Julie y el ladrón del rayo [libro 1]

4.Golpeo un Minotauro con un tronco

Sally pisaba más el acelerador por la oscura carretera. Seguía lloviendo. Estaba sentada en la parte de atrás con Grover. Me aparté un poco. Aún me daba miedo verlo con ése pelaje.

—Así que tú y mi madre... ¿os conocíais?—preguntó Percy.

Grover no dejaba de mirar el retrovisor.

—No exactamente —contestó—. Quiero decir que no nos conocíamos en persona, pero ella sabía que los vigilaba.

—¿Qué nos vigilabas?

—Les seguía la pista. Me aseguraba de que estuvieran bien. Pero no fingía ser su amigo —añadió deprisa—. Soy su amigo.

—Vale, pero ¿qué eres exactamente?

—Eso no importa ahora.

—¿Qué no importa? Mi mejor amigo es un burro de cintura para abajo...

Sabía que no era un buen momento pero me reí. Grover soltó un balido gutural.

—¡Cabra! —gritó.

—¿Qué?

—¡Qué de cintura para abajo soy una cabra!

—¿Qué? —pregunté.

—Pero si acabas de decir que no importa.

—¡Bee-ee-ee! ¡Hay sátiros que te patearían ante tal insulto!

—¡Uau! Sátiros. ¿Quieres decir criaturas imaginarias como las de los mitos que nos explicaba el señor Brunner?

—¿Eran las ancianas del puesto imaginarias, Percy? ¿Lo era la señora Dodds?

—¡Así que admites que había una señora Dodds!

—Entonces ¿por qué...?

—Cuánto menos sepan, menos monstruos atraerán —respondió—. Tendimos una niebla sobre los ojos de los humanos. Confiamos en que pensaran que la Benévola era una alucinación. Pero no funcionó, porqué ambos la vieron y empezaron a comprender quién son.

—¿Quién...? Un momento. ¿Qué quieres decir?

—Estoy confundida —admití.

Escuché de nuevo ese aullido, como si estuviera siguiéndonos.

—Julie, Percy —dijo Sally—, hay demasiado que explicar y no tenemos tiempo. Debemos llevarlos a un lugar seguro.

—¿Seguros de qué? ¿Quién nos persigue?

—Oh, casi nadie —soltó Grover molesto—. Sólo el señor de los Muertos y algunas de sus criaturas más sanguinarias.

—¡Grover!

—Perdone, señora Jackson. ¿Puede conducir más rápido, por favor?

Al oír del señor de los muertos y sus criaturas me recorrió un escalofrío por la columna dorsal.

Sally giró brucamente a la izquierda.

—¿A dónde vamos? —preguntó Percy.

—Al campamento de verano del que les hablé —sonaba histérica—. Al sitio dónde el padre de Percy quería que fuera.

—Al sitio donde tú no querías que fuera.

—Por favor, cielo —suplicó—. Esto ya es bastante duro. Intenta entenderlo. Ambos están en peligro.

—¿Por qué unas ancianas cortan hilo?

—No eran ancianas —intervino Grover—. Eran las Moiras. ¿Saben que significa el hecho que que se les aparecieran? Sólo lo hacen cuando estás a punto... cuando alguien está a punto de morir.