Capitulo IV: Rosa Negra

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Ese momento se sintió como si el tiempo se hubiera detenido. La muerte, reflejada en la sombra del alma, parecía inevitable para cualquiera que se enfrentara a un chaos. Esta criatura humanoide, de unos dos metros de altura, tenía piernas gruesas y brazos largos y delgados, con tres dedos afilados como cuchillas. Su cuerpo era mayormente negro, salvo por los brazos y el pecho, que variaban en tonos de gris oscuro. Su cabeza estaba diseñada para moverse a alta velocidad, y sus ojos rojizos, llenos de sed de sangre, eran su rasgo más distintivo. Tenía dos orificios en lugar de orejas, y su rostro estaba cubierto por una armadura que surgía de su propia piel, la cual podía retirar para alimentarse.

Korra, aún en el suelo, observó la expresión de terror de Akie, lo que aumentaba su propio miedo. Luego cruzó miradas con la bestia, pero en lugar de sentir la temida sed de sangre, notó que el chaos parecía rogar por su vida. Estaba gravemente herido. Korra quedó impactado: un chaos pidiendo misericordia. El objetivo del chaos no era atacar, era huir. Sin perder tiempo, la criatura giró la cabeza y, en un salto, escapó. Cinco segundos fue el tiempo que duró la pesadilla de esa noche, cinco segundos que fueron eternos.

Shiina se había desmayado del susto, mientras Akie sintió como la vida le daba otra oportunidad, aunque seguía pálido, estaba más aliviado. Se dejó caer hasta quedar sentado en el suelo. Korra, aún sintiendo una presión maligna, se apresuró a cargar a Shiina y acercarse a Akie.

—Hey, hey, ¡Akie!, hermano, resiste, todo está bien —dijo Korra, tratando de calmarlo.

Akie no respondió.

—Tenemos que movernos, no queremos encontrarnos con esa cosa de nuevo —insistió Korra.

—Está bien... —dijo mientras se levantaba.

Se dirigieron a una cueva que Akie había visto antes. Korra acomodó a Shiina y el equipo, mientras él y Akie se sentaron, aún temblorosos, mirando los árboles iluminados por la luna.

—Aún no puedo creer que sigamos vivos -murmuró Akie, incrédulo- Pero... ¿por qué no nos atacó? No lo entiendo —dijo fijando la mirada en el suelo.

—No sé si lo que vi fue real —dijo Korra dudando—. En ese momento no podía mantener todos los sentidos bajo control.

—¿Qué fue lo que viste? —preguntó.

—Creo que estaba herido —respondió Korra.

—¿Herido? ¿Qué podría herir a un chaos? Y más aún, ¿qué hacía aquí? —preguntó Akie, sorprendido.

—No lo sé. Pero si no estaba herido, no habría razón para no atacar. Algo más fuerte que un chaos está rondando este bosque. —mencionó Korra con un tono pensativo.

—Es difícil de creer —dijo Akie con un suspiro.

—Lo importante es que seguimos vivos —concluyó Korra.

El silencio llenó el espacio mientras ambos procesaban lo ocurrido. Akie estaba visiblemente más afectado, tratando de calmarse y entender la situación. Pasaron veinte minutos hasta que Shiina despertó de golpe, asustada. Muy asustada, regresó a ver a los chicos; sus ojos se aguaron, y abrazó a ambos con todas sus fuerzas mientras cerraba los ojos y sus lágrimas caían envueltas en miedo

Una vez que Shiina se tranquilizó, Korra le explicó lo sucedido. Como era de esperar, no podía entender qué hacía una criatura tan peligrosa allí. Después de una hora, los chicos habían retomado la confianza que habían perdido. Sin embargo, aún no podían dejar de pensar en una pregunta: ¿Qué fue lo que hirió a ese chaos?

Korra temía que fuera un criminal o un demonio de alto rango. Aunque Bonder era una ciudad pacífica, algunos la consideran como una ciudad de la suerte, no quitaba el hecho que algo peligroso podía estar en los alrededores.

