Capítulo 1: Una vieja fotografía

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Eran las seis de una lluviosa tarde de otoño. Las ojas secas de los árboles chocaban contra los cristales del Starbucks café de la avenida Maria Cristina de Barcelona.
Yo estaba sentada junto a la ventana, esperando pacientemente la llegada de mi acompañante mientras tomaba un humeante café moka, miré el reloj de mí móvil, llegaba media hora tarde, qué vergüenza, mi amiga Alma me había recomendado hablar con él por mi tesis "Los terrores de la mente en la niñez".

Alcé la vista y ví como un chico alto entraba en la cafetería cogido de la mano de una chica menudita, de una melena larga, rubia y rizada, era Alma. Los dos escudriñaron el local hasta que los ojos de la chica se posaron en mí.
Alma me saludó con la mano y empujó y empujó a su acompañante hacia donde yo estaba.
Los dos se quedaron en pie frente a mi, esperando a que dijese algo. Finalmente, fue ella la que rompió el silencio saludando me animada mente.

- Cuanto tiempo sin vernos, Susi. ¿Cómo estás, como va tu carrera de psicología?
-Qué tal Alma, la carrera bien, gracias.- me percaté que aún seguían en pie.- Por favor sentados. -dije rebuscando unas cosas en mi bolso. Al ver que aún no se habían sentado, alce la mirada, los dos se miraron con cara confusa, finalmente, tomaron asiento. Alma a mi lado y el chico frente a mi. Por fin, el chico carraspeo y comentó volviendo a mirar el local.

- Pensé que íbamos a hablar en un lugar más- silencio, no sabia como seguir. Sus ojos, pasaron de Alma al local, que estaba medio lleno, y luego, por último, se posaron en mí.- más tranquilo, como una biblioteca.
-Pensé que un lugar como este te seria más reconfortante para contar tu relato. - Respondí yo bufando entre dientes intentando no parecer grosera. Habían llegado tarde y ahora, el señorito venia con exigencias ¿y qué más? No tenía porqué ser amable con él y aun que intentaba disimular, se me daba de pena, estaba muy cabreada. El chico intentó decir algo pero lo pensó dos veces, más le vale. En ese preciso instante llegó una camarera con su blog y boli.
- ¿Qué desean tomar?- Alma y el chico se miraron.
-Para mí un capuchino y para él- se giró hacia el chico que, por cierto, aun no sabía cómo se llamaba, así que hasta que no lo supiese, iba a ser señorito X. -¿café con leche? Por ahora eso es todo.
La camarera cerró el blog y desapareció por la multitud de mesas.
- Bueno, creo que es hora de que os presente. Susana, este es el famoso Pablo, ya te e hablado alguna vez de él.

Así que el chico X era Pablo, le miré de arriba a bajo haciendo un escaner visual del chico y si realmente, Alma me había hablado alguna vez de él. Y para ser sincera conmigo misma, lo dudaba. Así que, únicamente, asentí afirmativamente.

-Pablo es un muy buen amigo mío de la infancia, sus padres y los míos. Bueno, da lo mismo. Creo que Pablo puede ayudarte y mucho en tu tesis.
Las dos nos quedamos mirando al chico, Alma con cara de preocupación, yo con cara de impaciencia. ¿porque no lo decía y ya? A fin de cuentas, había sido Alma la que me lo había recomendado como ejemplo de experiencia para mi tesis. Pablo susurro algo al oído de Alma, y ella afirmó con la cabeza, finalmente, la chica rebusco en su bolso y puso sobre la mesa una antigua fotografía tomada con una polaroid ya algo descolorida por el paso de los años. En ella se podía apreciar una pineda de fondo, un parque infantil y justo en el centro, un grupo de amigos, tres chicos con pantalón corto y camiseta y sentadas, en el suelo, dos chicas una rubia con el pelo largo y rizado y la otra morena pecosa y el pelo recogido en una coleta. Todos estaban sonriendo. Tomé la foto y le di la vuelta. En ella había una fecha escrita, 10 de agosto del 2002.
Rápidamente hice un cálculo mental, si Alma y yo teníamos la misma edad, y si la chica de la foto era Alma significaba que tenían unos 12 años.
Volví a girar la foto para verla más de cerca. Mientras lo hacía, Alma y Pablo me miraban con atención, en ese momento apareció la camarera y depositó los cafés sobre la mesa.
Cuando se fue dejé la imagen sobre la mesa y aguarde a que me explicaran aquello. Pablo miró de reojo a Alma y luego sus ojos se posaron en la fotografía.
-Han pasado ya tantos años, antes de nada, quiero que sepas que cuando pasó todo aquello fue hace unos 12 años, fue algo duro, así que te pediría que por respeto a mis amigos y a mi persona, no utilices nuestros nombres reales y seas receptiva y con la mente bien abierta.- Aquello me produjo un escalofrío que recorrió mi espalda. Busqué en mi bolso la grabadora de audio, saque boli y libreta. Asentí y presione el botón de gravar.

-Todo comenzó por estas fechas, a medida que te va relatando te señalaré de quien te estoy hablando en la foto, éramos unos críos, todos vivíamos en una urbanización privada, cerca de Castelldefels, teníamos la playa y la montaña juntos, había gente que vivía lejos y solo iba para vacaciones, y otros, como yo, íbamos cada fin de semana.

La urbanización tenía una verja con vigilante y código de seguridad, si no fuese por las casas y apartamentos, cualquier persona que lo viese, creería que era un camping.
Había un bar y muchas piscinas, sala de juegos, campo de fútbol de básquet y tenis, en fin, que había de todo.

Al ser cerrada, los chavales podíamos correr por donde quisiéramos ya que no había forma de perderse ni preocuparse por los coches.
Yo tenía mi grupo, los de la foto, y algunos más. Pero eso es relevante. Todos teníamos más o menos la misma edad, siempre íbamos juntos, ellos como yo, siempre venían todos los fines de semana. Pero, todo cambio una madrugada de octubre, después de aquello, todo empezó a cambiar para nosotros.

Aquello parecía el cuento de nunca acabar, miré la hora del móvil, llevábamos casi dos horas y aun no había sacado nada de aquella charla que por ahora, no tenía nada que ver con mi tesis. Sin embargo, Pablo, parecía realmente nervioso, como si le costara soltar su lengua. Le brillaban los ojos y su cara estaba descompuesta por algún recuerdo que le venía a la mente, pero que era incapaz de rebelarme. Entonces vi como Alma le tendía la mano, aquel gesto provocó que sus rasgos se relajaran un poco. Respiró ondo, tomó la foto con su mano libre y me señaló la chica morena.

-Esta bien, ya basta de rodeos, -dijo más bien para si mismo que para nosotros. - Empecemos, te lo relataré tal y como fue todo. Empezaré con ella.- me dijo señalando la chica de la foto.- Se llama Sarah, y tenía 13 o 14 años, un par o dos mayor que yo, y una de las mejores amigas que e tenido nunca en aquel lugar.

Ojos En La OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora