Capítulo 16*

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9 de septiembre de 1815

Qué dolor de cuello.

Qué dolor de espalda.

Me duelen los ojos.

Me duele el corazón.

Suspiré cansada, y me senté en la cama. Me había quedado dormida en la misma posición que Damien me había dejado. ¿Cómo pude llegar a pensar que él podría cambiar?

Con dolor en el cuerpo, me levanté enrollada en la sábana, ahí me di cuenta de que aún era muy temprano, pues el sol no se veía y en la casa no se escuchaba ruido alguno.

Caminé hacia el espejo, que era de cuerpo completo y dejé caer la sábana revelando mi cuerpo. Tenía marcas rojas en la cintura; tenía moretones y ambas mejillas rojas, pues Scott me había golpeado fuertemente las dos. Mis ojos estaban rojos de tanto llorar; la garganta me ardía de haber gritado, pero mi corazón, de haber creído en una persona, que podía ser más comprensivo...

Limpié la lágrima que había salido sin poder detener. Me agaché por la sábana que había dejado caer y me enrollé nuevamente, para regresar a la cama, en donde me senté y observé por la ventana. La puerta de la ventana seguía abierta, al igual que habían pequeñas manchas de sangre por el suelo.

Me volví a levantar y fui al armario para vestirme. No dejaría que la vieran así, hasta que las marcas se hubiesen ido. Agarré un vestido cualquiera y me puso las medias, después el vestido, sin corsé.

Me senté frente al espejo y cepillé mi cabello. No sabía mucho de peinados, así que sólo me hice dos pequeñas trenzas que uní detrás de mi cabeza, con unas pequeñas pinzas. Puse un adorno de flores pequeño y traté de disimular aquellas marcas de en mi cara, sacando el polvo de arroz de un cajón del tocador y lo puse sobre mi cara. Poco a poco, se iba disimulando el tono rojizo que habían adquirido mis mejillas por aquellos golpes. Me dolía un poco, pero no le tomé importancia. Fui hacia el baño, donde enjuagué mi boca, pues tenía un sabor metálico.

Cuando terminé, salí y vi el cielo, donde el sol ya había salido. Empecé a escuchar movimiento por la casa, empezaban a levantarse.

Vi la llave tirada, así que la recogí, tuve un poco de dolor al levantarme y vi mis muñecas marcadas igualmente. Fui y abrí la puerta salí y caminé escaleras abajo para salir de casa e ir a uno de los jardines que estaban un poco alejados de allí. La lluvia había parado, pero el cielo seguía oscuro.

Caminé y llegué. Me senté en el suelo, en uno de los árboles y cerré los ojos.

Me sentía observada, pero al abrirlos no vi a nadie, por lo que los volví a cerrar.

***

—¡Camille Britt!—escuché que me gritaban, por lo que de un salto, me puse en pie. Sacudí el lodo seco que tenía mi falda. Levanté la mirada y vi a mi madre acercarse a mí enojada, seguida por la señora Hathaway.

—¡¿Cómo te has atrevido niña?!

—¿De qué me hablas?—pregunté desorientada, una vez estuvo frente a mí.

—¡Te has ido de la casa! ¡Tu prometido no ha parado de buscarte!

Ah... él.—Lo siento.—dije para calmarla.

—¡Pero cómo es posible!

—Lo siento, me he levantado temprano y vine a recorrer los jardines, me dio un poco de sueño y ya, aquí estoy.

—Debes de ir a pedirle disculpas a el señor Becher y a tu padre. Al igual que a su familia.

¿Qué? ¿se ha vuelto loca?—Está bien.

Defender Mi Honor (D.M.H. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora