Harry se observaba en el espejo de cuerpo completo que estaba en su habitación con ansias de mirarse por última vez y decidir que lo que llevaba puesto lucía adecuado para la velada. Eleanor lo miraba desde la cama, pudiendo notar la batalla interna que se estaba llevando a cabo en la cabeza de su amigo por algo tan simple como su atuendo. Para una cita con Louis, se recordó ella. Más aun así no compartía el nerviosismo de Harry, ellos ya eran novios al final. Su atuendo no cambiaría eso.
— No creo que sea lo adecuado, Eleanor.— se quejó él, admirando los cambios que había realizado la castaña en él.
— Dios, Ed, lo único que hice fue abrir un par de botones de tu camisa. No estás menos decente por eso.— respondió ella.— Además no tienes más tiempo. No te quejes.
Harry resopló y se colocó su chaqueta negra encima de la camisa del mismo color con detalles blancos que había escogido. Llevaba jeans negros ajustados y sus botines aún más negros. Nada fuera de lo común en realidad.
— ¿De verdad te quedarás hasta que llegue? — preguntó tomando las llaves y la cartera de la mesita de noche.
Comenzó a bajar las escaleras, con Eleanor a sus espaldas, sus pasos casi siendo inadvertidos.
— Claro. Necesito que me pongas al día de todo lo que me has ocultado.
Harry asintió lentamente.— Bien, debo irme. Gracias por todo, enserio.Ella solo le sonrió y lo abrazó.
Harry salió de su casa con la preocupación de que Eleanor no indagara mucho más allá en su casa.
[...]
El edificio en donde Louis vivía estaba ubicado hacia el norte del pueblo, en un conjunto de edificios iguales, que bien podrían ser calificados como las construcciones más grandes de la ciudad, ya que no habían otras de tales magnitudes en Holmes Chapel. El taxista lo dejó exactamente en la puerta, y el conserje le indicó el piso y departamento. Harry subió y en cuanto divisó en una de las puertas el número 27, se acercó hasta ella y tocó el timbre a su lado.
Unos segundos después se oyó la puerta siendo destrabada y la figura del ojiazul apareciendo en el umbral, luciendo radiante en sus jeans azules y camisa negra. Sonriendo ampliamente.
— Edward.— mencionó justo antes de acercarse a él y darle un beso inesperado. Harry se sorprendió en un comienzo, más poco a poco se fue entregando al sabor y los labios del castaño sobre los suyos en una bonita forma de saludarse.— Pasa.— le dijo el mayor al separarse, cerrando la puerta tras él.
En cuanto estuvo en el interior del departamento, una deliciosa fragancia y un aura de complicidad lo envolvieron por completo y desviaron su atención inmediatamente hacia la cocina. La iluminación era tenue, el espacio estaba en semi penumbras, alumbrados por la luces de las velas que estaban finamente colocadas en candelabros en el centro de la barra de la cocina. Dos copas, una a cada lado de la botella de vino, y dos platos con sus respectivos cubiertos era lo que ocupaban la barra por completo. Todo decorado de una manera muy especial, nada del estilo de Louis.
— Espero que te guste... No conozco tus gustos aún, pero espero no haberlo arruinado con esto.— comentó algo nervioso Louis, indicándole que tomara asiento en su puesto.
— No, no, tranquilo.— se apresuró a responder Harry, con la intención de que Louis no se sintiera incómodo.— Está muy bonito todo, de verdad.— le sonrío sinceramente y se quitó la chaqueta dejándola en el sofá antes de sentarse en la silla alta de la barra.— Perfecto.
Louis agradeció el gesto y su nerviosismo fue desvaneciéndose conforme Harry hacía un movimiento casual. Mientras él se dedicó a servir la cena, que por cierto lucía exquisita, Harry lo observaba atentamente desde atrás, sin perderse ningún detalle del ojiazul, y sonrío cuando éste se quemó el dedo levemente con el horno y pegó un gritito espontáneo pero quiso aparentar que no había pasado nada y continuó con la comida.
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Vendetta - Larry Stylinson
FanfictionHarry Styles, ahora con 22 años, decide volver al pequeño pueblo en el que nació y creció, y el que también conoció su humillación años atrás. Todo, o al menos la mayoría, continuaba igual. Sólo unos pequeños cambios aquí y allá eran visibles en la...