Capitulo XIX: Valor del Alma

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—No lo sé —empezó diciendo Rin con un tono cálido—, yo creo que no estoy lista para aceptar algunos hechos. Solo tengo miedo de salir lastimada.

—¿Lastimada?

—Ha pasado mucho desde la última vez que me había acercado tanto a alguien —Rin se giró nuevamente, desviando la mirada hacia el suelo.

—¿Qué tiene eso de malo? —volvió a preguntar Korra, con un gesto de preocupación.

—Todo lo bueno que me pasa nunca dura mucho, y tengo miedo de que mi mala suerte termine involucrándote en algo.

—Nada malo me pasará, confía en mí —dijo muy seguro Korra mientras se acercaba a su lado.

Rin solo lo observó y, mientras una lágrima recorría su rostro, apreciaba la determinación de Korra. Hubo un breve silencio entre ambos chicos.

Con un suspiro, Rin se limpió la mejilla y se puso de pie lentamente.

—Yo quiero confiar, solo que no es tan fácil. —susurró, su voz apenas audible en la quietud de la noche—. Lo siento, Korra.

Rin dio media vuelta y, mientras se alejaba del gran árbol, Korra rápidamente agarró su mano, tomando a Rin por sorpresa.

—Y, ¿Dejar que todo signifique nada? —preguntó Korra con un atisbo de tristeza en su voz.

—No es lo que quise decir —respondió Rin con pesar, sintiendo cómo el calor de Korra intentaba disipar su frío.

—No quiero alejarme de ti.

—No es una pregunta —Rin comenzó a enfriar su mano.

—No pienso aceptarlo —Korra sintió cómo su mano se helaba cada vez más.

—Me tengo que ir —dijo Rin ignorándolo, casi congelando la mano de Korra, quien por instinto la soltó, sintiéndose frustrado mientras Rin continuaba su camino. Korra solo pudo verla marcharse sin poder hacer nada.

Al día siguiente, todos estaban listos para partir del lugar. Subieron a las carrozas que George había creado mediante el uso de la piedra arcana. Se organizaron en tres grupos: en una iban Ronny con Labella, Alan y Rin; en otra iba George con Adolfo, Korra y Akie; y en la última iban Melly con Sora y Shiina. Las carrozas emprendieron su trayecto.Después de cinco horas, hicieron su primera parada en un pueblo remoto llamado Laccio. A pesar de ello, la gente del pueblo era muy amable.

Mientras esperaban, Shiina vio un póster pegado y logró leer algo sobre un evento famoso. Desconcertada, decidió preguntar, pero solo le dijeron que se trataba de un torneo en el condado de Quore. Después de la breve parada, reanudaron el viaje

Al amanecer del segundo día, Shiina pudo apreciar cómo, a lo largo del camino, se iban anunciando los indicios de que estaban entrando al condado de Quore. No pudo evitar emocionarse por lo que había leído anteriormente. El paisaje se volvía cada vez más impresionante: al norte del condado se alzaban las Montañas de la Luna, mientras que en las llanuras del sur las ciudades comerciales florecían como puntos de convergencia para caravanas provenientes de todas partes. En el centro del condado se alzaban altas torres de piedra, guardianes del corazón de Quore. Los pueblos y aldeas estaban construidos con encanto rústico, formando un laberinto de calles empedradas y plazas bulliciosas. La gente vestía trajes extravagantes y era increíblemente amigable.

Al llegar a una cantina que también servía de posada, no tardaron en preguntar sobre el porqué de las vestimentas. El dueño del lugar, un hombre de edad avanzada, les explicó que al día siguiente se llevaría a cabo el Torneo del Valor, un evento muy querido en el pueblo. Estaba compuesto por 16 participantes, pero para entrar era necesario acertar un golpe al guardia del coliseo. El anciano mencionó con preocupación que este año no había suficientes participantes a la altura, lo que planteaba la posibilidad de que solo fueran 8 los competidores.

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