Las sonrisas siniestras de aquellas bestias habían dominado por completo a Korra. El sujeto que había caído detrás de él simplemente lo ignoró, deduciendo que con todas esas heridas, Korra no tardaría en morir. Sora, a unos metros de distancia, estaba inconsciente; uno de los gemelos la tomó del brazo y la cargó. En ese instante, Korra se desmayó.
Korra se encontraba en una zona oscura. A lo lejos, divisaba a Shiina, y detrás de ella estaban Sora y Akie, todos con miradas que reflejaban miedo. De repente, dos bestias aparecieron entre una densa niebla a sus espaldas, con ojos negros y bocas de las que emanaba una aura siniestra. Incapaz de hacer nada, Korra observó cómo esos espectros aniquilaron a sus seres queridos frente a sus ojos. El horror fue tal que un fuerte cosquilleo recorrió su pecho.
De repente, abrió los ojos, sudando y gritando. Akie corrió hacia él para tranquilizarlo. Había sido una pesadilla, extraña y confusa. Sin comprender del todo su significado, Korra empezó a morderse el labio, frustrado. Había captado lo esencial: debía volverse fuerte, aun si no era un demonio ni un mago, tenía que volverse más fuerte para poder proteger a su familia.
Una vez calmado, Akie le explicó todo lo sucedido. Habían pasado una semana y tres días desde el ataque. Akie y Shiina se escondieron entre unas rocas gigantes; cuando todo terminó, regresaron y encontraron el lugar completamente devastado. Lograron trasladar a Korra a otro sitio, donde acamparon durante dos días, su estado era muy malo, no sabían cómo ayudarlo. Fue entonces cuando un grupo de seis rebeldes apareció. Su líder, tras analizar la situación, se ofreció a ayudarlos. Desde entonces, se habían encargado de cuidar a Akie, Shiina y de sanar las heridas de Korra.
Apenas Akie terminó de ponerlo al tanto, Korra preguntó con urgencia:
—¿Cómo está Shiina?
Akie respondió que estaba bien, y fue a buscarla.
Durante ese breve lapso, Korra cerró los puños con fuerza. La pregunta que lo atormentaba era: ¿cómo podría alguien como él volverse fuerte? Recordó, impotente, cómo no pudo hacer nada cuando se llevaron a Sora frente a sus ojos. Se culpaba por todo. En ese momento, la puerta se abrió y Shiina corrió hacia él, abrazándolo entre lágrimas.
—¡Idiota! —exclamó, sollozando—. ¿Qué haré si te pierdo?
Korra se quedó sin palabras por unos segundos, hasta que finalmente la abrazó con fuerza.
—Lo siento —le susurró.
Entonces, una voz preocupada llegó desde la puerta.
—Korra, ¿cómo te sientes?
Korra giró la cabeza, sorprendido. Era Sora.
—¿Sora? —dijo incrédulo—. ¿Cómo es posible? Te vi cuando te llevaron.
—Lo que viste que se llevaron fue solo una copia.
—Pero te vi inconsciente —dijo él, todavía dudando.
Sora explicó que, cuando recibió los golpes, su cuerpo original cayó entre los árboles, mientras sus dos réplicas quedaron en la zona de combate. Al darse cuenta de eso, desvaneció una de sus réplicas y dejó a la otra para que pensaran que era la verdadera. Se mantuvo oculta con temor hasta que vio a Akie y Shiina regresar.
—Me alegra que estés aquí —dijo Korra, sintiendo un alivio en su pecho.
—Y a mí me alegra que hayas despertado —respondió Sora, con una sonrisa.
Los cuatro estaban juntos de nuevo, incluso cuando Sora no era tan cercana, con ella se sentían completos. Después de una charla relajada, entraron dos personas más en la habitación. Ambos vestían ropa de caza. Uno era un hombre robusto, de ojos castaños, cabello largo y barba negra algo descuidada, con una estatura que superaba los 1.90 metros y un tatuaje de dragón en su brazo. El otro era un joven de cabello corto y castaño claro, ojos azules, y aproximadamente 1.80 metros de estatura. El primero se acercó y comenzó a hablar:
ESTÁS LEYENDO
La Última Alma
FantasyEn un mundo donde los demonios, también conocidos como personas elegidas por el destino, portan habilidades especiales, los clanes dominan el poder y las bestias son capaces de destruir países enteros. Korra Abukara, un joven de 17 años, sueña con e...