Capitulo Dos

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Brandon

Mi reloj que se mantiene sujeta a mi muñeca marca las once del día, de hecho creo que es lo único que se mantiene conmigo ahora, todo lo demás me ha abandonado por completo desde que recibí la llamada que marcó el inicio de todo. Es de día pero parece de noche por la oscuridad que está sobre el cielo, no sé si en algún momento nuevamente pueda volver a ver el día como lo hacía antes, no sé si alguna vez pueda sonreír viendo el luminoso solo como lo hacía antes, no sé sencillamente si algún día pueda volver a ser como era antes pues la vida a golpes me ha arrebatado todo lo que he querido, a golpes me ha enseñado que no merezco ser feliz. A golpes me ha borrado la sonrisa.

El día es como mi estado de ánimo, gris. Nubes brumosa cubren el sol que tendría que brillar a estas horas pero no lo hace, agradezco que los rayos de sol no iluminen nada pues non podría soportar tanta hipocresía en la vida, no podría soportar que haya un día espectacularmente brillante mientras mi alma está también siendo opacada por nubes grises, nubes grises que no sé por cuanto tiempo durarán. Sencillamente no sé si podré aguantar otro día brillante, no sé si podré aguantar otro día en esta vida en general.

Algo me falta, alguien me falta.

La manecillas del reloj se mueven acercándose el momento de mi destrucción al dar pasos por está grama verde, el tic tac va de acuerdo al latir de mi corazón. En la otra mano me aferro a la botella de licor que se ha convertido en mi mejor aliada desde que me dijeron que no había vuelos para regresar a esta maldita ciudad hace tres días, tres días de su muerte y recién llego. Este líquido amarillento que se riega un poco en el piso al tambalearme y su tapa no estar colocada se ha convertido por momentos en mi mejor consejera para huir de todo, en la única manera que he tenido de mantener mi mente en estado de confusión, en mantenerme alejado de la realidad. Pero aquella confusión como es de esperar no dura mucho cuando llego a ese lugar, al maldito lugar.

Su lapida sobresale de todas, su nombre esculpido en ese trozo de piedra sobresale de todos los nombres inventados, es el nombre más precioso pero que no consigue describir a lo que fue ella verdaderamente, no puedo encasillarla en simples letras. Siempre ha sido así, siempre ella ha sobresalido de todas, su sonrisa a pesar de todo lo que le ha tocado vivir a su corta edad ha sobresalido de todas y yo gracias a ella me he sentido como el hermano más afortunado por tenerla en mi vida, al tenerla a mi lado. El mundo ha sido afortunado de que ella haya vivido, en corto tiempo hizo maravillas conmigo, me dio muchas alegrías pero si ya no está no sirve lo que me ha enseñado.

Caigo rendido delante de ella, no ya no es ella, ella no es esto; solamente caigo rendido delante de un trozo de mármol esculpido por un ser normal. Ni siquiera tuve tiempo para despedirme, maldita sea, no pude darle el último adiós por estar a kilómetros de distancia, soy un verdadero hijo de puta, no merezco ser su hermano. Niego con la cabeza de un lado para otro intentando alejarme de la realidad nuevamente pero no es posible, pareciera que el licor a abandonado mi organismo.- No te merezco, hermanita. –

Quiero gritar, quiero maldecir a todo el mundo, quiero destrozar cualquier cosa pero en lugar de hacer eso lo único que hago es dar un sorbo a la botella de whisky que ingresa con su acritud por mi garganta, mi garganta de por sí ya está agría por lo injusta que es la vida. Pero mi mente no puede permanecer en estado de confusión por más tiempo, no puedo estar huyendo de todo así que poso mis verdes ojos en su nombre.

¿Por qué no me llevaron a mí en lugar que a ella? Yo soy el maldito que no debe seguir acá, ella merece vivir.

La verdad duele, siempre he escuchado que dicen aquello pero no pensé que dolería tanto, que esa frase sea tan real. No pensé que la verdad pudiera destruir tanto a una persona como lo está haciendo conmigo. No pensé que la verdad pudiera acabar por completo conmigo, no me reconozco, me siento vacío, mi alma pareciera que se ha ido con ella y únicamente se ha quedado un cascaron de lo que he sido yo. Un cascaron que poco a poco se resquebraja, no sé cuánto tiempo podré seguir así.

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