—Korra, Roja, ya estamos por llegar —dijo Akie.

Korra, distraído por sus pensamientos, no escuchó.

—¿Qué dijiste? —preguntó.

—Que ya estamos cerca —repitió Akie.

Shiina lo miró con preocupación.

—¿Estás bien? —le preguntó.

—Sí, estoy bien —respondió Korra, nervioso.

Shiina lo observó, dudosa, pero sonrió ligeramente. "Mi hermana a veces es de temer", se dijo Korra, mientras soltaba una sonrisa. Poco a poco, notaron que salían del bosque. Delante de ellos estaba Zulia, el pueblo fronterizo. Antes de llegar, atravesaron una zona rocosa. Hambrientos y cansados, decidieron tomar un descanso. Korra se dirigió hacia un árbol en el cual se apoyó, Shiina se sentó en una roca, mientras que Akie buscaba algo de comer en su equipaje. En sus alrededores pudieron ver cómo los animales empezaban a aparecer y también alguna que otra traviesa criatura. Después de recuperar algo de energía, los rayos del sol comenzaban a salir. El sol comenzaba a salir, y la luz de la mañana les dio una sensación de alivio.

Tras comer algo, caminaron los últimos minutos hasta llegar a la entrada del pueblo. Aunque emocionados por haber llegado, la gente los miraba de forma extraña. Sin embargo, no les importaba; solo querían descansar.

—La gente nos mira raro —comentó Korra.

—Este lugar es mucho más grande que Path. A este paso, tardaremos en encontrar dónde quedarnos —dijo Akie.

—¡Tengo sueño! —se quejó Shiina.

—Resistan un poco más. Debemos encontrar una posada —dijo Korra.

—¡Miren, ese lugar parece perfecto! —exclamó Shiina, señalando "La Posada del Viejo Roble".

—¡Bien hecho, Roja! Al menos sirves para algo —bromeó Akie.

—¡Cállate! Sirvo más que tú —respondió Shiina, sacándole la lengua.

—No es momento para tonterías —dijo Korra algo aliviado.

El viaje debía haber durado cinco horas, sin embargo, llegaron a las seis. Los chicos estaban muy cansados. Mientras Akie y Shina aún discutían, siguieron a Korra, no prestaba mucha atención hacia su entorno; lo único que quería era reservar un cuarto y descansar. Sin querer, chocó hombros con una persona. De inmediato, se volteó para disculparse. El golpe había arrastrado un poco la chaqueta de aquel hombre, lo que permitió a Korra ver un tatuaje muy peculiar de una rosa negra. Korra. El hombre no dijo nada y siguió su camino, pero la imagen del tatuaje dejó a Korra pensativo; estaba seguro de haberlo visto antes, pero no lograba recordar dónde.

Al solo poder alquilar una habitación con una cama, lo primero que hicieron fue deprimirse al ver que la cama no era tan grande. Después de un rato, Akie y Korra acordaron dejar que Shiina durmiera en la cama y ellos en el piso. Cada quien se acomodó a su gusto, y en un instante quedaron dormidos.

En medio de un sueño, Korra abrió los ojos al recordar la imagen de aquel tatuaje que lo dejó un poco inquieto. Sin embargo, esta vez supo dónde lo recordaba: fue en un libro de recompensas. Se trataba de los gemelos Sanoko y Nanoko, más conocidos como los gemelos rosa negra. Criminales a un nivel completamente fuera de la lógica. Los gemelos son reconocidos por sus poderes y a la vez son temidos por todo el mundo.

Korra no estaba seguro si esa fue la silueta del tatuaje que había visto. Se encontraba dudoso y confundido, pero decidió no preocuparse por ello. Cerró los ojos, sonriendo, y pensó: "Qué más da, es un nuevo comienzo para los tres".

La Última AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora