Capítulo 10

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Marcus:

Voy en la camioneta con tres de mis hombres y detrás vienen 6 camionetas con 5 hombres en cada una.

Llegamos al lugar donde posiblemente éste Mónica, jamás me había sentido tan nervioso, admito que en mi vida han estado muchas mujeres unas más importantes que otras. Pero ella sin duda es la que más me importa, no es tan fácil como las demás y desde el primer instante en el que la vi me atrajo de una manera increíble.

Las camionetas frenan frente a un galpón en medio de la nada. Todos comienzan a bajar y yo soy en último cuando mis hombres terminan de revisar el lugar y me indican que está vacío.

Bajo apresurado y cargo mi arma, apuntó al frente y entramos al Galpón. Buscó por todo el lugar y me sorprende el silencio y a la vez me preocupa.

Sólo esperó que ella este viva.

—Señor encontramos esto sobre esa puerta— tomó el papel que me entrega el escolta y lo leo.

Te dije querido Marcus que si alguna vez conseguías, otra mujer yo me encargaría de destruirle su vida tal y como por tu culpa me destruyeron a mí.

—Sasha.

—¡Maldición!—Grito.

—¿Sucede algo jefe?

—Todos esperen afuera— mis hombres me observan sin entender y yo solo grito.

—¡Ahora!— Ellos obedecen y salen del lugar.

Siento el pecho acelerado y me quito la chaqueta, me tiemblan las manos ya que se lo que conseguiré tras esta puerta.

Cuando la abro de una patada, veo a Mónica sobre el suelo golpeada, desnuda, llena de sangre y temblando del frio con la mirada perdida. Agacho la cara ocultando mi dolor, quiero llorar pero limpio las lágrimas rápidamente, ese dolor tan terrible que siento al verla en este estado. Camino hacia ella sin poder mirarla a la cara.

¡Todo es mi culpa!

La tomo en mis brazos y observo su desnudez, esa que moría por ver y sentí pero que en este momento solo me produce dolor y angustia ya que se todo lo que posiblemente le hicieron.

—Estoy aquí— Le digo pero ella no me responde y eso me consume por dentro.

Tiene la vista hacia la nada, no me habla, no me mira y siento que lentamente la pierdo de mí.

— Vas a estar bien.

La cubro con mi cacheta y la cargo en brazos hasta una de las camionetas.

Cuando mis guardias me ven se giran dando la espalda para no verla. Recuerdo a Luca y sé que si el estuviera aquí correría ayudarla porque ella era como su amiga y el de ella.

La subo a una de las camionetas y le coloco el cinturón, tomo su cara con mis manos buscando su mirada pero no la consigo.

Acerco su rostro al mío y beso su frente, ella no hace nada. Rodeo la camioneta y me subo al haciendo del piloto, acelero a toda velocidad dejando a los de seguridad detrás, no tardan mucho en seguirme.

Cuando llego a la casa, me bajo del auto y le ordeno a toda la seguridad salgan de la casa y se vallan al patio trasero, no quiero que vean a Mónica desnuda y mucho menos en este estado ni la forma en la que me veo.

Cuando la casa queda vacía la tomo en mis brazos y la llevo a su habitación.

Entro al baño, lleno la tina de agua tibia y le quito la chaqueta.

Limpio todo su cuerpo borrando cualquier rastro de suciedad de su suave piel, ella sigue sin hablarme, ni mirarme, solo cierra sus ojos y veo como una y otras lágrima se desliza por su mejilla.

Quisiera aliviar su dolor, pero sé que es mejor darle espacio y así asimile todo lo ocurrido, no puedo creer lo que Sasha le hizo, es una estúpida y no me importa sea una mujer me encargare de hacerla pagar todo lo que le hizo a Mónica, ni hablar de cómo gozare asesinando a todos y cada uno de los malditos de la lista.

Cuando termino de ducharla, la seco con delicadeza no puedo evitar observar su cuerpo no lo hago por morbosidad, lo hago porque es inevitable observar esas mordidas, esos moretones, esas heridas y todo lo demás que es mejor no mencionar...La deje en su habitación, acostada en la cama me dirijo a la cocina y me topo con Lucí mi nana de toda la vida, ella me observa con los ojos llenos de lágrimas y sonrió con amargura, la abrazo y sin poder evitarlo comienzo a llorar como jamás creí hacerlo, agradezco estar solo en la casa con ella.

Siento que pierdo fuerza en las piernas y me derrumbo con Lucí en el suelo, ella me abraza mientras lloro como un niño cuando le quitan un juguete—Mi niño, uno de tus hombres fue a buscarme y me dijo lo que le ocurrido a Mónica, lo siento tanto— Me dice y yo solo lloro.

—Soy un tonto nana, por mi culpa le hicieron daño, ella me va a odiar por siempre.

—Calla mi niño tienes que darle espacio, la pobre ha de estar devastada.

—Soy débil nana, ella me hace ser débil.

—¿Y qué vas hacer?— pregunta— ¿ Acaso la vas a dejar sola?

—¡Jamás nana!, ella es mi prometida, me encargare de hacerla olvidar todo—alguien toca la puerta y subo mi cara topándome con los ojos azules de mi nana.

—Es el doctor, tiene que revisarla Marcus— Me dice seria y yo solo asiento.


—Iré a mi habitación, avísame cuando termine.

La Elegida De Un MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora