Capítulo seis

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Marcus duerme tranquilo, parece no tener pesadillas. No puedo evitar el acariciar su suave cabello rubio y enredar mis dedos en los mechones para formar pequeños rizos que pierden su forma instantáneamente después de que los suelto.

Al parecer, debido a las tardías horas nocturnas, todos en el tren duermen o eso creo yo. Marcus cayó dormido luego de ese patético intento de cena que nos dieron, considero seriamente que padezca de narcolepsia.

La nieve no deja de caer, es relajante mirarla, tanto que poco a poco mi vista se va nublando y cabeceo hasta al fin rendirme al dulce abrazo del sueño.

Me subo a una silla y mamá está sentada en otra dándome la espalda, mis pequeñas manos sujetan el cepillo y lo pasan por su largo y sedoso cabello negro, está lleno de ondas muy bonitas que me gusta acariciar.

Ella me ha pedido que cepille su cabello después de que ella peinara el mío, no entiendo por qué me lo pide, pero de todos modos lo hago. Ella lleva un gran camisón blanco que le llega hasta las rodillas, se ve muy bonita, ella es como una muñeca...o al menos eso creo, una vez vi a una niña con una pero no me fijé bien. Mamá no tiene dinero para comprarme juguetes, pero es muy buena conmigo y me cosió un osito.

Cuando mamá no está trabajando viene a casa y me abraza con fuerza, me gusta dormir en los brazos de mamá...ella es muy buena conmigo.

—Que bien lo haces, cariño—me dice ella antes de empezar a cantar para mí...Me gusta la voz de mamá, podría escucharla por toda la eternidad. Ella se levanta y se da la vuelta para tomarme entre sus brazos.

Es la hora de dormir y mamá va a contarme un cuento como todas las noches, ella es una princesa como la de los cuentos. Al igual que ellas, mamá muy bonita y amable con todo el mundo...ojalá me quede con mamá para siempre.

Ella me deposita suavemente en la cama y se agacha para tomar el libro de cuentos de debajo de la cama, el libro tiene la tapa chamuscada y algunas hojas arrancadas, pero es el libro de cuentos de mamá y cuando ella me lee cuentos puedo dormir tranquilo.

—Erase una vez...—comienza y yo me cubro con la manta hasta el cuello. Espero que sea una historia divertida, pero de igual forma escuchar la voz de mamá me calma.

...

Un copo de nieve ha caído en mi nariz, mamá y yo estamos jugando en la nieve ya que hoy al fin tiene el día libre por aquello que llaman "La prueba", no sé lo que es, pero dicen que la tomaré cuando sea mayor.

Casi siempre está lloviendo o nevando, de vez en cuando caen cosas que parecen ser piedras del cielo, mamá dice que se llama granizo y que está hecho de hielo al igual que los témpanos. Ella es muy inteligente, la más inteligente del mundo.

Las campanas de han empezado a sonar, parece que ya es la hora de que las personas lleven a sus hijos a esa cosa.

Mamá me toma en sus brazos, sin importarle que estaba haciendo un muñeco de nieve, ella dice que debemos mantenernos dentro de casa porque llegarán personas malas a buscar a los que no pasan la prueba.

...

Estoy asustado y no puedo dejar de llorar, hay muchos gritos y sonidos fuertes afuera. Mamá me está abrazando, nos encontramos sentados juntos en una esquina de la habitación, ella se ve muy asustada como yo.

Tengo miedo de que me quiten a mamá.

Mamá, aunque está aterrada me canta mi nana, eso me tranquiliza un poco. Llevo mi pequeña manita a su mejilla y la acaricio, no me gusta ver que mamá está triste o asustada, así que trato de hacer una sonrisa para calmarla.

—No te preocupes, mamá...Yo voy a protegerte de la gente mala.

Mamá sigue llorando y cantando mi nana...Mamá cierra sus ojos y deja de moverse...Tampoco sigue cantando y tampoco llora...Mamá está dormida...no quiere despertar...

.

.

.

Despierto sobresaltado y lo primero que veo es aquella chica extraña, creo que se llama 45, ella está con su cara muy cerca de la mía, tanto que puedo sentir su respiración.

—Hey, mal peinado, estabas teniendo una pesadilla, parecías poseso por cómo te retorcías.

Ella me sonríe como si nada estuviera pasando, ¿Qué hora es? Debe ser muy tarde, ¿Quién demonios está despierto a estas horas de la madrugada?

—...¿Qué quieres, 49? —pregunto, incomodo por su cercanía. Ella se queda pensativa por unos segundos antes de sentarse junto a mí. No es raro que haya asientos vacíos, los soldados si se les antoja pueden matar a los que fallan la prueba.

—Nunca había visto a nadie poner a un soldado en su lugar de esa forma—me dice, cruzando las piernas y apoyando su cabeza en la ventana—, aunque lamento lo de tu mano.

—No fue nada—murmuro, posando la vista en el vendaje blanco con manchas carmesí.

Ella empieza a hablar animadamente y yo le doy palabras cortas en respuesta...Será una noche muy larga...

Número 63Donde viven las historias. Descúbrelo ahora