Capítulo 32*

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28 de octubre de 1815

Me miré una vez más en el espejo y toqué mi cabello rojizo, mientras Amélie me ajustaba el corsé aún más.

Miré a través del espejo como algunas lágrimas salían de los ojos de Amélie, lo que me preocupó.—¿Amélie? ¿Estás bien?

Se limpió las lágrimas.—Sí. No se preocupe por mí, milady.

—Puedes decirme lo que quieras.—le sonreí.

—Gracias...

Después de eso, caminé junto con ella hacia el salón donde quedé de encontrarme con Clarisse.

Bajamos las grandes escaleras del hotel, y caminamos al salón donde ya estaba Clarisse con su doncella, una joven de unos quince años.

—Señora Miller.—hablé.

—Que bueno que ha llegado, señora Becher.

—Es un placer. ¿Vamos?

—Claro.

Y ambas caminamos a nuestros carruajes.

Me subí al mío y Amélie detrás de mí.

—Señora Becher.—me habló mi doncella después de unos minutos de camino.

—¿Sí?

—Yo... Bueno...—la vi nerviosa jugando con sus dedos y la mirada en otros lugares.—U-ustedes me han tra-tratado muy bien, y se los agradezco mucho, enserio, pe-pero y-yo me preguntaba, me preguntaba s-si u-usted...

Agarré sus manos y le di una sonrisa.—Amélie, dilo solamente. No me enojaré y trataré de ayudarte en lo que pueda.

—N-no es nada económico milady, es algo más...

—Trataré de ayudarte en lo que pueda.

—El día de ayer que usted me dio permiso de ir a visitar a mi familia, me di cuenta de lo mucho que los había extrañado, y no sólo a mi familia, sino que desde que me vine dejé a mi prometido aquí.—hizo una pausa.—Y él todos estos años me ha esperado y yo no pude, lo siento que no lo haya hablado antes con usted, l-lo s-siento pero le dije que me quedaría y nos casaríamos. Y y-yo quiero quedarme, quiero quedarme y casarme, formar una familia junto con él, por favor.

Me quedé muda, no supe qué decir ante tal confesión y todo lo que ella hacía, pues comenzó a derramar lágrimas y yo sólo pude quedarme viéndola, mientras lloraba desconsoladamente.

—Amélie.—la llamé después de unos segundos. Ella levantó su mirada y sólo me observó.—Yo no soy nadie para impedirte que te quedes al lado de tu familia y tu prometido, pero yo no puedo darte el permiso. Sin embargo, lo hablaré con mi esposo y haré lo posible.

—Muchas gracias, milady.

Sólo sonreí y el carruaje paró, por lo que bajamos y fuimos junto a Clarisse a cada tienda, buscando a una costurera que nos hiciera los vestidos en la menor cantidad de tiempo.

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—Muchas gracias por acompañarme.—me dijo Clarisse.

—No tienes que agradecer, yo también quería ir.

Hizo una reverencia y se fue hacia las escaleras con su doncella detrás de ella.

Empece de igual manera yo a caminar y  entonces alguien agarró mi codo.

Con el ceño fruncido, volteé hacia la persona que había agarrado mi codo. La señora Le Brun.—Si va a decirme algo...—quité mi codo.—...no me toqué sin mi autorización.

Defender Mi Honor (D.M.H. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora