Prólogo*

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16 de agosto de 1815

—Es muy guapo, ¿verdad?

—Oh, claro que lo es Danielle.—dije, sin dejar de observar.

—Ya deberíamos de volver, nuestros padres se preocuparán de no vernos.

—Un rato más, no seas así, apenas lo hemos encontrado.

—No, ya estuvimos mucho tiempo aquí escondidas, Camille.

—No seas mala.—hizo un puchero.—¿Por favor?

—Dos minutos más. ¡Eso es todo!—me contestó ante mi inconformidad.

Volvimos a agacharnos, así podíamos seguir observando a aquel caballero tan apuesto, a pesar de que estaba con otra dama conversando, alejados de todos, al igual que nosotras.

Volteé a ver a Danielle, que tenía cara de querer estornudar, lo cual no era bueno, ¡nos iban a descubrir!

—No, Dani no.—susurré con nervios.

Estornudó. Haciendo que ellos voltearan a todos lados, buscando de dónde provenía aquel estornudo.

—Oh no, Danielle, nos han descubierto.

—No, aún no nos ven.—dijo sobando su nariz.

—Pues estamos aquí escondidas.

—Creo que son estos arbustos que me han dado alergia.—siguió, rascando un poco su nariz.—Enserio Camille, debemos volver.

—Vete tú si quieres, yo me quedo.

—Me da miedo, ¡el camino de regreso es muy oscuro!

—Entonces aguanta un poco más tiempo.

—Regresemos ahora mismo, es incorrecto.

—Eso no decías hace unos momentos.

Empezamos a discutir, por lo que no nos dimos cuenta cuando nuestra madre se paró detrás de nosotras, hasta que la escuchamos carraspear, lo que nos hizo dar un salto del susto.

—Niñas.—volteamos asustadas, poco a poco.

—Ma-má... yo le dije pero ella no me hizo caso, enserio, debes de creerme, tú sabes que yo nunca te mentiría...—empezó a explicar Danielle, a lo que la volteé a ver ofendida.

—Danielle y Camille, vámonos ahora mismo, si no quieren que su padre se entere de esto.—nos dijo enojada.

—¡Es injusto!—me levanté de mi lugar. Volteé hacia donde unos instantes se encontraba el caballero y la dama, pero ellos ya no estaban.—¿Dónde están?

—¿Quiénes?—preguntó curiosa mi madre, ayudando al mismo tiempo a Danielle a levantarse.

—Pues los que estaban allí sentados.—señalé el lugar donde estaban anteriormente.—Pero ahora se han ido, al parecer.

—Seguro los espantaste.

—Cállate Danielle.

—No le hables así a tu hermana.

Disimuladamente, rodé los ojos.—Vayan yendo, olvidé mi collar allá.

—¿Por qué te andas quitando tu collar? Ay Camille, ¿cuándo aprenderás?—dijo mi madre, con una mano en la cintura.

 —Lo siento mamá, vayan adelantándose, yo las alcanzo.

—Vamos Dani.  No te vayas a otro lugar Camille.—advirtió.

—No, mamá.

Observé a ambas irse por aquel camino poco iluminado, de regreso a la casa de los Hamilton, mis tíos.

Después de que desaparecieron de mi vista, volteé nuevamente a la banca. Suspiré cansada, ya quería regresar a casa, había sido una larga noche, había bailado mucho y mis pies dolían, al igual que mi garganta, por la fuerte música, tuve que gritar para ser escuchada por mis acompañantes de baile. 

Tomé mi bolsita, donde guardé mi collar, y lo coloqué en mi cuello nuevamente, odiaba ese tipo de collares, apretados, me asfixiaban. A mi madre y a mi tía les encanta, siempre nos compran los mismos estilos de collar.

Resignada, iba a caminar de regreso a la casa de los Hamilton, pero una sombra de mi lado derecho, llama mi atención, así que volteé rápidamente, donde con asombro, me encontré al caballero que, hace unos momentos, espiaba junto a mi hermana. 

—Señorita Britt, ¿qué hace en este lugar sola y sin acompañante?—preguntó con voz fuerte y muy varonil, lo que me gustó. A pesar de la poca luz que había, más que la luz de la luna, pude ver aquellos ojos grises, que sentía como si me atravesaran cual flecha de hielo. LA mirada que me daba era  fría y dura, se veía algo molesto. Pude verlo mejor, era el Duque de Wellington, Damien Becher.

—Señor Becher.—hice una reverencia.—Estaba aquí hace unos momentos con mi hermana y mi madre, pero ahora mismo me iré, con permiso.—hice nuevamente una reverencia para retirarme, pero él me lo impidió. Me tomó de mi brazo derecho y se acercó a mí, más de lo correcto, acelerando mi corazón.

—Antes de que se vaya...—inició, con voz baja, cerca de mi oído.—...quisiera preguntarle el porqué me estaba observando, usted y su hermana.

Definitivamente es culpa de Danielle.—Oh usted está equivocado.—inicié, ocultando mi nerviosismo.—Nosotras buscábamos paz, lejos del ruido. Sólo que ustedes estaban allí, ocupando nuestra banca.

Arqueó una ceja.—Vaya respuesta.—dijo con poca gracia.—Espero volverla a ver, señorita Britt.

—¡Camille!—Escuché la voz de mi padre, pero fue muy tarde para reaccionar. Ambos volteamos hacia donde provenía la voz, pero ya nos habían visto, el uno muy cerca del otro, más de lo permitido. Mi padre y el señor Hamilton, tenían detrás a algunos sirvientes, que miraron con asombro al momento de alumbrarnos con las velas en mano.—Camille...—dijo mi padre al ver nuestra posición, y su cara demostró decepción, tristeza y algo de enojo.

—Demonios.—Fue lo que susurramos, viendo como más personas se acercaban a presenciar tal escena.

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Editado el 01/junio/2020. 

Defender Mi Honor (D.M.H. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora