Capítulo cinco

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El chico de cabello rubio que se ha presentado como Marcus, o bien, 801, venda la herida de mi mano con delicadeza, parece ya tener experiencia cuando se trata de tratar lesiones...Supongo que tiene sentido, ya que he notado que está lleno de cicatrices y heridas recientes, por eso me ha dicho que lleva vendajes para cambiar los suyos.

Me da curiosidad preguntar acerca del por qué tiene tal cantidad de heridas, pero me guardo mis palabras por el temor de ofenderlo con mi curiosidad.

—Tienes suerte de que no te cortaron un dedo o algo—me dice, dándole otra vuelta a la venda de color blanco que se va tiñendo de escarlata con mi sangre—, uh...creo que voy a necesitar más...sólo espero que no se infecte...

Maldición, no había pensado en las probabilidades de contraer una infección...Recuerdo muy bien el haber visto una, fue una experiencia desagradable el ver la forma en la que la carne iba cada día empeorando hasta que...limpiaron el problema de raíz cortando el pie de aquel hombre...pocos días después murió, el hacerlo con utensilios poco adecuados sólo empeoró todo...

—Oye, ¿Te encuentras bien...? Te quedaste un buen rato mirando a la nada...

Oh, demonios, olvide responderle...

—¡Hey, tú! ¡El mal peinado! —una chica viene corriendo desde el otro lado del vagón, tiene un par de coletas y una sonrisa de oreja a oreja— ¡Eso que hiciste fue muy valiente!

Ella grita aparentemente despreocupada de que la miren extrañados por su comportamiento alegre, no parece molestarse de que murmuren al verla pasar.

—¡Soy Juliet o bien, puedes llamarme 49! ¡Gusto en conocerte! —ella exclama de forma efusiva mientras toma mi mano sana y la aprieta con una fuerza innecesaria, ¿Cómo alguien puede estar tan feliz en una situación como esta?

Ella ni siquiera parece querer dejarme hablar, puesto que inmediatamente sale corriendo por donde vino para sentarse junto a la ventana.

—... ¿La conoces...? —pregunto con un rostro de extrema confusión, Marcus niega con la cabeza, la expresión grabada en su rostro no se puede comprar ni con todos los libros del mundo...podría decir que vale ...en realidad no sé muy bien cuál es el valor del "oro", si es que así se llamaba.

Luego de que Marcus terminara de vendar mi mano, las horas empiezan a pasar con una lentitud asombrosa, él cae dormido luego poco tiempo.

Siento la necesidad de preguntar si padece algún trastorno del sueño, pero en realidad sé muy bien que no es extraña la falta de sueño ya que en cualquier momento el hogar una persona puede ser atacada por bandidos durante la noche, y si eso pasa, es probable que todo termine en un baño de sangre.

Miro mi reflejo en la ventana, mi cabello negro siempre está hecho un lio y hoy no es la excepción, mi piel es pálida, muy diferente a la de mamá que era oscura...Ella siempre me había dicho que soy casi idéntico a mi padre

No tengo muchos recuerdos de mi padre, tampoco alguna foto o retrato, no teníamos dinero para pagarnos algo tan lujoso como una cámara fotográfica.

Inclusive mi ropa es la de él ya que mamá jamás pudo comprarme ropa nueva, los costos son extremadamente elevados.

Pero de todos modos considero que tuve una infancia afortunada...más o menos, tuve la suerte de que mi madre tuviera un empleo supuestamente estable como costurera, tuve agua potable, un techo y un poco de comida...Más de lo normal cuando se vive aquí.

Hay muchas cosas de este mundo las cuales no conozco, en la pobre excusa de escuela a la que asistí nos enseñaron lo "básico": Aritmética, cosas sobre la naturaleza, la "Oh tan interesante historia de X" y lavado de cerebro del gobierno...Perdón, apreciación patriótica.

La nieve resplandece en la oscura noche, en serio es hermosa...me hace olvidar por algunos segundos al destino donde me dirijo...

—N-no... —escucho la voz de Marcus, suena como un leve murmullo—...s-suéltame...mamá...ayuda...

¿Uh? ¿Estará teniendo una pesadilla? Él se retuerce y sus mejillas empiezan a ser mojadas por lágrimas...Es una imagen tierna, pero a la vez me molesta el ver que está llorando. Lentamente empiezo a moverlo y él se retuerce bajo mi tacto, murmura cosas que no puedo entender.

—Marcus...—digo, tomándolo de los hombros y sacudiéndolo ligeramente, él sigue diciendo cosas y haciendo algunos sonidos—...Marcus...Marcus...despierta, Marcus...

Él al fin abre los ojos y yo soy recibido por el color azul que poseen.

—¿U-uh...? —suelta un pequeño bostezo y estira sus brazos—... ¿Qué paso...?

—Tenías una pesadilla—respondo, acariciando su cabello—, no pasa nada...si quieres puedes volver a dormir.

Él asiente y sube las piernas hasta poder apoyar su barbilla en sus rodillas, parece que se quedará así; mirando la nieve a través la ventana.

—Hey, ¿Cómo crees que será ya sabes donde...? —pregunta, aún con la vista fija en la blancura que cubre el camino.

—No lo sé—respondo, mirando sus facciones angelicales e infantiles... —, sólo podemos esperar lo mejor...

Un altavoz anuncia algo casi incomprensible, parece ser hora de darnos comida... ¿Qué nos darán? Supongo que algo incomestible...Creo que en este viaje alguien puede morir de hambre...Es decir, ¿Cuánto estaremos aquí? ¿Un día? ¿Dos?

Poco a poco el personal del tren va llegando y nos da bandejas con... ¿Esto siquiera puede ser considerado un bocadillo? Es pan duro, una lámina de queso diminuta y un vaso de agua.

—Uh... ¿Este pan está...? —Marcus sujeta el pan con su mano izquierda, al parecer es zurdo.

—Sí...—murmuro, mirando el mío con desagrado, no está en tan malas condiciones como el de Marcus—, toma el mío, está mejor.

—¿Eh...? —Marcus hace una cara de confusión—, ¿E-en serio...?

Yo asiento e intercambio mi pan con el suyo, Marcus trata de comprender lo que está pasando, pero no habla, sólo se queda mirando mis acciones.

—Gracias—murmura, con una sonrisa pequeña—, eres un buen amigo...

Amigo...Nadie nunca me había llamado por esa palabra antes.

Número 63Donde viven las historias. Descúbrelo ahora