Capítulo 20

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Narra Yu Kwon

No estoy acostumbrado en dormir en el suelo, sólo lo hice una vez cuando mis padres y yo fuimos a visitar a unos tíos míos fuera de la ciudad y tuve que dormir en el cuarto de mis primos en una colcha. Sin embargo en ésta oportunidad dormí más cómodamente, la calefacción estaba en una buena temperatura y la cobija que tenía por encima me abrigó lo suficiente para estar bien calientito durante la noche, pero temprano por la mañana el frío atacó y me hizo despertar. Había claridad pero el sol aún no salía, parecían ser las seis de la mañana y aún faltaban horas para mi clase, no sé para la de Ji Ho. Me revolví en la colcha hasta quedar boca arriba y lo primero que vi al abrir los ojos fue la mano de mi amigo frente a mi cara la cual colgaba fuera de la cama. Él aún seguía durmiendo. Nunca me puse a detallar sus manos pero ahora que la tenía tan cerca me di cuenta que eran realmente muy delicadas, sus dedos eran delgados y largos como los de un pianista y no sé de donde me nacieron ganas de tocárselos. Con mis yemas rocé las suyas levemente, lo hacía una y otra vez como si eso me hubiese extasiado, como si fuese un gato jugando con esos juguetes que son una vara que en cuyo extremo cuelga una cuerda con plumas en la punta. Me detuve en lo que hacía y lentamente entrelacé mis dedos con los suyos sin cerrar la mano pero él se encargó de hacerlo. No sé si se dio cuenta o fue un acto reflejo pero lo cierto es que tenía atrapada mi mano y yo ahora me daba cuenta de la locura que hacía y temía porque despertara de verdad y viera lo que hice.

Maldije por dentro.

Me incorporé un poco para mirar por encima del colchón y Ji Ho estaba acostado boca abajo pero su cara estaba en dirección hacia mí por lo que pude ver que aún seguía durmiendo. Lo sabía porque tenía la boca entreabierta y babeaba la almohada. Reí en silencio ante eso.

Con mi otra mano estiré uno a uno los dedos de Ji Ho para abrir su mano y poder liberarme. Mientras lo hacía y cuando terminé, él no se inmutó, aún seguía profundamente dormido. Aunque no se veía de lo más hermoso durmiendo junto con la baba que salía de su boca y su rostro grasiento, incluyendo también el cabello que parecía un puerco espín, no pude apartar mis ojos de él. Me preguntaba cómo se sentiría al tener un día más de vida después de que estuvo tan cerca de la muerte y como me sentiría yo si lo peor hubiese pasado y me despertara para darme cuenta de que no fue una pesadilla y ya Ji Ho no estaba con nosotros. Probablemente estaría llorando en la soledad de mi cuarto y deseando morir porque él me importa mucho, es mi único y mejor amigo, aquel que fue mi luz cuando estaba perdido pero que ahora se ha debilitado. No quiero que esa luz se extinga y me encargaré de que brille de nuevo. Ahora es mi turno de compensarle todo lo que me ha brindado.

Ji Ho frunció el ceño y luego arrugó la nariz; cerró la boca y se revolvió un poco. Ya estaba despertando. Yo volví a acostarme, posé ambas manos en mi abdomen y cerré los ojos para que pensara que seguía durmiendo. Me di cuenta que parecía la bella durmiente o Blancanieves así que dejé un brazo a un lado de mi cuerpo. No sabía si Ji Ho se había despertado o no porque no escuché que dijera alguna cosa o que se levantara de la cama, quizás al ver lo temprano que era decidió dormir más pero de repente sentí un ligero roce en mi mejilla que me causó cosquillas. Por un segundo pensé que sería un cabello o algún insecto así que estaba a punto de quitármelo pero pude percibir lo que era. Ji Ho acariciaba suavemente mi cachete con la yema de su dedo, me rozaba las pestañas y peinaba mis cejas delineando su forma. Yo intentaba no moverme ni hacer alguna cosa que le hiciera darse cuenta que estaba despierto para que no se sintiera apenado pero quería que se detuviera pues estaba comenzando a ponerme nervioso; sentía espasmos en mi estómago. Por un momento pensé que iba a dejar de hacerlo pero las cosas empeoraron cuando su dedo viajó a mis labios y los acarició. Creo que el frío que tenía ya se me había quitado y mis mejillas seguro estaban rojas. Por dentro pedía a grito que dejara de hacer eso pero sin embargo su tacto me gustaba, me alteraba pero me agradaba, me hacía desear que no sólo fuera la yema de su dedo la que los rozaba. Me estaba volviendo loco, no sabía por qué de repente sentía eso y por esa razón es que quería que parara.

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