15. Ares, dios de las hamburguesas.

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Percy me zarandeó para que despertara, al abrir los ojos me di cuenta que ya era tarde. Boztecé, aún tenía  sueño, me tallé mis ojos.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Intentaremos contactar con Quirón —dijo Annabeth—. Quiero hablarle de la charla que tuvo Percy con el espíritu del río.

—No podemos usar el teléfono, ¿verdad?

—No estoy hablando de teléfonos.

Caminamos por el centro de Denver, el clima era caluroso y ya comenzaba a sudar. Como odio sudar.
Después de una media hora, encontramos un lavacoches con mangueras vacío. Nos metimos en la cabina.

—¿Qué estamos haciendo exactamente? —preguntó Percy. Grover tomó una manguera.

—Son setenta y cinco centavos —murmuró Grover—. A mi solo me quedan dos cuartos de dólar. ¿Annabeth?

—A mi no me mires —contestó—. El coche restaurante me ha desplomado.

Busqué en mis vaqueros. No tenía nada. Percy le pasó a Grover un cuarto de dólar.

—Fenomenal —dijo Grover—. Podríamos hacerlo con un espray, claro, pero la conexión no es tan buena, y me canso de apretar.

—¿De qué estás hablando?

Metió las monedas y puso el selector en la posición «LLUVIA FINA»

—Mensajería I.

—¿Mensajería instantánea?

—Mensajería Iris —dije en voz alta.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Annabeth, sacudió su cabeza—. No importa. La diosa del arco iris, Iris, transporta los mensajes para los dioses. Si sabes cómo pedírselo, y no está muy ocupada, también lo hace para los mestizos.

—¿Invocas a la diosa con una manguera? —preguntó Percy.

Grover apuntó la manguera al aire y el agua salió en una fina lluvia.

—A menos que conozcas una manera mas fácil de hacer un arco iris.

La luz de la tarde se filtró entre el agua y se descompuso en colores. Annabeth le tendió una palma a Percy.

—El dracma, por favor.

Annabeth levantó la moneda por encima de su cabeza.

—Oh, diosa, acepta nuestra ofrenda. —Lanzó el dracma dentro del arco iris, que desapareció—. Colina Mestiza.

En la imagen apareció los campos de fresas y el canal de Long Island Sound. Había un chico de pelo rubio apoyado en la barandilla, vestido con vaqueros cortos y una camiseta naranja. Tenía una espada de bronce en la mano. Entrecerré los ojos para ver quién era, y antes de decir su nombre, mi hermano me ganó.

—¡Luke!

Se volvió sorprendido. Me sonrojé.

—¡Percy! ¡Julie! —Sonrió, y lo dijo como si no hubiéramos hablado después de irme del campamento—. ¿Y esa es Annabeth? ¡Alabados sean los dioses! EH, chicos, ¿estáis bien?

—Estamos... Bueno... Sí, bien —Annabeth balbuceó mientras se alisaba la camisa y se peinaba el cabello. Miré el suelo—. Pensábamos que Quirón...bueno...

—Está abajo en las cabañas. —su sonrisa desapareció—. Estamos teniendo problemas con los campistas. Escuchad, ¿va todo bien? ¿Le ha pasado algo a Grover?

—¡Estoy aquí! —gritó, apartó el chorro de la manguera y entró en el campo de visión de Luke—. ¿Qué clase de problemas?

Un enorme Lincoln Continental se metió en el lavacoches con la radio a todo volumen. Hasta hizo temblar el suelo.

Julie y el ladrón del rayo  [libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora