Estábamos en el supermercado, cada uno tenía un carrito, en varías ocasiones nos encontrábamos y guiñábamos un ojo como señal de que el plan iba en buen camino. Mi carrito ya estaba repleto, así que, como decía el plan, tenía que hacer la fila.
Me sorprendí al encontrar a todos los chicos delante de mí. Los observé a todos, cada uno tenía un disfraz distinto:
Ian parecía un mayordomo. A él no le gustó la idea de vestirse así, quería ser un cantante de rap, pero Noah no se lo permitió.
Dallas estaba disfrazado de un hombre millonario, sólo eran apariencias.
Noah, él era un "policía" con barba. Algo irónico ya que estamos por asaltar esta tienda.
Y yo, yo era un vagabundo. Los chicos decidieron cubrir mi rostro totalmente ya que, si mi padre se enteraba, sería mi fin.
Era el turno de Ian en la caja, todos nos acercamos a él y depositamos la mercancía en la pequeña caja registradora. No podía ver muy bien, tenía unos lentes de sol que cubría mis ojos. Dallas dejó caer una barra de chocolate, la levanté y mis lentes cayeron, los dejé ahí y me incorporé.
Miré detalladamente a la chica de la caja, me parecía tan familiar, sus ojos, su pequeña nariz, ella... Me está mirando, no, no, no. Nadie puede verme, ella no quitaba sus ojos de mí.
Tosí. ―¿Ocurre algo? ― intenté ocultar mis nervios.
Ella negó. ―No, pero... Nada, pensé que eras alguien más. ― siguió con su trabajo.
Suspiré aliviado. Miré a los chicos, por poco y con su saliva se podía hacer un mar. La chica de la caja habló: ― ¡Wow! Llevan muchas cosas― rió. ― , ¿se van de viaje o algo así? ― todos negamos, Dallas tosió e Ian intentaba que parara.―Disculpe, ¿se encuentra bien? ― observó preocupada a Dallas, él asintió.―Que bueno, si seguía tosiendo iba a decirle a su mayordomo que fuera por algo de agua.
Nuestras miradas viajaron hacia Ian, todos empezamos a carcajear mientras le señalábamos. Sabíamos que estaba furioso, podía verse en el color rojo que empezaba formarse en su rostro. Ian fulminó con la mirada a Dallas y luego a nosotros.
―¿Falta mucho?― Noah agravó aún más su voz y habló.
Nuestra linda cajera negó.―Aun faltan muchas cosas, recién empiezo.― se carcajeó.
Esa risa, la manera en la que toca su oreja cada vez que ríe... ¿Dónde la conozco? Sentí la mirada de alguien, la observé, era ella, aún no dejaba de mirarme. Pasaron algunos minutos y la gente empezaba a molestarse. Algunos insultaban a la chica, decían que no hacia bien su trabajo, otros nos insultaban a nosotros.
―¿No ven que aún no terminamos? ¿¡Eh!?― grité. Recordé que mi voz no puede ser descubierta, así que tosí.
―Listo, chicos.― la cajera habló.― Sólo dejen que la máquina calcule el total y...― hizo una pausa.―Dos mil novecientos pesos.― nos miró a todos.― ¿Con tarjeta o efectivo?
Mientras ella hablaba los chicos guardaban todo en bolsas, cuando terminó, toda la comida estaba embolsada y los chicos listos. Cada uno tenía unas cinco bolsas en cada mano, sonreímos y caminamos lentamente hacia atrás.
―¡Gratis!― gritamos a coro salimos corriendo.
Las bolsas estorbaban, pero igual íbamos demasiado rápido. Reí, sentí la adrenalina correr por mi cuerpo, se sentía genial, me sentía vivo. Llegó el momento de separarnos, miré hacia atrás, tres guardias de seguridad venían detrás de nosotros. Miré a los chicos alarmados.
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Enamorado de la Vampiro
RomanceEsta historia NO trata sobre vampiros. Prohibida su copia o adaptación®