Capítulo 17*

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10 de septiembre de 1815

Abrí los ojos y miré a mi alrededor.

Silencio.

Me puse en pie y caminé hacia mi bata, para ponérmela e ir al armario, donde escogí un vestido. Tenía que ir a la residencia de los Becher, hablaría con Damien a pesar de lo que le había dicho mi madre.

Me puse el vestido y cepillé mi cabello, haciendo el único peinado que sabía hacer, pequeñas trenzas que se unían en la parte de atrás y las adornaba con algún tocado de su caja.

Me miré en el espejo. Coloqué polvo de arroz y me puse los zapatos, para luego ir hacia la puerta de la habitación.

Bajé rápidamente y casi corrí al establo para buscar algún carruaje.

Entré en el establo y afortunadamente allí estaba el encargado.—Buenos días, señorita Britt.—saludó al verme e hizo una reverencia.

—Buenos días.—sonreí.—¿Me podría llevar a Wellington? Es importante.

—Claro que sí.—vi como se fue a preparar un carruaje para llevarme en breve.

Ese día me sentía observada desde que salí, pero no sabía si eran mis nervios de lo ocurrido con Scott o simplemente era cierto.

Me acerqué a una joven que estaba cerca de los establos, y le pedí que fuera mi carabina, a lo que aceptó y subió al carruaje conmigo, una vez lo trajeron y el cochero se puso en marcha hacia Damien.

No había desayunado, lo cual significaba que tal vez las tías de Damien me invitaran -obligarán- a desayunar con ellos. Rodé los ojos y seguí con el plan.

Pasaron unos minutos que eran casi eternos, hasta que llegamos a Wellington.

Vi que el personal estaba desde temprano activo. El carruaje se estacionó frente a las grandes puertas de la residencia y el mayordomo de la casa, se encargó de abrir la puerta, a lo que agradecí con una sonrisa.

—¿Está el señor Becher?—pregunté.—quitándome los guantes.

—Milord está en su estudio. ¿Quiere...?—empezó el mayordomo.

—No, gracias. Ya sé donde es.

Volvió a hacer una reverencia y me adentré rápidamente, para ir hacia su estudio. Mis pasos se escuchaban por el lugar, casi corría hasta llegar. Cuando llegué, paró en seco.

¿Qué le diría? No seas cobarde Camille. Entonces, toqué la gran puerta de madera oscura.

Mi cuerpo tembló al escuchar el adelante fuerte y seguro de Damien. Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro para luego abrir la puerta. La abrí y me quedé desde fuera observándolo, era muy guapo. Tragué duro y di un paso, y conocí de cerca el suelo del estudio.

¡Malditos nervios! ¡que vergüenza! Pensaba, al ver desde el suelo a Damien arquear una ceja mientras me veía tirada. Rodé los ojos y por mí misma, me puse en pie.—Gracias.—dije sarcástica.

—Ya sabes, para lo que necesites.—respondió, volviendo su vista al diario que tenía en manos.

Suspiré con fuerza y caminé más cerca de él.—Iré directo al punto.—levantó su mirada.—¿Por qué demonios cambiaste la fecha de la boda?

Se encogió de hombros.—Por tu culpa.

—¡¿Qué?! ¿Cómo que por mi culpa? ¡Estás loco! La boda no puede ser en menos de un mes.

—Ay...—lo escuché suspirar, mientras bajaba el diario.—¿Sólo por eso viniste hasta acá?—colocó sus manos bajo su barbilla.

—Sí. Es absurdo que adelantes la fecha. Quiero que la cambies de inmediato.

Defender Mi Honor (D.M.H. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora