálicos se escuchaban en la lejanía, y cada vez se iban acercando un poco más.
<< ¿Me quedo aquí, y si algo viene me defiendo, o me adentro un poco más a ver si me puedo poner a salvo?>>
Tras unos segundos pensando, decidí no alejarme mucho de la puerta. Encontré un gran muro con una pequeña cavidad y llena de enredaderas. Perfecta para esconderme. Ahora mismo me encantaría poder estar en el Claro, hablando con Chuck y Thomas. Y tal vez con Newt.
<<Concéntrate, ______.>>
Escuché un chirrido a mi derecha y me asomé un poco para ver de dónde provenía. Vi una gigantesca especie de araña con brazos metálicos, carne flácida verde, algún que otro pelo y una sustancia viscosa que le caía de lo que supongo que es la boca. No recordaba nada que fuese tan asqueroso como esi, y estoy segura de que nunca en mi antigua vida había visto nada igual. Se iba alejando, dirigiéndose hacia el camino por donde había venido. Un olor como a gasolina quemada invadió mi nariz y me hizo estornudar. Esa cosa pareció haberme escuchado, pues se dio la vuelta y vino corriendo hacia mi escondite. Se paró justo en frente de la pequeña cueva. Parecía que mi corazón quería salírdeme del pecho. El olor ahora era más fuerte que antes, pero si no contenía las ganas de estornudar, esa cosa me mataría.
<<¿Y ahora qué?>>
Le devolvería la vida a Ben para poder matarlo otra vez de la manera más dolorosa posible. A saber cuánto tiempo llevaba ya dentro de este laberinto. Y a saber cuánto quedaba para que las puertas se abrieran.
La gran araña retrocedió un poco, quedando su cabeza a mi altura. Aproveché ese momento para saltar sobre ella y cortarle la cabeza con uno de mis abanicos y salir corriendo. Corrí hasta que mis piernas no pudieron aguantarlo más. No sabía si me había perdido o no. Me senté apoyándome en un muro, aunque tovadía alerta, pero para poder dejar descansar mis piernas y seguir corriendo. Escuché el chirrido metálico de antes.
<< ¿¿Otra más?? >>
Me levanté corriendo, con los dos abanicos abiertos, uno en cada mano. Por detrás de mí apareció otra araña metálica. Di un grito y retrocedí unos pocos pasos.
<< No puede ser. Te había matado.>>
Era la araña a la que le había cortado la cabeza, o eso pensaba. Le había hecho un corte, pero no la maté. Del corte manaba un líquido verde y viscoso. Me dieron ganas de vomitar, pero no había tiempo para eso si quería que esa araña no me matase. Los nervios aumentaron de golpe, y me quedé paralizada cuando la gran cosa metálica se acercó corriendo a mí. De su cuerpo sacó varios brazos más, algunos con cuchillas, otros con cosas que no pude distinguir. Salí corriendo en dirección contraria de donde había aparecido la cosa, y la araña comenzó a perseguirme. Me tropecé y caí al suelo. La araña me había alcanzada y ahora estaba encima de mí intentando matarme con sus brazos metálicos. Me defendía como podía, con los abanicos en mis manos, cortándole la carne a la bestia. Al final la hoja de mi abanico le corto un brazo a la araña, y por suerte tenía una cuchilla. La usé contra ella y se la clavé hasta atravesarla. Esta vez sí que la había matado. Me alejé corriendo. Un pensamiento de que volvería a la vida se me pasó por la cabeza, y no me gustaría estar ahí para verlo.
Tras un largo rato andando por los muros, otro chirrido se escuchó, un poco más lejos que los anteriores, pero aún así cerca para lo que me gustaría que estuviera de lejos.

- Mierda. Otra no por favor. Que se acabe ya la noche. - Susurré. Lo último que quería era toparme con otra araña.
Fui andando, procurando hacer el menor ruido posible hacia donde intuía que estaría la salida. Pero a medio camino me topé con otra araña, como era de esperar, ya que mi suerte es así de buena. Sacó de su cuerpo más brazos, como la otra, pero ella no esperó a nada, sino que directamente fue a atacarme. Y dio en el blanco. Atravesó mi muslo con un brazo suyo, y no pude reprimir un grito de dolor. No podía mover la pierna, me dolía demasiado, pero si no hacía algo moriría.
<<Ya estoy muerta.>>
La araña volvió a clavarme otro cuchillos de su brazo, pero esta vez en el brazo y a lo largo, sin atraversarlo. Volví a gritar. No podía reaccionar, me dolía todo el cuerpo y estaba muy cansada. De repente, al fondo se oyó un ruido, algo pesado moviéndose. La araña huyó, como asustada, dejándome sola. Una oleada de esperanza recorrió mi cuerpo. El sonido se escuchó muy cerca. Corrí hacia donde se oía el sonido. En una esquina, un pequeño y fino río de sangre se arrastraba por el suelo.
<< ¡La sangre de Ben! ¡Las puertas se han abierto! >> Pensé con todo el entusiasmo que pude reunir. Me acerqué cojeando y vi el cuerpo sin vida de Ben. Pero las puertas seguían cerradas. Y vi otra cosa, una araña cogiendo el cuerpo y llevándoselo. Por suerte no se percató de mi presencia.
<<¿Cuanto tiempo queda?>>
En los muros de las puertas había muchísimas enredaderas, así que decidí  sentarme y esconderme con las enredaderas. Me costaba respirar y el corazón me iba a mil por hora. Me quedé allí sentada un buen rato, escuchando los chirridos familiares de las espantosas arañas. Otra araña, más grande que las demás, pasó por delante de mí, pero seguió andando por el largo pasillo. Pasó otro largo rato, que me parecieron cuarenta horas, en las que los sonidos metálicos cesaron, ninguna araña pasó por en frente de mí ni tampoco se acercaron. El brazo y mi pierna no dejaron de sangrar en ningún momento. Estaba mareada y la cabeza me dolía horrores. Sentí un movimiento en mi espalda y un sonido fuerte retumbó en mis oídos. Me levanté. No sabía si reír o llorar. Las puertas se estaban abriendo. Cuando estaban abiertas del todo, vi a un pequeño grupo de chicos corriendo hacia aquí.
<< Los corredores. >>
Me acerqué como pude hasta la puerta. Cuando me vieron se pararon en seco por la sorpresa, pero al segundo volvieron a empezar a correr. Pero ya no aguantaba más, me desplomé en el suelo y me dejé morir.

EL CLARO | [Newt y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora