27 de septiembre de 1815
Levanté mis orbes azules y examiné cada rincón del lugar donde estaba mientras seguía dibujando.
Mis labios ardían aún de aquel tacto, aún lo sentía, sus labios junto con los míos; era difícil de olvidar. Pero cuando menos lo esperé, mi mano sin detenerse, fue hacía su mejilla, alejándolo de mí y haciéndome recapacitar y salir de aquél hechizo en el que él me atrapó. Al principio me quedé tan sorprendida como él, que no fui capaz de salir corriendo antes de que él saliera del asombro, por lo que me lleve unas cuantas miradas asesinas de su parte, pero para mi suerte, yo soy más pequeña que él, así que logré escapar con facilidad de las garras de la bestia.
Escuché que tocaron a mi puerta, así que dejé de lado mi cuaderno y me senté recta a esperar.
—Pase.
Vi a Amélie pasar. Hizo una reverencia y empezó a hablar.—Señora Becher, lamento interrumpirla, pero ha llegado una carta desde Hamilton.
Mi tía Caroline.—Gracias Amélie.—le agradecí al recibirla.
—No se preocupe, con permiso.—dijo e hizo otra reverencia y se marchó.
En cuanto cerró la puerta, abrí aquella carta, donde preguntaba cómo estaba, con toda la tristeza que tenía, puse en respuesta que todo estaba bien, nada malo había ocurrido.
Suspiré al terminar de escribir y dejé a un lado todo, mientras salía de mi salón e iba fuera de casa.
Caminé hasta llegar a la puerta trasera de la casa, por donde salían todos, así que yo también saldría, pondría mucha atención para no perderme, y menos con las situaciones que están ocurriendo en mi vida por estos momentos.
—¿Señora Becher?—¿Es que, no se puede estar sola un momento?
Me di la vuelta y vi a la señora Collins, así que sonreí.—Hola, sólo salía para caminar un poco.
—Tenga mucho cuidado.—se acercó más. Allí vi que traía una canasta entre sus manos.—Wellington es muy grande, y usted aún no conoce el terreno, se puede perder.
—Sólo andaré aquí, muy cerca, gracias por preocuparse, señora Collins.
—Si usted gusta, puedo llamar a alguna de sus doncellas, ellas conocen bien el terreno y...
Rápidamente la pare.—Muchas gracias, pero no es necesario. Me gustaría pasear sólo un momento y no interrumpir a nadie.
—Está bien.—aceptó con una sonrisa.—Con permiso.—hizo una reverencia y se fue con la canasta en manos.
Le devolví la sonrisa y caminé nuevamente.
Vi un pequeño jardín cerca de la entrada trasera, así que fue a ese al que fui. Mis ojos viajaron por todo el lugar maravillados de lo que veían; las plantas eran hermosas, jamás las había visto en mi vida, de muchos colores. Me adentré más, sin saber por donde caminaba, hasta que choqué con un árbol que me hizo caer sentada.
Me agarré la cabeza por el golpe y levanté la mirada, encontrándome con un árbol, ¿quemado? El árbol parecía quemado, como si le hubiesen encendido fuego o algo así. Me levanté del suelo e ignoré lo que vi, me di la vuelta dispuesta a regresar pero, ¿por donde? Miré los tres caminos que había frente a mí. ¿A quién demonios se le ocurría hacer ese tipo de jardines? Fruncí el ceño y miré el suelo, donde vi mis pisadas, lo que me salvó de estar perdida. Así que seguí mis pisadas que se veían poco en el suelo y apenas así pude llegar, aunque debo de decir que al salir de aquel jardín, la curiosidad se instaló en mí, pues quería regresar y ver que más ocultaba allí.
ESTÁS LEYENDO
Defender Mi Honor (D.M.H. 1)
Ficción históricaAnte la sociedad londinense, la vida de Camille y Danielle Britt era perfecta, ambas hijas del Marqués de Winchester, para quien sus hijas gemelas eran sus más preciadas joyas. Pero un día en el baile de los Hamilton, el honor de una de sus hijas es...