Capítulo ocho

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Marcus yace dormido con el dedo pulgar en la boca, de vez cuando se mueve y suelta pequeños ronquidos. Han apagado las luces hace poco, aunque él se durmió mucho antes de que llegara el toque de queda, estoy más que seguro de que debe tener algún trastorno del sueño, parece que duerme más que un pequeño y adorable bebé.

Ahora que tengo la oportunidad de verlo de cerca no puedo evitar observar fijamente su suave a pesar de estar llena de cicatrices, su precioso cabello rubio claro...es demasiado pequeño para su edad, ¿Efectos de la falta de alimentación? Posiblemente...Y con lo pequeño que es no puede defenderse...es terrible, ¿Quién dice que los que aquí ejercen el papel de guardias no se aprovecharían de él al igual que ese soldado...?

Paso mis dedos por su suave rostro, rodeando la zona donde está el parche en su mejilla, ¿Cómo consiguió tantas heridas? No parece ser la clase de chico que cause problemas, aunque por lo que he llegado a notar es bastante torpe, pero para la clase de cicatrices que tiene no es una explicación razonable.

Este chico, el número 801, es tan pequeño que inclusive el uniforme que le han dado le que extremadamente grande, tuve que ayudarlo a subirse las mangas y el pantalón para que no diera trompicones cada cinco segundos...aunque la verdad el hacerlo fue casi inútil, por lo que he visto se cae a cada rato.

En la paz de la oscura y pequeña habitación, compartiendo cama con un adorable niño que es como el hermanito que jamás tuve, no puedo evitar sucumbir al sueño.

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Despierto por la culpa de Marcus, el cual me sacude de un lado a otro en la cama con una expresión de felicidad pura.

—¡Un libro, un libro! —él chilla en un estado total de euforia mientras mueve de un lado a otro un libro con cubierta marrón frente a mi rostro con letras que dicen "Historia de Nuestra Gran Nación", ¿Para qué demonios nos dan esto? ¿Quieren lavarnos el cerebro o algo así?

—Marcus—digo, incorporándome en la cama y frotándome los ojos para alejar los vestigios del sueño—, ¿De dónde lo sacaste?

No puedo evitar la desconfianza al ver que nos han dado algo, justo ahora me siento como una rana siendo observada por una gran serpiente venenosa por lo que arrebato el libro de sus pequeñas manos, inmediatamente lo abro y empiezo a escudriñar su contenido.

Estas personas nacen con una grave enfermedad y su único deseo en este mundo es extender la plaga, puesto que es altamente contagiosa.

El que una persona nazca con CI es extremadamente extraño, las probabilidades son de al menos de una en un millón si tiene padres normales, en cambio, si uno de los padres es un portador potencial o ya está infectado el niño debe ser eliminado inmediatamente para evitar una epidemia masiva.

La abundancia de los CIs en el mundo es algo muy peligroso, capaz de arruinar la sociedad en poco tiempo.

En efecto, antes de "El Suceso", los CIs aún eran una población pequeña pero aun así peligrosa, ya que ellos han condujeron el mundo a su estado actual.

Por eso el Gran Archiministro de X tomó la decisión de eliminar y/o apartar de la sociedad a todos los que presenten síntomas.

Al ver las palabras impresas en el papel no puedo evitar hacer una mueca de desagrado, esta información no es acta para personas con un poco de cerebro, Marcus tiene suerte de no haberlo leído.

—Este libro...si es que libro se le puede llamar, es basura—digo, tirándolo al otro lado de la habitación—, habla de nosotros como si...Olvídalo.

Marcus hace una mueca de confusión mientras se trepa a la cama para sentarse al estilo indio frente a mí, aparentemente sin comprender el por qué he tirado el libro al otro lado del cuarto.

—Marcus, ¿Cómo conseguiste esto? —pregunto con la voz más serena que puedo, pero aun así Marcus parece asustarse y aleja su pequeño cuerpo de mío.

—Uh...y-yo... —él se cubre el rostro con sus largas mangas y mantiene silencio por varios segundos—...estaba debajo de la cama... ¿E-estás...e-enfadado conmigo...?

Él se aleja aún más de mí, puedo ver como tiembla un poco mientras trato de acercarme a é.

—¡N-no me pegues! —grita, llega al borde de la cama y se cae hacia atrás. Inmediatamente grito su nombre por la preocupación y me acercó lo más rápido posible para asegurarme de que se encuentre bien...pudo romperse el cuello debido a la posición en la que cayó, pero gracias a todo lo bueno de este maldito mundo no se lo ha roto.

—... ¿Estás bien...? —pregunto tembloroso, no puedo asimilar bien el hecho de que al chico que en poco tiempo he llegado a querer como un hermanito le pasara algo—...l-lo siento...

Marcus ni siquiera se mueve, temo que esté inconsciente...o peor...muerto... ¡Y POR MI CULPA! Pongo mi oreja contra su pecho, sintiéndome completamente aliviado de poder escuchar su corazón latir...

Maldición, demasiado drama por hoy...No puedo creer que Marcus se lastimara por mi culpa...Al menos tengo la certeza de que no fue grave...

—A-ah...—suelta pequeños gemidos de dolor, retorciéndose un poco en el suelo—...ay...N-no te enfades...

Sus ojos azules miran fijamente los míos, ninguno de los dos se mueve durante lo que parecen ser horas, las lágrimas mojan el rostro de Marcus, espero que no se lastimara demasiado. No tengo el valor de decirle nada, solo de mantener mi rostro cerca del suyo mientras poso una de mis manos en su suave cabello rubio.

—...¿N-no vas...a pegarme...? —pregunta con lágrimas cubriendo sus suaves mejillas, tiene una expresión entre miedo y confusión, ¿Cómo puede creer que voy a siquiera ponerle un dedo encima de manera violenta...?

—No...—susurro, acercando mis labios a su frente para dejar un beso cariñoso—...nunca podría lastimar a mi pequeño hermanito...

Número 63Donde viven las historias. Descúbrelo ahora