Capítulo 4: Entre Tumbas

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Corrí sin rumbo largo rato por el cementerio hasta darme de bruces con un panteón. " Vaya, nunca había visto uno tan de cerca" pensé para mis adentros. Era enorme, y al mismo tiempo, algo tétrico. Tenía largas columnas de mármol y dos ángeles encapuchados custodiaban la entrada con dos grandes antorchas. Me acerqué con cautela para verlo todo más de cerca, se había levantado un gélido aire y el viento silvaba entre las secas hojas de los árboles, antes de que pudiese darme cuenta, una fuerte tromba de agua había comenzado a caer sobre mi.

Para evitar mojarme, intenté refugiarme debajo del panteón, para mi sorpresa, la puerta estaba abierta, y aunque no me hacía ninguna gracia entrar en ese lugar, menos gracia me hacía coger un resfriado. Así que me armé de valor y me adentre en aquel lugar del sueño eterno. Miré mi móvil, no eran más de las 15'00 horas, y por la luz que entraba por el panteón parecía que hubiese anochecido, fuera no cesaba la lluvia y las ramas de los árboles no paraban de dar golpes en el techo del mausoleo. "Relájate, solo es un lugar donde descansan los muertos. ¿Qué van a hacer?" Me dige a mi misma para tranquilizarme. Entonces, la puerta de madera, se abrió levemente dejando ir un chirrido y la fuerza del viento hizo que se cerrara de golpe. "No me jodas" Dije corriendo hacia la puerta. Fue entonces cuando vi que no había pomos en el interior, estaba encerrada.
-¿¡Hola, alguien puede oírme!?- Grité desesperada, pero ¿quien iba a oírme en un cementerio y lloviendo de esa forma? Nadie me esperaba en casa y tampoco sabían donde estaba. Iba a quedarme encerrada en aquel lugar para siempre! Entonces recordé que llevaba el móvil, "Puedo llamar al cementerio y les pediré que vengan a rescatarme" Pero mis esperanzas se fueron al traste. Por un lado no tenía cobertura, y aun que la tuviera tampoco sabía el teléfono del cementerio. Sólo había una solución. ¡Socorro! ¿Alguien puede oírme? ¡Por favor!

Las horas parecían eternas en aquel lugar, todo aquel rato me dio mucho en que pensar. Todo lo sucedido aquellos días y como me había portado con Maya, si salía de aquel lugar, lo primero sería decirle que lo sentia. Ya eran las 16'30h, ya se había terminado el velatorio por Alma. En breve la iban a enterrar, y yo aquí, enterrada en vida en este lugar, no había comido nada desde que había salido del hospital por la mañana y mi estómago ya empezaba a quejarse.

17'30h, en una hora y media iban al comenzar a desalojar el cementerio y la batería estaba en sus últimas ya, si no conseguía salir de allí antes, pasaría la noche sola en aquel lugar.

¡Crack!

Aquello me puso en guardia, ya había comenzado a anochecer, no llovía pero hacía mucho frío. Estaba acurrucada en una esquina de la puerta cuando quizás por el cansancio, o puede que por mi imaginación, justo por detrás de los ataúdes, me pareció ver una sombra, "no puede ser, el estrés me la esta jugando" me dije a mi misma, fue entonces cuando los vi, mirándome fijamente, aquellos malditos ojos rojos, los mismos que había visto Sara en su parcela, y muy lentamente, iban acercándose más a mi.
Me levante de un salto y comencé al aporrear la puerta y gritar a pleno pulmón, las lágrimas corrían por mis ojos desmesuradamente abiertos, notaba el frío aliento de algo que no podía ver tras mi nuca, noté que una mano invisible se aferraba con fuerza a mi brazo, fue intonces, cuando perdí toda esperanza, cuando lo oí.

-¡Susi! ¿Estas hay?- Era Pablo
-¡Pablo sácame de aquí! ¡Deprisa! - Grité desesperada. Aquella cosa comenzaba a tirar de mi.
-Apartarte Susi, voy a sacarte de allí. - En ese preciso instante, Pablo de un golpe abrió la puerta. Lo que fuese que me sujetaba, me soltó y me caí al suelo, y ante nuestros ojos desaparecido junto con aquella presencia. Se había esfumado.

-Susana ¿estas bien?- me dijo Pablo tendiendo me la mano para ayudarme a levantar del suelo.
Yo estaba aterrada, aun notaba en mi muñeca la sensación de aquella cosa sujetándome. No podía dar crédito a todo aquello. Era imposible, y aun así, sabia que era real.
- Vamonos de aquí por favor. - Le suplique, no se hizo de rogar, nos fuimos corriendo sin mirar atrás. Me saqué los zapatos para ir más rápido, me daba igual hacerme daño en los pies, solo quería alejarme lo más pronto posible.

Ojos En La OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora