Capitulo XII: Gacela del Ocaso

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Estaban una vez más frente a alguien a quien no sabían si clasificar como humano o bestia, Akie y Korra lograron liberar sus puños y retrocedieron al instante. El Cuervo no hizo nada más que mirar, esperando a ver si aún tenían algo más por mostrar. El silencio incómodo de aquel Cuervo, observando la situación, no podría haber sido más humillante.

Sin perder tiempo Korra atacó de nuevo, y Akie, quien también se encontraba algo asustado, le siguió después de unos segundos de indecisión. Una vez más frente al enemigo, Korra lanzó un golpe, pero el Cuervo lo esquivó con facilidad y agarró su brazo. Luego, dando media vuelta, con una simple patada impactó de lleno en el abdomen de Akie, lanzándolo contra un muro de piedra y dejándolo inconsciente al instante

—Tienen agallas, chico —dijo Erickson mientras aún mantenía su agarre en el brazo de Korra—, pero lamentablemente, gente como ustedes no merece vivir. —Dirigió su mirada hacia Korra— A ti te tocará la peor parte. No me lo tomes a mal, pero si no pueden entretenerme, tengo todo el derecho de hacerlo por mi cuenta.

Korra quedó atónito por todo lo que estaba sucediendo, experimentando una mezcla de emociones que incluían intimidación, ira y miedo. Intento liberarse de la presión del Cuervo, hasta que este realizó un movimiento que lo dejó completamente inmovilizado al girar su brazo hacia su espalda. Desde esa posición, Korra pudo ver claramente a Sora, quien parecía indecisa sobre qué hacer. Mientras tanto, Shiina corría en dirección a Akie, y esta acción hizo que el rostro de Korra mostrara preocupación por su hermana.

—Hasta el más rudo tiene una flor a la que debe cuidar —mencionó Erickson, mientras comprendía la situación.

El Cuervo fijó su mirada en Shiina y comenzó a sonreír lentamente. Sora se dio cuenta de esto y apenas pudo fue tras Shiina. Erickson levantó su brazo y concentró una gran cantidad de energía en su palma, haciendo que destellos brillantes y una vibración eléctrica recorrieran toda su mano. Korra empezó a sentirse agobiado al darse cuenta de que no podía hacer nada más que observar y enfrentar la cruda realidad.

—¡Maldito! —exclamó Korra, lleno de desesperación— ¡No te atrevas a hacerle algo!

—Si quieres detenerme —respondió Erickson, apuntando hacia Shiina, quien aún no se había percatado de nada—, inténtalo.

Luego de tanta conmoción, Shiina finalmente se percató de lo que estaba sucediendo y volvió la vista hacia su hermano, quedando petrificada. Korra no paraba de forcejear, entrando en un estado de paranoia, y de repente, un estruendo silenció sus oídos: el Cuervo había disparado.

El disparo había sido desviado. Alan logró impactar una flecha en el hombro del Cuervo instantes antes de que este disparara, haciéndolo retroceder un paso. El ataque lo había tomado por sorpresa, lo que permitió a Korra aprovechar aquel descuido y liberarse de su posesión. Erickson no se inmutó, simplemente procedió a sacarse la flecha de su hombro, mientras comenzaba a buscar con la mirada el paradero de Alan.

Korra se liberó y corrió hacia Shiina mientras Alan comenzaba a lanzar flechas contra el Cuervo. Aunque los impactos eran intensos, no lograban retenerlo. Al llegar junto a las chicas, Korra ordenó rápidamente la retirada y cargó a Akie, consciente de que aún tenía pocos minutos del efecto de las píldoras a su favor. Los chicos comenzaron a retroceder mientras Alan hacía lo posible por darles tiempo. Erickson, molesto, dirigió su mano hacia el lugar de donde provenían las flechas. Y, con un movimiento horizontal, liberó una poderosa onda eléctrica que dejó aturdido a Alan y detuvo sus ataques.

—¿Creen que escaparán de mí? —exclamó Erickson, visiblemente fastidiado.

Los chicos solo sintieron un pequeño cosquilleo en sus espaldas después de escuchar su voz y regresar para ver qué había sucedido. En ese momento, el Cuervo estaba frente a Korra, y con un rodillazo lo hizo caer dejándolo sin aire, haciendo que Korra cayera al suelo. Sora rápidamente invocó a dos réplicas para ayudarlo. El Cuervo, sin problemas, hizo desaparecer a ambas réplicas con dos golpes. Cuando se dirigía hacia las chicas, Korra, tosiendo e intentando levantarse, dijo:

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